Chequia

Festival Janáček

Música en contexto

Robert Ferrer Llueca
lunes, 21 de noviembre de 2022
Sofia Gubaidulina © by David Carreno Sofia Gubaidulina © by David Carreno
Brno, viernes, 11 de noviembre de 2022. Sala Mozart, Teatro Reduta. Edison Denisov: Le soleil des Incas, op. 20, para soprano y ensemble. Leoš Janáček: Capriccio para piano mano izquierda, flauta (piccolo), dos trompetas, tres trombones y tuba tenor, JW VII/12. Sofia Gubaidulina: Concondanza. Igor Stravinski: Concierto para piano e instrumentos de viento. Doubravka Součková (soprano), Miroslav Beinhauer (piano). Brno Contemporary Orchestra. Pavel Šnajdr, director.
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La preciosa Sala Mozart del Teatro Reduta de Brno fue el escenario elegido para este concierto de la Brno Contemporary Orchestra que, con el concurso de dos destacados solistas, nos ofreció un interesante y variado programa realmente muy cuidado desde la dramaturgia, con interesantes connotaciones y relaciones entre Janáček, la música rusa y sus respectivos contextos sociopolíticos y culturales. Se presentaron pues cuatro obras fundamentales de compositores tan relevantes para la historia de la música del siglo XX como Edison Denisov, Leoš Janáček, Sofia Gubaidulina e Igor Stravinski.

En primer lugar, el conjunto brunense abordó la interpretación de la obra titulada El sol de los Incas de Denisov, para soprano y ensemble (flauta, oboe, trompa, trompeta, dos pianos, percusión, violín y violoncello), sobre una traducción rusa del poema Sol tropical de la Premio Nobel chilena Gabriela Mistral. Compuesta en 1964, se trata de una cantata breve en seis movimientos que marca el inicio del reconocimiento internacional del compositor soviético. Fue interpretada como primicia en Darmstadt y París dirigida por Bruno Maderna, ya después de su estreno ruso por el excelente director Guennadi Rozhdéstvenski. Para la interpretación en Brno que ahora reseñamos, el ensemble contó con la participación solista de la soprano Doubravka Součková, de voz muy interesante tímbricamente, potente y con empaque sonoro en todos sus registros (y unos agudos de ensueño), control técnico absoluto, además de mostrar una excelente dicción en ruso que hizo el texto completamente inteligible. Su impecable interpretación de los distintos fragmentos vocales fue realmente lo más destacable en esta primera obra del programa en que las intervenciones instrumentales estuvieron igualmente a la altura, destacando especialmente el interés y perfecta coordinación de la sección de percusión, incluidos los dos pianos. También es verdad que fue durante la interpretación de esta obra que notamos que la sala elegida, si bien muy bonita, no era totalmente adecuada para la interpretación de este tipo de obras tan delicadas, pues el sonido se mezcla demasiado actuando en contra de la claridad y precisión sonoras. Definitivamente, hubiera sido ideal alguna sala algo más seca.

La segunda obra en el programa fue el Capriccio para piano mano izquierda, flauta (piccolo), dos trompetas, tres trombones y tuba tenor, JW VII/12 de Leoš Janáček, compuesto por el compositor moravo en 1926 a petición del pianista checo Otakar Hollmann, quien quedó inválido de la mano derecha durante la Primera Guerra Mundial. En esta ocasión se encargó de su interpretación el pianista Miroslav Beinhauer, el único intérprete del mundo que sabe cómo tocar el singular harmonio de seis tonos de Alois Hába. Su aproximación a la obra de Janáček, si bien estuvo correcta en los aspectos puramente técnicos, nos pareció algo descafeinada, falta de la agresividad, rabia y visceralidad propias del compositor moravo. Quizás mucho mejor para el lirismo del segundo movimiento, aunque insistimos en su academicismo: faltaba dotar a la interpretación del espíritu propiamente janáčekiano. Los acompañamientos y solos de los demás músicos estuvieron muy bien en general, destacando las varias intervenciones solistas del intérprete de tuba tenor (más aún sabiendo que esta parte estaba interpretada por un trombonista), aunque también debemos hacer mención de los acusados desajustes, poca unificación e incluso desafinación en varios de los ataques y pasajes de los tres trombones en los movimientos primero y cuarto. En general, lo que más nos gustó aquí fue la candidez de las intervenciones de la flautista y, muy especialmente, la seguridad interpretativa y claridad sonora de las dos trompetas.

El concierto prosiguió después del descanso con la obra Concondanza de Sofia Gubaidulina, una magnífica compositora rusa de origen tártaro, reconocida solo tardíamente a nivel internacional debido a la censura procurada por la política cultural soviética de la época. La obra data de 1971, y es una de sus primeras composiciones basadas en las llamadas “oposiciones binarias”, concretamente aquí en concondancia versus discordancia. Está compuesta para una plantilla instrumental formada por flauta, oboe, clarinete, fagot, trompa, percusión, violín, viola, violoncello y contrabajo. En la interpretación de esta obra por la Brno Contemporary Orchestra destacó la excelente afinación (muy difícil con tantas disonancias y cuartos de tono) de todos los componentes del ensemble, sin excepción, quienes también pudieron mostrar aquí sus capacidades especiales como solistas. Además, debemos destacar su extraordinaria construcción de los puntos culminantes. En todo momento notamos su afán en la búsqueda de la variedad de los colores instrumentales, la calidad de los efectos sonoros y el interés general en lo propiamente sonoro.

Para finalizar, se ofreció el Concierto para piano e instrumentos de viento de Igor Stravinski, obra totalmente representativa de su etapa neoclásica iniciada en el año 1920 con el ballet Pulcinella ya después de su exilio en Francia. Compuesto en 1924, este concierto se aparta del interés inicial en el folklore ruso de su primer periodo compositivo para proponernos una mirada al estilo compositivo y las sonoridades de Händel y Bach, desde un neoclasicismo caracterizado por la oposición a la ambivalencia emocional y lo programático, típicos del romanticismo, impregnado además de gran creatividad y total personalidad compositiva. El pianista Miroslav Beinhauer estuvo aquí mucho mejor, en comparación con lo anteriormente dicho para Janáček, debido sobre todo a la nitidez de la escritura stravinskiana. Demostró sin duda que es un buen intérprete, con grandes capacidades técnicas. Buen balance entre solista y ensemble instrumental, excepto en algunos fortísimos donde el pianista se vio tapado sin más. De nuevo, ¿quizás un problema de la acústica de la sala? ¿O de la abigarrada y poco peculiar instrumentación de la obra, hasta con cinco contrabajos?

El gesto claro y eficiente del director Pavel Šnajdr aportó precisión rítmica especialmente en Denisov, coordinó bastante bien a solista y ensemble en Janáček, y abordó con suficiente seguridad el concierto de Stravinski, aunque donde mostró su excelente trabajo directoral Šnajdr fue durante la interpretación de la obra de Gubaidulina. En definitiva, un interesantísimo programa interpretado con total solvencia tanto por los dos solistas como por los distintos músicos de la Brno Contemporary Orchestra, uno de los conjuntos checos más destacados en la interpretación de la música contemporánea y actual.  

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