Alemania
Un refinado diálogo
Juan Carlos Tellechea

Con un homenaje a Eladia Blázquez, comenzó este concierto del bandoneonista neerlandés Martin de Ruiter y la cantante uruguaya Beatriz Aguiar en el Festival de Bandoneón de Krefeld. El dúo entregó durante la velada dos de sus más conocidos tangos (música y letra): El corazón al Sur y Sueño de barrilete.
La voz es hermosa, el acompañamiento excelente, la elección de las canciones también. Aguiar pinceló dos o tres imágenes de exquisita sensibilidad al inicio del programa que deslumbraron al instante a la platea.
De ahí en adelante, de La última curda de Troilo y Cátulo Castillo, Nostalgias, de Cobián y Cadícamo, y En esta tarde gris, de Mores y Contursi.
En Balada para un loco, de organillos callejeros de Buenos Aires y Montevideo, que vendían “la adivinación del futuro“ con un lorito que sacaba el papelillo de la suerte de un cajoncito bajo su jaula.
Mientras, Beatriz Aguiar, con voz muy dulce y queda recitaba:
Las tardecitas de Buenos Aires tiene ese qué sé yo, ¿viste?
Salís de tu casa por Arenales, lo de siempre, en la calle y en vos
Cuando, de repente, de atrás de un árbol, me aparezco yo
Mezcla rara de penúltimo linyera y de primer polizonte en el viaje a Venus
Medio melón en la cabeza, las rayas de la camisa pintadas en la piel
Dos medias suelas clavadas en los pies y una banderita de taxi libre levantada en cada mano
Te reís, pero solo vos me ves
Porque los maniquíes me guiñan, los semáforos me dan tres luces celestes
Y las naranjas del frutero de la esquina me tiran azahares
Y así, medio volando y medio bailando
Se saca el melón para saludarme, me regala una banderita y me dice
Ya sé que estoy pianta'o, pianta'o, pianta'o
¿No ves que va la luna rodando por Callao?
Que un corso de astronautas y niños con un vals me baila alrededor
Bailá, vení, volá (…)
Majestuosos suenan los dos tangos de Gardel y Le Pera, Volver y El día que me quieras, interpretados con magnificencia por Aguiar. Tristes, muy tristes, pero cantados con muchísimo sentimiento son los versos de Fuimos, de Dames y Manzi, que nos hablan de la separación de dos amantes.
El tango es eso “pasión pura“, dice la cantante dirigiéndose al público. Seguidamente vendrían Naranjo en flor (1944), de los hermanos Virgilio y Homero Expósito; el mítico Malena (1941), de Demare y Manzi; el amor acongojado que llora “En esta tarde gris“, de Mariano Mores y José María Contursi; la profética Balada para mi muerte, de Astor Piazzolla y Horacio Ferrer; y dos tangos instrumentales de la autoría propia de Martin de Ruiter: Descansar y Bonaerense, de su reciente álbum Minotauro.
De Ruiter y Aguiar, cada uno por su lado, tienen muchas tablas y saben mantener el equilibrio de sus respectivos lenguajes musicales durante toda la velada. Ambos logran crear además esa atmósfera íntima que tanto agrada e integra a los oyentes al espectáculo.
En realidad, los dos se conocen personalmente desde no hace mucho tiempo. Es la tercera vez que actúan juntos, relataba Aguiar a Mundoclasico.com al término del recital. El primer encuentro se produjo por invitación de un festival de tango en los Países Bajos para que se presentaran como un binomio. “Fue tan acertado que ahora hemos formado un dúo“, agrega la cantante.
Las ovaciones y los gritos de aprobación no se hicieron esperar esta tarde. A los bises decidieron ofrecer su versión del segundo de los dos tangos más divulgados (el primero es La cumparsita, de Gerardo Matos Rodríguez) en todo el mundo: El choclo, de Villoldo, Discépolo y Marambio Catán, un tangazo de esos que, con su ritmo “milonguero“ no pueden ocultar sus vertientes afroiberoamericanas:
“Por tu milagro de notas agoreras / nacieron, sin pensarlo, las paicas y las grelas, / luna de charcos, canyengue en las caderas / y un ansia fiera en la manera de querer...“. ¡Excelso final!
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