España - Cataluña
Life Victoria: dos notables conciertos
Jorge Binaghi
La intensa actividad que despliega en dos meses (octubre y noviembre) la Fundación Victoria de los Ángeles entre recitales, conciertos, clases magistrales y actividades en otros lugares siempre dando cabida a jóvenes intérpretes no la ha puesto a salvo, al contrario, de las súbitas cancelaciones por enfermedad que se producen en el mundo de la música clásica y sobre todo del canto al volver a la actividad plena tras la pandemia. Hasta ahora, salvo un concierto que ha quedado suspendido sin fecha, ha logrado cubrir todas las ‘vacantes’ producidas en tiempo record.
El caso más fulminante y brillantemente solucionado fue la baja de Miah Persson, que debía debutar como cantante de cámara el 13 de octubre, y el 12 se encontró imposibilitada. Como el pianista, Middleton, era residente este año, ‘sólo’ hubo que recuperar al solista (con un programa obviamente distinto, ocuparse de los textos y toda la intendencia). El resultado fue un excelente recital de Appl, que precisamente se había presentado aquí mismo, y ha vuelto no sólo para confirmar su interés, sino para dar cuenta de una maduración y crecimiento (no sólo pero también vocal) formidables en un programa nada fácil por lo conocido y por lo poco desconocido.
Precisamente empezó a voz sola con la invocación a Jehová de Mauricio Kagel -Der Turm zu Babel nº 7 (2002)-, una de sus piezas más impresionantes y conseguidas, muy poco ejecutadas y en hebreo, en la que la voz se mostró lozana y poderosa, con mayor cuerpo, volumen y densidad tímbrica que en otras oportunidades, inmediatamente seguida por el largo y difícil Belsazar de Schumann por afinidad temática, ya con piano.
La parte central del concierto fue el ciclo Amores de poeta de Schumann y allí pudo observarse no sólo el excelente trabajo conjunto de voz y piano, sino una unidad de enfoque y de matices en la que, si todo fue bueno, destacaron ‘Ich grolle nicht’, ‘Ein Jungling liebt ein Mädchen’, ‘Die alten bösen Lieder’ y cómo no la inicial ‘Im wunderschönen Monat Mai’ o la célebre ‘Die Rose, die Lilie…’. En la segunda parte presentó excelentes versiones de seis lieder de Richard Strauss, todos ellos muy conocidos, entre los que habrá que destacar ‘Morgen’ y ‘Zueignung’ y los Seis lieder alemanes de Edvard Grieg (op. 48) que tal vez fueron la parte que, o por cansancio o por lo que fuera, pareció, con ser buena y por comparación con lo anterior, algo menos conseguida. Middleton lo acompañó de forma ejemplar. Como bis una encantadora versión de En alas del canto de Mendelssohn.
El segundo concierto sí salió tal cual se había preparado y sin zozobras. Por fortuna, porque ha sido uno de los más perfectos que en este campo he podido escuchar en los últimos años. Hasselhorn tiene una de esas voces de barítono alemán oscuras y extensas que hacen presagiar a un futuro cantante wagneriano. Como es joven esperemos que lo haga con prudencia (hasta ahora, tiene 32 años, así parece ser) y sobre todo que conserve su interés y capacidad para el canto de cámara para el que hoy tiene pocos rivales en su país y en su cuerda.
Un
barítono, sobre todo si es del área germana, debería estar agradecido por
supuesto a Schubert, Brahms, Strauss y otros, pero en especial a Schumann. Sin
superponerse con Appl tuvimos un largo programa (aun más que el anterior) cuya
segunda parte estuvo dedicada a las Zwölf Gedichte von Justinus Kerner op. 35 (1840),
menos frecuentadas desde siempre que, por ejemplo, el Liederkreis (op.39). En este último caso fue precedido por dos
lieder de Clara Wieck, la esposa del compositor, de buena factura y dos
versiones enfrentadas sobre un mismo texto, la famosa Die beiden Grenadiere,
en la versión conocidísima de Schumann y en la mucho menos conocida (y menos
interesante, casi un esbozo de aria operística) de Wagner, que yo nunca había
oído en vivo. Del Liederkreis ambos artistas dieron una versión ejemplar en
la que la elección de unos números se
debe a la pura subjetividad del oyente porque todo estuvo en su sitio (lo que
produce una alegría y un placer que últimamente escasean). Señalaré el elemento
lírico y ensoñador de ´Mondnacht’ o ‘Frühlingsnacht’, el misterio de
‘Zwielicht’ o ‘Die Stille’, y las dos versiones de ‘In der Fremde’ (I y VIII).
Pero este binomio escaló un grado más de perfección, cuando no parecía posible, con la segunda parte, las Doce poesía de Justinus Kerner, y ahí tengo que señalar la maestría de Martineau en la introducción de ‘Stille Liebe’ (VIII) y el acompañamiento memorable del último poema ‘Alte Laute’ (XII) en los que no me cabe más elogio que decir que se superó a sí mismo, y eso que su nivel es siempre elevadísimo. Hasselhorn estuvo fenomenal en las doce, pero de nuevo indicaré algunas como la II (‘Stirb’, Lieb’ und Freud’!), la III (‘Wanderlied’), los mencionados VIII y XII, y el X (‘Stille Tränen). Tras la atronadora ovación agregaron dos Schumann más (no podía ser de otro modo), los conocidos ‘Du bist wie eine Blume’ y ‘Zueignung’.
Como en
todas las ocasiones hubo espacio para el talento joven antes de los artistas
principales (con lo que llegamos a duraciones ‘operísticas’ de las respectivas
veladas). En el primero la mezzosoprano Ana Molina y el pianista Patxi Aizpiri
ofrecieron versiones encomiables de obras de Mozart, Schubert, Brahms, Wolf,
Berg, Chausson, Fauré y Roussel. En la segunda actuaron el violinista Federico
Piccotti y la pianista Marta Puig, de los que tuve buenas referencias pero a
los que no pude llegar a tiempo para oír.
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