Reino Unido

Mahler sonrió

Agustín Blanco Bazán
lunes, 14 de noviembre de 2022
Daniel Harding © CC BY-SA 3.0 Daniel Harding © CC BY-SA 3.0
Londres, viernes, 4 de noviembre de 2022. Barbican Hall. Orquesta Real del Concertgebow bajo la dirección de Daniel Harding. 4.11.2022: Brahms, Concierto para violín (solista Leonidas Kavakos). Beethoven, Sinfonía nº 6 ‘Pastoral’. 5.11.2022: Rick van Veldhuizen, Mais le corps taché dombres (estreno en el Reino Unido). Mahler: Sinfonía nº 9.
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Después de iniciar su gira en Madrid, la Concertgebow aterrizó a repetir sus conciertos en un Londres sombrío por un tiempo inclemente y peores noticias. El día del primero de ellos, el gobierno había anunciado cortes de subvenciones a lo que para sus burócratas no tiene importancia alguna: la música clásica. Entre los afectados se encuentra la orquesta residente del Barbican, la Sinfónica de Londres, con un 13% menos. Con este trasfondo, la irrupción de la orquesta holandesa en la misma sala fue un baño de luminosidad por la excelencia de su oficio y del director elegido. 

En el Concierto para violín de Brahms, la Concertgebow comenzó acompañando a un Leonidas Kavakos virtuoso pero algo alambicado en el 'Allegro non troppo'. La espontaneidad del acompañamiento orquestal seguramente le ayudó a equiparar el nivel de aquel durante un 'Adagio' desarrollado con recóndito lirismo melódico y en el 'Allegro giocoso', tanto la orquesta como el violinista parecieron ignorar la advertencia del compositor de “ma non troppo vivace” para desbordar sus energías como una protesta heroica que supongo en más de uno resonó como una rebelión contra los cortes financieros: ¡qué orquesta maravillosa y triunfante esta de Ámsterdam en comparación con las capas caídas de las agrupaciones obligadas a mendigar en el Reino Unido! Como propina, Kavakos deleitó al público con el quinto movimiento de la Partita para violín nº 1 en si menor de Bach.

Después del intervalo, Harding guio a la Concertgebow a lo largo de una Pastoral que lo tuvo todo, desde un toque de humor en la apertura del 'Allegro ma non troppo' hasta un final más lírico que panteísta hacia el final. ¡Qué precisos pero tranquilos fueron los pizzicatos de chelo al comienzo del ultimo movimiento! Tal vez el 'Andante' hubiera merecido tempi algo más rápidos, en respuesta a la indicación de molto mosso, pero ¡qué importa! Esta fue una Pastoral que evitó densidades de rubato para soslayarse en un claridad transparente y precisa, casi mozartiana, pero con toda la riqueza cromática y de variación dinámica pedida por la partitura. 

El segundo concierto comenzó con una breve y bien construida pieza de Rick van Veldhuizen para orquesta de cuerdas y arpa, consistente en marcados contrastes marcados “desde la hiper-consonancia a la hiper-disonancia” (sic, nota de programa), y alternados con melodías evocadoras de Mahler y contrapuntos reminiscentes de Berg y Ligetti. Pero il vero Mahler llegó a continuación, con una Novena difícil de olvidar.

En comparación con directores como Abbado o Haitink, Harding se presentó como un director más sanguíneo, de mímica apasionada, siempre mirando una partitura abierta sobre su atril y desarrollando una enfática y precisa interacción con la orquesta. Y en todo momento esta respondió a sus instrucciones con una precisión antológica no sólo por su nitidez sino por una expresividad siempre contenida: y nunca, pero nunca, bombástica o exhibicionista. En medio del agitado mar universal de esta sinfonía tuve la sensación de estar dentro de una obra de cámara gracias a la laboriosidad del director y cada instrumentista, desde la hesitación sincopada que abre la obra hasta ese final único por una resignación similarmente reticente. 

Como nunca pareció abrirse este fallido y triunfante corazón de Mahler, ya a partir de un 'Andante comodo', desarrollado con inigualable espontaneidad y diferenciada unidad polifónica. A diferencia de, por ejemplo, Bernstein, Harding desarrolló el 'Ländler' y el 'Rondo-Burleske' sin arriesgarse al sobre énfasis, pero siempre con una expresividad intensa. En contraste, los acordes que abren el 'Adagio' sorprendieron como un lamento de extrema desesperación que la Concertgebow arrojó al público como un mazazo antes de explayarse en la maravillosa tonalidad de la melodía central. Y así siguieron estos grandes mahlerianos, explorándolo todo con minuciosa variación interpretativa y con espontaneidad schubertiana. 

Después de la última nota Harding suspendió su batuta para solo bajarla como reacción al tentativo chocar de manos del primer espectador que se atrevió a aplaudir. Ello después de un silencio que me pareció el más largo que recuerdo haber experimentado con esta obra que siempre termina con un silencio prolongado. Las ovaciones que siguieron distinguieron merecidamente la asertividad nunca agresiva de los metales y la incomparable calidez de las maderas de viento.

Hace muchos años, después de una Novena por la misma orquesta y en el mismo lugar, y mientras recibía los saludos en su camerino, algunos señalamos a Leonard Bernstein que su Novena había sido extrañamente luminosa. “¡Es que Mahler hoy estaba sonriendo!”, respondió el director. También pareció sonreír en esta oportunidad, al menos para aliviar al público de un país finalmente derrotado por la desesperanza y la arrogancia xenófoba de su elite gobernante. 

Comentarios
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Jorge Ariel Binaghi
14/11/2022 12:38:50

Muy buena reseña, y no sólo por la parte estrictamente descriptivo-interpretativa de los conciertos o por la anécdota de Bernstein y su Mahler 'sonriente' (¡difícil habrá sido!). Es obvio que en un país con los problemas aumentados por el dichoso Brexit (que incluso ha hecho cambiar a artistas de nacionalidad) los mismos no pueden quedar a la puerta de una sala de concierto aunque los alivie. Y ahora uno de los bastiones de la música clásica corre el riesgo de dejar de serlo por la soberbia, desfachatez e incultura de los ricos de turno y/o sus servidores

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