España - Madrid

Teatro de la Zarzuela

Números cerrados y versos obtusos

Xoán M. Carreira
lunes, 28 de noviembre de 2022
Policías y ladrones © 2018 by Teatro de la Zarzuela Policías y ladrones © 2018 by Teatro de la Zarzuela
Madrid, viernes, 18 de noviembre de 2022. Policias y ladrones, zarzuela contemporánea con música de Tomás Marco y libreto de Álvaro del Amo. Estreno absoluto. Nueva producción del Teatro de la Zarzuela. Dirección de escena, Carmen Portaceli. Escenografía, Montse Amenós. Vestuario, Antonio Belart. César San Martín (el presunto implicado), Miguel Ángel Arias (el policía), Alba Chantar (la hija), César Arrieta (el hijo), María Hinojosa (la mujer), Armen Boricó, Carlos Cañas, David Fernández "Fabu", Hugo Huerta, Juan Matute, Luis Pérez Sierra y Ana Vélez. Coro del Teatro de La Zarzuela (director: Antonio Fauró). Orquesta de la Comunidad de Madrid (titular del Teatro de La Zarzuela). José Ramón Encinar, dirección musical.
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En el vestíbulo del Teatro de la Zarzuela, frente a la vacía zona de taquillas había una bulliciosa aglomeración en el mostrador de información para recoger las entradas de prensa, invitaciones de cortesía, protocolo, etc. para el estreno de Policías y ladrones, la nueva zarzuela de Tomás Marco, quien también estaba presente aunque no saliera a saludar al final pues los aplausos no duraron lo suficiente para alcanzar el turno de los autores.

Muchas de estas personas no parecían acostumbradas a las colas, desordenadas, con gente intentando colarse e impidiendo el paso a los abonados del teatro -muchos de ellos gente anciana- que tenían que zigzaguear para llegar a las puertas. 

Una vez en la sala, el acceso a las butacas se veía dificultado por los pequeños grupos que se formaban para confraternizar. La ocupación, muy alta, disminuyó sensiblemente tras el descanso por las numerosas deserciones, tanto entre los invitados como entre los abonados. 

«Policías y ladrones», régie de Carme Portaceli. © 2022 by Javier del Real.«Policías y ladrones», régie de Carme Portaceli. © 2022 by Javier del Real.

La solución escenográfica de Policías y ladrones, muy sencilla y eficaz, se limitó a una rampa de sección helicoidal cuya parte superior servía de tribuna, y una acera circular deslizante que rodeaba una alta puerta giratoria coronada por una pantalla de vídeos en la que se podían leer mensajes y textos casi continuamente. Para las escenas en el interior de la prisión simplemente caían unas cadenas del techo demarcando los espacios interior y exterior de la cárcel. 

El atrezzo y el vestuario resultaron adecuados en general. Sería discutible si la hija del policía -trabajando en una tesis de historia del arte sobre Boticelli en Italia- debe vestir como una 'choni', o si los policías españoles deben llevar una vestimenta de bobby inglés; y el continuo movimiento de maletas llega a ser cansino e injustificado. Pero en cambio se refleja bien la vestimenta de los presos, al igual que la de la mujer del Presunto Implicado y sus amigas. 

El libreto, inspirado en el Caso Bárcenas, es un burdo remedo de la larga tradición del 'teatro menor' español, de los estándares más zafios del sainete y el género chico con esporádicas alusiones a Manolo (1769) de Ramón de la Cruz, cuando culmina en el coro general final en que todos cantan:

Pues no todo se ha perdido
si es posible que este pueblo
a veces tan desabrido
pueda encontrarse esta noche
contemplando una zarzuela
como aquellas que mi abuela
repetía a troche y moche

«Policías y ladrones», régie de Carme Portaceli. © 2022 by Javier del Real.«Policías y ladrones», régie de Carme Portaceli. © 2022 by Javier del Real.

El argumento es una interminable divagación, carente de cualquier sentido dramático, sobre la corrupción institucional. Álvaro del Amo equipara cívica y moralmente a presos y policías, gánsteres y jueces, próceres y ladrones, como queda sintetizado en el dúo final del Presunto Implicado y el Policía: 

Nosotros fuimos rivales,
astutos y tracioneros.
Hoy sabemos que vivales
no somos ni tu ni yo.
Hay un jefe, un gran gurú, 
que nos dicta el tururú
a inocentes y frescales. 

Con una sutilidad digna de Federico Jiménez Losantos, Álvaro del Amo escupe a los espectadores el discurso paranoico característico de los autoritarismos populistas, como si encendiese un ventilador que aventase la mierda y enmierdase a toda la sociedad, tras lo cual propone -a través del coro general-

Abracemos la falacia
de una reconciliación. 

A lo largo de su prolongada carrera Tomás Marco ha dado sobradas pruebas de sus grandes limitaciones para la escritura vocal, de su carencia de imaginación melódica, de su deficiente dominio de la armonía y la instrumentación, y -sobre todo- de una enorme torpeza dramatúrgica. Policías y ladrones es una nueva prueba más de ello, ninguna novedad por tanto en este sainete salvo que deja en evidencia que el autor no tiene ni el menor sentido del humor. 

Al margen de que la estructura de la obra sea en números cerrados, cada uno de estos se construye como una colcha de patchwork para la cual se reaprovechan viejos retales, no todos en buen estado (unos rasgados, otros descoloridos). Por doquier asoman burdas copias de Prokofiev, Stravinsky, Sorozábal, Mozart, Barbieri, Chapí, Luna y otros muchos autores de éxito hace cien años o más. Son retales descoloridos pero reconocibles, a pesar de la degradación debida no tanto al tiempo como a la mala calidad de la copia. 

«Policías y ladrones», régie de Carme Portaceli. © 2022 by Javier del Real.«Policías y ladrones», régie de Carme Portaceli. © 2022 by Javier del Real.

Policías y ladrones es como un patio de Monipodio, filmado en blanco y negro por un aficionado con una vieja cámara deteriorada: los perfiles de los personajes son borrosos y apenas se entienden sus interrelaciones. Las mejores imágenes son las de la 'Mujer del Presunto Implicado', una esperpéntica caricatura de la Reina de la Noche con sus sobreagudos y su histerismo vital, espléndidamente interpretada por María Hinojosa, quien acertó a imponerse a las trampas del libreto y la partitura. Por el contrario el gran protagonista, el 'Presunto Implicado', César San Martín, no llegó a crear su papel, abrumado por la dificultad e incoherencia de su parte. 

Peor aún lo tuvo el barítono, Miguel Ángel Arias (el Policía), enfrentado a una tesitura innecesariamente incómoda, de prosodia absurda y en un rol sin definición dramática, lo que limitaba seriamente sus posibilidades expresivas. 

Alba Chantar (la hija) y César Arrieta (el hijo), los ingenuos retoños de los protagonistas, equivalentes modernos de la pareja bufa, tuvieron su momento en la cuarta parte (escena 12), cuando en su cutre apartamento italiano se enfrentan al cuidado de su hija, el típico bebé llorón que no les deja dormir. Esta fue la primera ocasión en la que el público pareció interesarse por lo que ocurría en escena, e incluso hubo algunas risas. 

El quinteto concertante de los protagonistas, un remedo de los concertantes de Rossini, se quedó en eso: un remedo torpe y desafortunado. Y como en Policías y ladrones los dúos, tríos o escenas de conjunto son excepcionales y brevísimos (normalmente duran lo que dura un pareado ripioso), la presunta habilidad concertante de Marco sigue siendo una hipótesis a la espera de demostración. 

Los números corales fueron lo más afortunado de la función. El Coro del Teatro de la Zarzuela sabe moverse en escena y disfruta haciéndolo. En esta ocasión se divirtieron a ojos vista imitando gestos y movimientos típicos y tópicos del musical americano y -desgraciadamente- de la propia realidad de los noticiarios televisivos y 'programas de investigación' de las cadenas privadas más populistas: un nuevo acierto de Carmen Portaceli. Además de actuar, el coro también cantó unas partes de torpe escritura coral y nulo interés musical, y lo hizo con efectividad, sin intentar disimular los pasajes que eran una burda copia del gran repertorio zarzuelístico. 

Como era de esperar, y para eso se le contrató, José Ramón Encinar dirigió con entusiasmo, además ha sido titular de la ORCAM por lo que conoce la orquesta, y finalmente es un veterano en estas lides, con más de cuarenta años de experiencia dirigiendo estrenos de Tomás Marco. 

Policías y ladrones se suma a la interminable lista de encargos institucionales a Tomás Marco en el último medio siglo, desde aquellos iniciales que le procuró su padre, famoso juez del Tribunal de Orden Público a partir de 1969 (y antes del tribunal de persecución de la masonería). Desde entonces Marco ha servido con fidelidad -desde los más diversos puestos institucionales de designación directa- a todos y cada uno de los gobiernos que ha tenido España, y todos ellos le han premiado con generosos encargos. El caso de Policías y ladrones resulta más lesivo porque se trata de una gran producción, costosa tanto económicamente como en recursos humanos, que culmina en uno de los mayores fracasos de la historia reciente de este teatro. 

El Teatro de la Zarzuela, de titularidad pública, ha realizado un encargo institucional de un libelo que equipara la corrupción con la decencia, el delito con la ley, y se burla despectivamente de los valores de la sociedad abierta.  

Comentarios
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Jorge Ariel Binaghi
28/11/2022 10:50:21

"Versos duros que ponen la excelencia en ser oscuros"

. Pero ese era el malvado de Quevedo riéndose de Góngora, y no hay aquí alguien equivalente al pobre Don Luis, al que si bien cuesta entender en sus poemas cultos y culteranos no se le puede negar calidad poética (que guste más o menos es otra cuestión). Supongo que este nuevo encargo es en el fondo un sutil castigo a los madrileños que han votado y votarán a sus líderes y lideresas actuales, tan cultos y lógicos ellos aunque algo menos que sus consejeros espirituales y/e (in)morales: si fuera así, pero no creo demasiado en sutilezas de alguna gente, sería algo fantástico, pero que ciertamente no deberían pagar ni los espectadores ni los contribuyentes libres de tamaño pecado original.


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