Francia

Stravinsky por Roth: Memorable

Francisco Leonarte
martes, 18 de octubre de 2022
François-Xavier Roth © Holger Talinski François-Xavier Roth © Holger Talinski
París, viernes, 30 de septiembre de 2022. Théâtre des Champs-Elysées. Stravinsky : L'oiseau de feu (version 1910), Petroushka (version 1911), Le sacre du printemps (version 1913). Les siècles. Dirección musical de François-Xavier Roth.
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La memoria es lo que es, y uno no sabe jamás de qué se acordará cuando esa memoria vaya flaqueando (todavía más), pero sí sé que, en saliendo de este concierto, quien esto escribe se dijo «Esto vale la pena recordarlo». 

Con su aspecto de oscuro oficinista, interesándose poco por la imagen -porque lo que a este músico le interesa es el sonido, eh?-, François-Xavier Roth es uno de esos intérpretes que se ha ganado el puesto en el que está gracias a las dos T : Talento y Tesón. Si por los departamentos de marketing hubiera sido, Roth estaría al fondo del cajón del fondo, muy al fondo, muy por detrás de todos los guaperas de ambos sexos. Y sospecho que si no fuera por dichos departamentos, hoy el mundo entero de la música clásica (re)conocería a Roth como uno de los cuatro o cinco directores 'indiscutibles' de nuestra época.

¿Que le estoy echando demasiadas flores ? Pues he dejado pasar un día antes de ponerme a escribir esto justamente para moderar mi entusiasmo. O sea que ya pueden ustedes imaginar cómo salí anoche del Teatro de los Campos-Eliseos (TCE, como resumen los franceses tan amantes de los acrónimos). Y no fui el único. La sala entera, llena como pocas veces, salió enfervorecida.

Dirigía sin batuta, y su gesto, simple y claro, para mí sólo tiene comparación con el de Thielemann y el de Robert Forés Veses. Imaginación, espontaneidad. El espectador tiene ganas de tocar también un instrumento sólo para poder seguir las indicaciones del maestro. En la nana de El Pájaro de fuego (milagro de delicadeza) veía como movía lentamente los dedos, embrujando a todos los pupitres... Mágico.

Atento a todas las entradas, pero también y siempre a la partitura, que seguía como el creyente sigue la Biblia. Y al igual que hemos hablado de delicadeza, supo también marcar ritmos de manera implacable, como un ‘martillo del destino’, que hasta hizo llorar a un infante de pocos años presente. 

Todo esto sería poco si no hubiera habido, además, un intenso poder de evocación. No sé si director de orquesta, director del teatro, algún bedel, alguien que pasaba por allí, no sé quién, pero alguien tuvo la idea de poner sobretítulos que iban indicando las distintas acciones indicadas en el libreto de los tres ballets. Bendita idea. El público seguíamos paso a paso las ideas musicales con sus correspondencias. 

Y gracias al citado poder de evocación de Les Siècles y de su director, disfrutamos de maravillosas coreografías como se disfruta de escenas maravillosas cuando se lee un libro. Vimos disiparse el castillo del brujo y cómo se 'despetrificaban' sus caballeros, vimos al oso, a la bailarina, al moro, a los borrachos, al mago, y hasta la sombra de Petrushka burlándose de él, vimos a las adolescentes, al sabio y a su cortejo, vimos vimos vimos... porque escuchamos todo un mundo que parecía desvelarse por primera vez ante nuestros sentidos, en la misma histórica sala donde por primera vez se interpretó (con el consabido escándalo) La consagracíón de la primavera...

Mágico.

Les Siècles : una gran orquesta

La orquesta, Les Siècles, con instrumentos de época franceses (sí, porque por ejemplo una trompa del 1900 no suena igual que una trompa actual, y el basson francés no es lo mismo que el fagot anglosajón), es la orquesta fundada por el propio François-Xavier Roth, y responde a sus indicaciones como un Rolls al conductor. Pero no, no es un Rolls. No tiene un constante sonido aterciopelado. Puede tenerlo por momentos. Otros momentos suena hasta áspero. Porque lo que importa no es la belleza del sonido, sino expresar lo que cuenta la partitura.

Los metales no tienen el brillo que en las orquestas modernas sí tienen. De hecho se hallaban por delante de los contrabajos, situados al fondo del escenario. Las trompas tenían una fragilidad que ya no tienen hoy en día, como si hubiese una lágrima en el sonido. Como comentaba un oyente en los pasillos del entreacto (y creo que era la unánime opinión) escuchábamos detalles que nunca antes habíamos escuchado, como si se tratase de obras nuevas (y no es la primera vez que nos pasa cuando Roth dirige Les Siècles... ). Hubo sonoridades que a todos nos parecieron nuevas, rasposas (qué viejos parecían de repente algunos pretenciosos experimentos orquestales de nuestros actuales compositores académicos... ). No todos los fraseos en la cuerda eran exactos, mejor que eso, eran 'verdaderos'. No se buscaba la perfección, se buscaba la energía primera. Y ahí estaba... Mágico

Y por si fuera poco, también hubo sentido del humor. Petrushka volvió a ser el guiñol, el muñeco que hace reír, y la feria de pueblo volvió a ser pueblerina. Y a todos nos sacó una sonrisa la aparición del mago. Más allá de los experimentos de Stravinsky -también muy presentes- estaba el espítiru de cada obra. 

La inteligencia al programar 

Cuando acabó el Pájaro de fuego, servidor, entusiasta por lo que acababa de escuchar y escéptico por lo que luego vendría, se dijo «Bueno, pues ya ha terminado el concierto, porque más intensidad que en este finale no podrán ya meter ni orquesta ni director». Me equivocaba de medio a medio. Porque otro de los aciertos del programa fue yuxtaponer, uno tras otro, los tres ballets para evidenciar la evolución estilística de Stravinsky y sus 'conquistas' sonoras en apenas tres años. 

Y si en el Pájaro de fuego todavía había ecos de Rimsky-Korsakov y sobre todo de Florent Schmitt, en la Petrushka ya había un lenguaje puramente personal, introduciendo referencias a la música popular y giros que luego serían golosamente absorbidos por otros grandes músicos como Falla, Szymanowski o Copland. Finalmente en La consagración, Stravinsky estaba inventando el siglo XX musical, rítmica y armónicamente. Esta evolución, tan a las claras, hacía que en ningún momento decayese el interés. Había una progresión dramática implícita entre las tres obras. Y si con el Pájaro me emocioné, en Petrushka me lo pasé bomba, y en La consagración me sentí metido de hoz y coz en una suerte de orgía, perdidos los sentidos del tiempo y del lugar... Mágico. 

Cuando ayer noche, al salir del concierto, pensaba en escribir esta crítica, me salían títulos como «Ole tus huevos» o «Viva la madre que t'ha parío» o aún «Jo - der».

Hoy, como ya ven ustedes, me modero, y les propongo, como título discreto y espero que no-censurable, «Memorable». Y si la memoria les da para ello, les sugiero que retengan dos nombres : Les Siècles y François-Xavier Roth.

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