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CD Beethoven – Stucky, Pittsburgh Symphony Orchestra

Juan Carlos Tellechea
viernes, 16 de septiembre de 2022
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Beethoven – Stucky. Manfred Honeck, Pittsburgh Symphony Orchestra. Ludwig van Beethoven, Symphony no. 6 (Pastoral). Steven Stucky, Silent Spring. Recorded Live Heinz Hall for the Performing Arts. Beethoven Symphony No. 6 (June 23, 24 & 25, 2017). Stucky Silent Spring (April 20, 21 & 22, 2018). Recording Producer Dirk Sobotka. 2022, Reference Recordings. FR-747. Available Formats: Downloads, HDCD, SACD.
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Manfred Honeck y su Pittsburgh Symphony Orchestra interpretan la Sexta Sinfonía "Pastoral", de Ludwig van Beethoven, y el poema sinfónico Silent Spring (2011), encargado por la orquesta al compositor Steven Stucky, en una grabación en vivo editada ahora por el sello Reference Recordings.

Quizá convenga decir en este punto que el presente CD no es para ortodoxos en la materia. Como siempre, Manfred Honeck sigue su propio camino, lleno de ideas ricamente convincentes que son capaces de polarizar implacablemente; lo que, por otra parte, es bueno y hace bien al arte interpretativo. La música no debe reducirse a la mera ejecución de las partituras. Se las debe cuestionar siempre e interpretarlas subjetivamente. Es debido a este enfoque que Honeck es uno de los directores de orquesta más apasionantes de nuestro tiempo. Se atreve mucho y proporciona al oyente ideas y visiones innovadoras.

Las sinfonías números 5 y 6 de Beethoven se estrenaron en diciembre de 1808. En un principio, el compositor consideraba la Pastoral como su 5ª sinfonía y ocupaba una posición especial. Es la única obra de Beethoven de estas características con cinco movimientos y puede clasificarse como música programática, lo que solo se aplica a esta obra. Sus otras sinfonías se consideran música absoluta. Beethoven se vio influenciado por compositores como Antonio Vivaldi, Johann Sebastian Bach o Joseph Haydn, quienes pusieron música a sus sentimientos de la naturaleza de forma pictórica. Para Beethoven, la naturaleza significaba paz y contemplación; la veneraba profundamente.

El primer movimiento comienza con gran brío, al que Honeck da forma con gran acometividad. La naturaleza respira, canta y florece. Las trompetas, que rara vez se escuchan, son respondidas por claros cantos de pájaros en las maderas. Muy pocas veces en las innumerables grabaciones se puede escuchar un "despertar" tan insistente (despertar de sensaciones serenas al llegar al campo). Sin embargo, a los oyentes les esperan numerosos contrastes. El sfozarti áspero y las acentuaciones claras impulsan la música permanentemente como un móvil perpetuo.

Narrador

Manfred Honeck demuestra una vez más ser un ingenioso narrador musical que lleva al oyente a un inquietante periplo de la mayor fascinación polifónica. Está perfectamente apoyado por la abnegada interpretación de la Orquesta Sinfónica de Pittsburgh con los destacados solistas de su colectivo.

Tras este palpitante comienzo, llegamos a la "Escena en el arroyo". Aquí Honeck evoca una escena íntima de la naturaleza con su orquesta. Las pequeñas aceleraciones confieren a este movimiento una vivacidad natural, bucólica. Honeck prestó especial atención a los cantos de los pájaros. Para ello, pidió a los miembros de su orquesta que escucharan previamente los sonidos de estas aves canoras. De hecho, en la cadencia final, las magníficas maderas (vientos) imitan al cuco, al ruiseñor y a la codorniz con una sorprendente correspondencia con los ejemplares vivientes. ¡Maravilloso!

Aunque los timbales no entran en juego hasta el cuarto movimiento, el ritmo de esta extraordinaria grabación llega ya en el tercer movimiento. En la "Alegre asamblea de la gente del campo: Allegro“, Honeck lleva a sus oyentes a una ruidosa celebración en el campo. Hay regocijo y baile con irresistible alegría en el toque.

Trinos

Honeck se permite muchas libertades para afinar la imagen musical. La voz del pájaro que se escucha fácilmente en la flauta es aquí trinada por el flautín. ¡Excelente!

En los sfozati, los instrumentistas de la orquesta zapatean. El punto de partida de Honeck fue la cuestión de cómo Beethoven podría haber escuchado a los divertidos campesinos con sus pesados zuecos sobre los pisos de madera. Esta es la mejor respuesta a esa interrogante.

También en este caso, Honeck es un diseñador magistral, que cuestiona incansablemente el significado de la música y llega a soluciones extremadamente creativas. Su orquesta pone las manos en el fuego por él. En especial, la sección de trompas, noblemente radiante, brilla con un virtuosismo asombroso.

Truenos y diluvios

En el cuarto movimiento, Manfred Honeck abre todas las compuertas y lanza una rugiente tormenta a los oyentes. Con la mayor vehemencia, los timbales, que aquí se tocan con mazos de madera, martillean sus truenos en el parche. Pocas veces el viento y los diluvios se imaginan tan claramente en una grabación como lo hace aquí Honeck. Una experiencia apocalíptica de la naturaleza que, afortunadamente, dura poco tiempo.

Al final la “Canción del pastor - Sentimientos venerables de agradecimiento a la deidad después de la tormenta: Allegretto“ conduce a una depurada apoteosis. El dinamismo está aquí elaborado con sumo refinamiento; se entona un himno de gran fuerza espiritual, tan hondo que resulta inevitable que rueden las lágrimas por las mejillas de quien la escuche.

Extraordinaria es la parte final en voz muy queda de las cuerdas, que Honeck percibe como una oración de Beethoven al Creador. Los dos acordes finales son un “Así sea“ muy claro.

Timbre

De nuevo, la Orquesta Sinfónica de Pittsburgh se muestra como un conjunto de categoría mundial, lo que hace posible una grabación de Beethoven tan deslumbrante, con un timbre tan cálido, melodioso y expresivo.

Los puristas pueden sentirse ofendidos por las libertades interpretativas de Honeck. Su arrojo en la expresión musical incondicional merece muchos más elogios aún. Mariss Jansons decía una vez y con razón: 

La partitura es solo una recomendación de cómo se puede tocar una obra. Pero hay que relatarla siempre de nuevo, una y otra vez, y sentir, sentir, sentir.

Otra preciosa idea de esta serie de discos compactos de la Orquesta Sinfónica de Pittsburgh es la de contrastar grandes obras del pasado con piezas contemporáneas. En este caso con Silent Spring, del galardonado Steve Stucky (premio Pulitzer 1989 por su Concerto for orchestra), poema sinfónico estrenado el 17 de febrero de 2012 por la Pittsburgh bajo la batuta de Manfred Honeck.

Profético

Primavera silenciosa no se inspira en este caso en la novela homónima (1962) de Rachel Carson. Es una toma de postura sobre cómo la ambición desmedida y el afán de lucro de la humanidad, especialmente mediante el uso de ciertos pesticidas en la agricultura intensiva, está destruyendo lentamente a nuestro planeta. ¡Estamos ante un tema de feroz actualidad!

El compositor Steven Stucky fue fuertemente criticado por la agroindustria y los medios de comunicación de la época. ¡Quién los ha visto y quién los ve ahora! Cuánta razón tenía Stucky en esta conexión entre la música y la ciencia. En 1972, hace 50 años, tenía lugar en Estocolmo, Suecia, la primera conferencia internacional sobre el cambio climático, y ni siquiera hoy es capaz la humanidad de asumir acciones concertadas para enfrentar esta apocalíptica crisis.

Stucky escribió un poema tonal orquestal de un solo movimiento dividido en cuatro secciones que intenta crear su propio viaje dramático y emocional sin referirse específicamente a los detalles científicos. La composición se centra en capas de sonido y efectos dinámicos.

Atmósfera natural

La música suena accesible y de forma narrativa. Junto a los exuberantes acordes optimistas, hay secciones de cuerda igualmente suaves. La percusión, inteligentemente utilizada, es una colorida base de apoyo. La pieza se va desarrollando paulatinamente hacia un impresionante clímax, tras el cual la música alcanza un creciente silencio que se va de este mundo en los momentos finales.

Honeck y la Orquesta Sinfónica de Pittsburgh tocan la obra con gran habilidad y llegan al oyente de manera fantástica. El CD va acompañado de un magnífico folleto muy ilustrativo con interesantes aportes personales del director y del compositor Steven Stucky.

Las grabaciones en la Heinz Hall for the Performing Arts, de Pittsburgh, Pennsylvania, ofrecen una imagen llena de atmósfera natural, beneficiándose de la acústica de esta mítica sala, capaz de restituir todas las facetas del trabajo eminentemente minucioso de Manfred Honeck sobre los volúmenes sonoros. En este sentido, cabe destacar la consistencia de los pianissimos de las cuerdas, como también ocurre con la estratificación de los planos.

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