Italia
Un ‘divertimento’ donizettiano
Jorge Binaghi

“Es la primera de las óperas bufas de Donizetti que
logrará imponerse, en gran parte gracias al libreto de superior calidad de
Ferretti …. Se presenta como un progreso sustancial respecto de títulos
precedentes por cuanto aquí finalmente Donizetti logra crear verdaderos
personajes multidimensionales, más allá de su función cómica …. Aunque no llegue
a igualar L’elisir, al menos abre el
camino en tal dirección y más lejos, hacia La
fille du régiment y Don Pasquale” (W. Ashbrook, Donizetti. Le opere. Edt.
Musica, Turín, 1987, págs. 74-76; la traducción me pertenece).
Con esto queda bastante claro que dos años después de Chiara e Serafina, y pese a que Rossini
sigue siendo el espejo en que mirarse, el joven Gaetano estaba adquiriendo su
propia voz y había conquistado definitivamente el oficio. En efecto, pese a que
los personajes son tipos, en los dos protagonistas de apellidos parlantes (el
marqués anticuado y el preceptor bondadoso aunque pedante) ya hay mucha cosa
típica de lo cómico en Donizetti, lo mismo que en el personaje femenino
principal, Gilda, en los que se esboza una pátina de ternura o melancolía que
serán propias del bergamasco.
Y si los dos hijos del marqués son claramente ‘tipos’,
uno el del tenor enamorado y el otro de chiquillo insolente y obcecado, el ama
de llaves astuta y prepotente es un carácter gustoso típico de Ferretti que
lamentablemente no ha escrito más para ella. Ergo, sin estar ante una obra
maestra, sí aquí se trata de una obra hoy poco frecuentada que merece
claramente una reposición más frecuente a condición de encontrar intérpretes
adecuados. Lo único que me ha parecido menos bien es la dirección sumaria y
pesada de Milletarì aunque hay que reconocer que su labor fue superior a la de
su flojísimo Trovatore de hace dos
años en Macerata. La orquesta por lo demás sonó bien, el fortepiano estuvo
espléndido, y la labor del coro -no muy exigido- correcta.
La puesta en escena del director del Festival tuvo la
habilidad de conectar con el público más joven por el uso inteligente de vídeos
y dispositivos electrónicos que esta parte del público sabe manejar bien. La
otra se limitó a divertirse con los gags de buena ley, los buenos trajes de
Masi y el sobrio decorado, sumamente funcional y móvil, de Tinti.
Los alumnos de la ‘Bottega Donizetti’ que asumieron todos
los papeles salvo los dos principales se mostraron maduros intérpretes y más
que buenos cantantes, en particular las señoras: tanto la más exigida en lo
vocal Marilena Ruta en la vivaz y moderna Gilda (madre soltera, aunque en
secreto casada con el hijo mayor del Marqués) como la excelente Caterina
Dellaere que hizo una creación de su Leonarda. De los ‘hijos’, el tenor
Francesco Lucil reveló posibilidades, aunque con algunas durezas de emisión, y Lorenzo
Martelli fue, sobre todo, desenvuelto.
Claro que ni la ópera ni el espectáculo saldrían muy
airosos sin dos grandes protagonistas (el ayo del título y el marqués -contrincante,
empleador, y complemento necesario-) de tipo bufo sin duda, pero que deben
cantar y cómo y cuánto (la edición crítica utilizada en esto se ha lucido). Aquí
tuvimos un formidable dúo cómico del que se podía predecir desde antes que
serían dos ases en la manga de este espectáculo. Pero la realidad en algunos
casos desborda las previsiones.
Corbelli estuvo al nivel de su impagable Melitone en
Londres, de su propio Malatesta allí mismo, y de su recentísimo Don Pasquale en
el Liceu. Digno sucesor de Bruscantini, si la voz ofrece alguna huella del paso
del tiempo (mucho menor que la de otros supuesta o realmente grandes y sin
necesidad de trucos o cambios de registro) la técnica, el estilo, el fraseo son
ejemplares, en especial para los jóvenes que cantan con él y que harían
verdaderamente bien en tomarlo como ejemplo.
O si quieren a alguien más cercano en edad, de personalidad avasalladora, de voz bella y extensa como para permitirle también incursionar en personajes ‘serios’, ahí está el tutor de Esposito, obviamente amado y festejado en su ciudad natal, pero con absoluta razón. Otro modelo de alta escuela que se manifiesta en cada momento, pero en especial en su manejo de los apartes y recitativos. ¡Y qué actor, señoras y señores!
Habiendo sido la primera vez que veo esta ópera me será difícil volver a hacerla en ausencia de estos dos colosos. Así se hace Donizetti y así se canta (y se actúa) en una ópera de cualquier autor y período.
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