Chequia
Festival JanáčekReflexión psicológica
Robert Ferrer Llueca
Uno de los grandes títulos operísticos janáčekianos es
sin duda Katia Kabanová. En el presente festival se podrá disfrutar de
una destacada producción del Grand Théâtre de Genève, pero en esta ocasión daremos cuenta de la
representación de otra producción completamente distinta, procedente del Teatro
Nacional de Praga y estrenada en enero de este año 2022. Entre el elenco de
artistas destacaba el nombre del español Calixto Bieito, reconocido director de escena de
Miranda de Ebro afincado actualmente en Basilea, cuyas propuestas escénicas nunca
dejan indiferente a nadie. Recordamos sus aproximaciones previas a Janáček en las
producciones de Jenůfa en Stuttgart y Desde la casa de los muertos
en Núremberg, que ahora amplía en su reflexión más psicológica para esta interesante
producción praguense de Katia Kabanová.
La concepción escénica de Calixto Bieito incide
claramente en el mundo interior de los personajes de la ópera. Excelentes sus
aprovechamientos de las transiciones y silencios para llenarlos con sollozos,
suspiros, expresiones faciales más acentuadas, etc. La escenografía de
Aída-Leonor Guardia representa al inicio como una gran piscina vacía, en una especie
de ahogamiento o prisión de Katia, resaltando así las presiones del entorno
social de las que la protagonista no puede escapar y que finalmente la
conducirán a arrojarse al río Volga. El agua está pues presente, aunque no de
manera tan evidente y continuada como en Carsen: la piscina que aquí se llena
de agua progresivamente durante la escena final de Katia en el tercer acto nos
recuerda claramente a la famosa producción del director de escena canadiense,
pero las concepciones escénicas son totalmente distintas.
Además, la sobriedad de la escena en esta producción permite
una mayor concentración en lo propiamente musical y en la acción dramática,
especialmente en los movimientos escénicos y en la psicología de los
personajes. Estos aparecen en escena antes del comienzo de la representación,
en un intento de cercanía con el público que culminará con las luces del
auditorio encendidas para la apelación a las gentes de Kabanicha (Děkuji
vám…) al final de la ópera. La representación se ofreció sin solución de
continuidad, lo que es completamente posible en una ópera con una duración
total aproximada de una hora y cuarenta minutos, y además resulta bien acertado
hacerlo así porque evita distracciones innecesarias en pro de la continuidad
dramática.
Interesante también el vestuario de Eva Butzkies, que
nos recuerda un poco a aquella ya antológica Katia Kabanová de Salzburgo
del año 1998. Resultó
igualmente adecuada la iluminación, con diseño de Michal Bauer: desde la
luminosidad total en blanco para el inicio de los actos primero y tercero,
pasando por el verde evocador del jardín en la escena de amor entre Katia y
Boris del segundo acto, y la predominancia general de iluminaciones más tenues,
totalmente acordes con el desarrollo dramático.
En cuanto a los solistas, todos ellos mostraron grandes
dotes como actores en esta exigente producción. Vocalmente, la gran triunfadora
de la noche fue sin duda Alžběta
Poláčková (Káťa), de voz compacta, brillante e imponente en el registro agudo.
Impresionante también la recreación de Kabanicha por Eva Urbanová (Marfa
Ignatěvna Kabanová), así como los intentos de expresividad en el canto profundo
de Jiří Sulženko (Savel Prokofjevič Dikoj). Por su parte, el tenor danés Magnus
Vigilius (Boris Grigorjevič) demostró unas cualidades canoras excelentes, completamente
a nivel internacional y cantando con voz potente y bien timbrada en todo
momento, aunque su pronunciación del checo no fuera del todo ideal. Jaroslav
Březina (Tichon Ivanyč Kabanov) cantó su parte correctamente, pero en esta
ocasión destacó incluso más en lo dramático, y la sorpresa de la velada fue
Alena Kropáčková (Varvara), excelente actriz y poseedora de una voz realmente
bella que hizo las delicias del público. De los personajes principales, solo
mencionar la menor consistencia de la voz de Martin Šrejma (Váňa Kudrjáš), quien
contó además con algún desajuste inesperado con la orquesta en la bonita canción
popular del segundo acto.
La orquesta del Teatro Nacional de Praga mostró un sonido bien cuidado y envolvente durante toda la ópera, respetando siempre el balance con los distintos solistas. Bajo la dirección de Jaroslav Kyzlink, ofreció una interpretación de Janáček quizás demasiado emotiva, romántica. Es verdad que se le puede sacar mucho más partido a la extraordinaria orquestación del compositor moravo, cuidar los detalles, resaltar más su agresividad y visceralidad en algunos puntos, pero en general estuvo todo correcto y podemos hablar por tanto de una buena interpretación también en lo propiamente musical.
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