España - Andalucía
Coronando el ciclo Bruckner
José Amador Morales
“La Sinfonía nº8 de Anton Bruckner es la más grande compuesta en el siglo XIX y supone la culminación del Romanticismo sinfónico. De la misma manera que, si estuviéramos en Egipto delante de la gran pirámide, yo sólo les diría que abran los ojos y disfruten de una de las grandes maravillas construidas por el ser humano, pues ahora les digo que abran los oídos y disfruten de otra de las grandes maravillas creadas por un ser humano”.
Con estas palabras introducía Carlos Domínguez-Nieto la interpretación que
de la Sinfonía nº8 en do menor ofrecía la Orquesta de Córdoba por
primera vez en la ciudad en este primer concierto de abono de la temporada
2022-2023. Previamente había protagonizado una charla junto con el gerente de
la formación cordobesa, Daniel Broncano, en el Salón de Telares del Gran
Teatro, donde se había extendido algo más aportando ideas y reflexiones sobre
el corpus sinfónico de Anton Bruckner: cómo le marcó el descubrimiento de su
obra, detalles de la vida del compositor en relación a sus composiciones,
particularidades y condicionantes técnicos de su música, etc… De esta forma, dejó
patente las razones de su interés y su esfuerzo decidido en poner en pie el
ciclo sinfónico bruckneriano desde que asumiera la titularidad de la orquesta
cordobesa allá por 2018. Desde entonces, hemos podido disfrutar de las
sinfonías cuarta, tercera, sexta, quinta y -ahora- octava del compositor
austríaco, con lo cual sólo quedan las nº7 y la nº9 para culminar el ciclo de
las más interpretadas, por decirlo de alguna manera, si bien esperamos que se
complete con las primeras sinfonías independientemente del orden o menor
madurez con respecto a las indicadas. No en vano, algo así sucedió con el ciclo
bruckneriano que Daniel Barenboim ofreció en Granada entre 2008 y 2011 al
frente de la Staatskapelle Berlin (por orden: 7ª, 8ª, 9ª, 4ª, 6ª, 5ª, 1ª, 2ª y
3ª), constituyendo todo un hito histórico pues se trató del primer y hasta
ahora único ciclo de las sinfonías de Anton Bruckner ofrecido en Andalucía.
En el ámbito cordobés, ya hemos señalado en anteriores artículos los precedentes
interpretativos de algunas obras de Bruckner, particularmente la segunda
sinfonía dirigida por Leo Brouwer (2001) o la tercera por Karl Anton
Rickenbacher (2007). En esta ocasión, los asistentes que casi llenaron el
Gran Teatro asistieron entre el asombro y la curiosidad al acontecimiento
musical que contó con la colaboración de la Joven Orquesta de Córdoba,
indispensable para salvar las limitaciones de la plantilla, especialmente en
esta partitura. No dejaremos de insistir en la importancia que el mero hecho de
poder disfrutar con cierta normalidad de una sinfonía de Bruckner supone en esta
ciudad y, por extensión, en la comunidad autónoma.
Con todos estos factores, dábamos por descontado la humildad de los recursos disponibles para este acercamiento a la colosal partitura de la Sinfonía nº8, al igual que la poco amable acústica del recinto, sí. Pero todo ello fue superado con creces por el entusiasmo compartido y la seriedad indiscutible de una interpretación que contó con un sonido básico realmente logrado y una admirable comprensión estética de la obra por parte de la batuta. Como viene acostumbrando, el tempo fue reposado en general con excepción de un incisivo ‘Scherzo’ (los tiempos de cada movimiento fueron 17’48, 15’15, 27’46 y 28’05), lo que permitió a Domínguez-Nieto controlar todos los elementos, pero también imponer un discurso expresivo esencial pese a puntuales pasajes tal vez algo pesantes, como el final del ‘Adagio’ o la transición a la coda del último movimiento (no obstante, la enorme pausa que la precedió fue de un intenso impacto dramático). Probablemente los movimientos centrales fuesen los más redondos, con un ‘Adagio’ de gran cohesión y acertada articulación, cuyo impulso lírico y progresión armónica permitieron atisbar la innegable hondura mística inherente a la partitura.
La Orquesta de Córdoba, con la ya señalada participación de la Joven Orquesta de Córdoba, ofreció un ajustado rendimiento, con unas maderas y violines a gran altura, unos metales aceptables y unos violonchelos de sonido demasiado seco y lacerante sobre todo en su registro agudo (como en la respuesta al tema principal en la introducción del ‘Allegro moderato’). El tutti conclusivo dio paso a una respuesta tan entusiasta por parte de los asistentes que sin duda será recordada, señal inequívoca de que el público captó la importancia histórica del concierto así como el éxito del reto que se había asumido.
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