Chequia
Festival JanáčekMúsica en contexto
Robert Ferrer Llueca
La preciosa Sala Mozart del Teatro Reduta de Brno fue
el escenario elegido para este concierto de la Brno Contemporary Orchestra que,
con el concurso de dos destacados solistas, nos ofreció un interesante y
variado programa realmente muy cuidado desde la dramaturgia, con interesantes
connotaciones y relaciones entre Janáček, la música rusa y sus respectivos
contextos sociopolíticos y culturales. Se presentaron pues cuatro obras
fundamentales de compositores tan relevantes para la historia de la música del
siglo XX como Edison Denisov, Leoš Janáček, Sofia Gubaidulina e Igor
Stravinski.
En primer lugar, el conjunto brunense abordó la
interpretación de la obra titulada El sol de los Incas de Denisov, para
soprano y ensemble (flauta, oboe, trompa, trompeta, dos pianos, percusión,
violín y violoncello), sobre una traducción rusa del poema Sol tropical
de la Premio Nobel chilena Gabriela Mistral. Compuesta en 1964, se trata de una
cantata breve en seis movimientos que marca el inicio del reconocimiento
internacional del compositor soviético. Fue interpretada como primicia en
Darmstadt y París dirigida por Bruno Maderna, ya después de su estreno ruso por
el excelente director Guennadi Rozhdéstvenski. Para la interpretación en Brno
que ahora reseñamos, el ensemble contó con la participación solista de la
soprano Doubravka Součková, de voz muy interesante tímbricamente, potente y con
empaque sonoro en todos sus registros (y unos agudos de ensueño), control
técnico absoluto, además de mostrar una excelente dicción en ruso que hizo el
texto completamente inteligible. Su impecable interpretación de los distintos
fragmentos vocales fue realmente lo más destacable en esta primera obra del
programa en que las intervenciones instrumentales estuvieron igualmente a la
altura, destacando especialmente el interés y perfecta coordinación de la
sección de percusión, incluidos los dos pianos. También es verdad que fue
durante la interpretación de esta obra que notamos que la sala elegida, si bien
muy bonita, no era totalmente adecuada para la interpretación de este tipo de obras
tan delicadas, pues el sonido se mezcla demasiado actuando en contra de la
claridad y precisión sonoras. Definitivamente, hubiera sido ideal alguna sala
algo más seca.
La segunda obra en el programa fue el Capriccio
para piano mano izquierda, flauta (piccolo), dos trompetas, tres trombones y
tuba tenor, JW VII/12 de Leoš Janáček, compuesto por el compositor moravo en
1926 a petición del pianista checo Otakar Hollmann, quien quedó inválido de la
mano derecha durante la Primera Guerra Mundial. En esta ocasión se encargó de
su interpretación el pianista Miroslav Beinhauer, el único intérprete del mundo
que sabe cómo tocar el singular harmonio de seis tonos de Alois Hába. Su
aproximación a la obra de Janáček, si bien estuvo correcta en los aspectos
puramente técnicos, nos pareció algo descafeinada, falta de la agresividad,
rabia y visceralidad propias del compositor moravo. Quizás mucho mejor
para el lirismo del segundo movimiento, aunque insistimos en su academicismo:
faltaba dotar a la interpretación del espíritu propiamente janáčekiano. Los
acompañamientos y
solos de los demás músicos estuvieron muy bien en general, destacando las
varias intervenciones solistas del intérprete de tuba tenor (más aún sabiendo
que esta parte estaba interpretada por un trombonista), aunque también debemos
hacer mención de los acusados desajustes, poca unificación e incluso
desafinación en varios de los ataques y pasajes de los tres trombones en los
movimientos primero y cuarto. En general, lo que más nos gustó aquí fue la
candidez de las intervenciones de la flautista y, muy especialmente, la
seguridad interpretativa y claridad sonora de las dos trompetas.
El concierto prosiguió después del descanso con la
obra Concondanza de Sofia Gubaidulina, una magnífica compositora rusa de
origen tártaro, reconocida solo tardíamente a nivel internacional debido a la
censura procurada por la política cultural soviética de la época. La obra data
de 1971, y es una de sus primeras composiciones basadas en las llamadas
“oposiciones binarias”, concretamente aquí en concondancia versus discordancia.
Está compuesta para una plantilla instrumental formada por flauta, oboe,
clarinete, fagot, trompa, percusión, violín, viola, violoncello y contrabajo.
En la interpretación de esta obra por la Brno Contemporary Orchestra destacó la
excelente afinación (muy difícil con tantas disonancias y cuartos de tono) de
todos los componentes del ensemble, sin excepción, quienes también pudieron
mostrar aquí sus capacidades especiales como solistas. Además, debemos destacar
su extraordinaria construcción de los puntos culminantes. En todo momento
notamos su afán en la búsqueda de la variedad de los colores instrumentales, la
calidad de los efectos sonoros y el interés general en lo propiamente sonoro.
Para finalizar, se ofreció el Concierto para piano
e instrumentos de viento de Igor Stravinski, obra totalmente representativa
de su etapa neoclásica iniciada en el año 1920 con el ballet Pulcinella ya
después de su exilio en Francia. Compuesto en 1924, este concierto se aparta
del interés inicial en el folklore ruso de su primer periodo compositivo para
proponernos una mirada al estilo compositivo y las sonoridades de Händel y
Bach, desde un neoclasicismo caracterizado por la oposición a la ambivalencia
emocional y lo programático, típicos del romanticismo, impregnado además de
gran creatividad y total personalidad compositiva. El pianista Miroslav
Beinhauer estuvo aquí mucho mejor, en comparación con lo anteriormente dicho
para Janáček, debido sobre todo a la nitidez de la escritura stravinskiana.
Demostró sin duda que es un buen intérprete, con grandes capacidades técnicas.
Buen balance entre solista y ensemble instrumental, excepto en algunos
fortísimos donde el pianista se vio tapado sin más. De nuevo, ¿quizás un problema de la
acústica de la sala? ¿O de la abigarrada y poco peculiar instrumentación de la obra,
hasta con cinco contrabajos?
El gesto claro y eficiente del director Pavel Šnajdr
aportó precisión rítmica especialmente en Denisov, coordinó bastante bien a
solista y ensemble en Janáček, y abordó con suficiente seguridad el concierto
de Stravinski, aunque donde mostró su excelente trabajo directoral Šnajdr fue
durante la interpretación de la obra de Gubaidulina. En definitiva, un
interesantísimo programa interpretado con total solvencia tanto por los dos
solistas como por los distintos músicos de la Brno Contemporary Orchestra, uno
de los conjuntos checos más destacados en la interpretación de la música
contemporánea y actual.
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