Italia
Las servidumbres de un festival
Jorge Binaghi

Ciertamente todo festival que se precie (hoy no parece
haber muchos que lo recuerden), y más si es monográfico (dedicado a un tema o a
un autor) tiene el deber y la función de presentar no sólo obras maestras
consagradas sino otras que pueden ser interesantes o que han sido olvidadas. En
el caso de Donizetti con sus setenta títulos eso es aún más necesario. Y
naturalmente no todas son perlas raras.
La curiosidad de esta primera edición crítica de Chiara e Serafina era, que después de unas
diez funciones en la temporada de su estreno en la Scala, desapareció por dos
siglos. Me temo que luego de estas tres (o cuatro si se considera el ensayo
general con público) volverá a dormir para siempre. No es que sea mala, sino
soberanamente aburrida, en particular el más que soporífero y eterno primer
acto (una hora cuarenta que pesa como
tres o cuatro). El segundo es mejor y bastante más corto, pero cuando termina
uno se queda con la duda de para qué empezó.
Todos los atenuantes son ciertos: Romani entregó muy
tarde su libreto, era la primera comisión de la Scala, el autor trató de hacer
algo ‘especial’. Pero en mi recuerdo, y aunque no he visto ni la mitad de los
títulos, un Donizetti puede ser regular, convencional, `malo’ (o sea lo que
otros quisieran haber escrito una vez en su vida, para aclarar las cosas), pero
nunca demasiado largo ni, peor, aburrido. Bueno, aquí está.
También es verdad que pocas óperas semiserias se salvan hoy, sean de quien sean, pero, por ejemplo, sin salir del autor, Linda de Chamounix (que también en algún aspecto es larga y/o reiterativa) es bien interesante y, en comparación con este título, una obra maestra absoluta.
Aunque algún número aislado está ‘bien’ (en el segundo
acto las respectivas arias de las protagonistas) no deja verdadera huella, y lo
peor es que muchas veces lo que parece una buena idea se arruina por pasarse
del final … o de rosca. Lo cómico nunca lo es tal, lo serio tampoco. No hay un
personaje interesante aunque sea sólo un ‘tipo’ (lo que más se acerca, pero tal
vez sea por la puesta en escena o la intérprete, es el rol secundario de
Lisetta). El argumento es rocambolesco y no vale la pena contarlo (de todos
modos nunca he creído que una reseña tenga como objetivo contar la trama de una
obra). Baste saber que como subtítulo lleva ‘Il pirata’.
El espectáculo inventado por Falaschi pretende ser
irónico, con un coro que se comporta como más propio de un musical y vestido en
manera ‘bufa’. También varios de los personajes, y no sólo el dichoso ‘Picaro’,
que no lo es tanto y que cuando se arrepiente de sus picardías resulta todavía
peor, aparecen deliberadamente exagerados, pero realmente no sabría decir si el
espectáculo me gustó o no. No hay materia sobre la que construir algo bueno o
malo y se hace lo que se puede. Voluntad hay mucha.
Luego si se enferma el protagonista (Pietro Spagnoli) a
última hora y lo sustituye uno de los cantantes que participan y son miembros
de la Academia de perfeccionamiento de la Scala se ve que no es claramente el
mejor día para asistir, pero es el que uno tiene, y para colmo el del estreno
‘oficial’. El joven cantante que se encarga de Don Meschino es Giuseppe De Luca
(un nombre ilustre entre los barítonos ‘históricos’, pero al parecer no más que
una casualidad), correcto y punto. Imagino el apuro que habrá pasado cuando
sólo debía hacer un papel menor. Tiene el mérito de haber salvado la función y de no haber hecho nada mal.
Las dos intérpretes del título tienen posibilidades
reales y personalmente -por una cuestión de timbre- prefiero ligeramente a
Doveri (Chiara) sobre Zhou (Serafina) aunque es cierto que un italiano tiene de
entrada una ventaja sobre colegas orientales que aquí no es sólo una.
Tenor y barítono (o bajobarítono) tiene también sus roles
importantes y no son malos, sólo desteñidos, y en este caso habría hecho falta lo
contrario (Don Ramiro y Picaro respectivamente, no vuelvo a escribir los
nombres porque son largos).
Personalidad en cambio (le sobra) y buen canto (le
alcanza) a la mencionada Lisetta de Pluzhnikova, y los demás están también
bien. Del coro ya he hablado.
Probablemente, y pese a que Gli Originali (por los instrumentos
de época) no son una formación extraordinaria, sin la dirección de Quatrini las
cosas habrían salido mucho peor. Intentó darle un sentido a lo que no lo tiene,
concertó bien, cuidó a los cantantes y se ocupó de la orquesta. Y por una
entrevista que he leído es una persona inteligente y que tiene las cosas
claras; lo he visto en Martina Franca, también en condiciones poco ideales, y
creo que crece constantemente. Ciertamente no iré a Lituania, donde es director
musical, pero espero con interés verlo en un título de veras importante y que
le haya sido confiado, como éste, desde el principio.
El bellísimo Teatro Sociale en la bellísima Bergamo Alta
(o Ciudad Vieja) estaba lleno y el público se mostró comprensivo y atento, si
no precisamente encantado.
El Festival ha cumplido con su deber, y hay que agradecérselo. Por mi parte, creo que aquí me he despedido para siempre de Chiara e Serafina.
P.S.: Por razones de calendario no pude ver el 'gran' título del Festival de este año, La favorite en completísima versión francesa, muy alabada por colegas y conocidos.
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