Alemania
¡Qué bonita sería Viena sin vieneses!
Juan Carlos Tellechea

El director de orquesta, compositor y pianista Patrick Hahn, de 27 años, es un multitalento que asombra al público con cada una de sus presentaciones. Así ocurrió este martes en otra de las tradicionales veladas especiales en la gran sala auditorio de la Zeughaus (armería) de Neuss am Rhein. Esta vez Hahn, director musical general de la Orquesta Sinfónica de Wuppertal (y el más joven de Alemania en este puesto), ha celebrado el centenario del nacimiento del humorista, compositor y poeta austríaco nacionalizado estadounidense Georg Kreisler en un concierto íntegramente dedicado a sus obras.
A los pocos segundos de iniciada, la presentación se convirtió en una grandiosa diversión.
- era uno de esos cantautores que sabía encontrar con su crítica sarcástica el espíritu de la época, como es el caso de la opinión de la mayoría de los austríacos (hasta hoy) sobre la crónica arrogancia de los vieneses:
“Wie schön wäre Wien ohne Wiener
So schön wie a schlafende Frau
Der Stadtpark wär sicher viel grüner
Und die Donau wär endlich so blau
Wie schön wäre Wien ohne Wiener
Ein Gewinn für den Fremdenverkehr. (…)“
(Traducción libre)
“Qué bonita sería Viena sin vieneses
Tan bella como una mujer dormida
El parque de la ciudad sería más verde
Y el Danubio por fin sería tan azul
Qué bonita sería Viena sin los vieneses
Todo un beneficio para el turismo. (...)“
Hahn, sentado ante el piano, toca, canta y gesticula histriónicamente como lo había hecho Kreisler en aquellas veladas tan entrañables de los tradicionales e íntimos locales (Kabarett o revistas satíricas) de Viena.
La idea de este espectáculo le surgió a Hahn a partir de haber escuchado una tragicómica canción de Kreisler dedicada al triangulista de una orquesta que espera su turno durante horas para intervenir en el breve pasaje que le ha sido asignado en la partitura que se está interpretando. El estilo del compositor de fe judía que tuvo que huir a Estados Unidos para escapar de las persecuciones nazis fascinó de inmediato a Patrick Hahn, quien se embarcó acto seguido en un periplo de descubrimiento de su obra.
Los temas de Kreisler eran espejo de la sociedad. Sus historias son increíblemente inteligentes. Por un lado, es cierto todo lo que relata, pero a menudo es tan brutal que la risa se le queda a uno atascada en la garganta. Sin embargo, los textos a menudo son tan grotescos que se puede volver a reír con total libertad.
En la canción sobre un individuo que se dedicaba a envenenar palomas en los parques vieneses se puede apreciar el típico estilo de Kreisler: rasgos de carácter pérfido que pueden encontrarse con demasiada frecuencia en la vida real, como la matanza de animales por parte de aficionados o sucesos macabros como en "Juguemos al accidente en el reactor nuclear" ("El Estado paga a la viuda la mitad del sueldo") son el punto de partida de moritats o murder ballads amargamente maliciosas.
Hasta hace algunos años no había prácticamente nada sobre Kreisler. Hahn mismo tuvo que reelaborar todas las canciones paulatinamente, escuchando cientos de históricas grabaciones, también en disco, para desenterrar ese tremendo tesoro musical y lingüístico casi olvidado después de la Segunda Guerra Mundial (1939 - 1945). Mientras tanto, se han publicado varios cancioneros de Georg Kreisler de forma póstuma. El propio compositor no escribía sus textos; se acompañaba siempre de improvisaciones un poco diferentes en cada oportunidad que le tocaba actuar.
El año pasado se evocó el décimo aniversario de la muerte de Kreisler con audiciones especiales en los medios de comunicación de habla alemana. Kreisler llevaba una vida muy agitada, tras el ascenso al poder (1933) del genocida nazi Adolf Hitler y finalmente tuvo que emigrar a los Estados Unidos en 1938 tras la anexión de Austria por Alemania. Tras haber recibido la nacionalidad estadounidense regresó a Europa como soldado con la misión de entretener a las tropas aliadas durante la conflagración bélica.
Kreisler no era el clásico gruñón austríaco, pero tenía un temperamento vienés muy especial. Al principio los austríacos lo pasaron muy mal con su forma de ser. En rigor, era mucho más popular en Alemania, donde también vivió mucho tiempo. Era un personaje nervioso, inconformista y polarizador que le gustaba meterse en líos. Patrick Hahn no se siente imbuido por el carácter del compositor, pero procura comprender el enfoque inflexible de Kreisler, enraizado en su propia vida, para hacer suyo ese espíritu lo más fidedignamente posible ante la platea. ¡Y lo consigue con creces!
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