España - Galicia

De cómo Cañizares triunfó sobre Albéniz y Beethoven

Xoán M. Carreira
viernes, 9 de diciembre de 2022
Cañizares y Juanjo Mena en el ensayo de ayer con la OSG © 2022 by Consorcio para la música Cañizares y Juanjo Mena en el ensayo de ayer con la OSG © 2022 by Consorcio para la música
A Coruña, viernes, 2 de diciembre de 2022. Palacio de la Ópera de A Coruña. Isaac Albéniz / Frübeck de Burgos, Suite española (Granada). Juan Manuel Cañizares, Concierto Al-Andalus. Ludwig van Beethoven, Sinfonía nº 7. Cañizares, guitarra. Orquesta Sinfónica de Galicia. Juanjo Mena, director. Temporada 22-23. Abono 7
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El Concierto Al-Andalus (2016) para guitarra y orquesta de Cañizares fue el centro de atención de este séptimo programa de abono de la OSG, confeccionado con el fin de realizar la grabación de la obra y como envolvente del Concierto Al-Andalus

Una nueva aportación al amplio y veterano repertorio para guitarra flamenca y orquesta, que cuenta con obras maestras como la Fantasía para guitarra y orquesta (1978) de Manolo Sanlúcar (1943-2022) y Cómo llora el viento (2009) de Mauricio Sotelo, dedicado precisamente a Cañizares

Sobra cualquier reflexión sobre si Al-Andalus es "clásica", "flamenca" o ambas. En primer lugar porque la orquesta sinfónica es un instrumento musical que en ningún momento de su secular tradición ha sido monopolio de ningún estilo o género musical. Y en segundo lugar porque en 2022, tantos años después de La Gran División, resulta obsoleta y anacrónica cualquier consideración sobre estas cuestiones. 

Al-Andalus abunda en ideas brillantes y en oportunidades de exhibición para un virtuoso de la talla de Cañizares, algo en lo que coincide con la magnífica Soleá (1960) de Gil Evans - Miles Davis, para trompeta y orquesta. Pero a diferencia de ésta, el discurso narrativo es fragmentario, no existe un hilo retórico y la instrumentación es de "sota, caballo y rey", por debajo de la habilidad habitual de Joan Albert Amargós, responsable de la orquestación de Al-Andalus. 

Aunque probablemente estas limitaciones están presentes en la partitura, la responsabilidad de que fueran tan evidentes en el concierto es mérito exclusivo de Juanjo Mena, quien utilizó una dinámica desaforada que agravó las bien conocidas deficiencias acústicas del Palacio de la Ópera y que, aún más grave, fue incapaz de concertar solistas -a la guitarra se unieron dos palmeros y una caja- y orquesta en un desfase casi permanente entre ambos. En el tercer movimiento Cañizares -visiblemente preocupado- intentó ser él quien siguiese al director sin detrimento de su propia labor, lo cual no mejoró el desbarajuste. 

Quede constancia de que en el escenario del Palacio de la Ópera los músicos de la OSG apenas se escuchan entre ellos y desde luego no escuchaban en absoluto a Cañizares. Para alivio de este, el público reconoció la espléndida labor de Cañizares y su grupo con ovaciones que fueron recompensadas con un largo y variado bis en el cual el palmero Ángel Muñoz demostró su valía como bailaor adquiriendo un protagonismo del cual Cañizares fue cómplice orgulloso. Tuvieron un éxito casi apoteósico con un público entregado a un estilo poco frecuentado en A Coruña. 

Previamente a Al-Andalus, Mena y la OSG ejecutaron una versión soporífera de Granada de Albéniz en la orquestación de Frübeck de Burgos, cuyo único mérito es la perfecta adecuación entre medios y fines. Si se rompe este equilibrio, como hizo Mena, el resultado es la mediocridad: morosidad en el tempo, ausencia de fraseo y de empaste, ritmos amorfos, desequilibrios dinámicos y abundantes errores en la concertación.  

Estos mismos errores se repitieron en la ejecución, carente de ideas, de discurso y de direccionalidad, de la Séptima sinfonía de Beethoven. La cosa fue empeorando a cada movimiento, de tal modo que el Allegretto -paradigma de movimiento militar en una sinfonía política- sonó por momentos como una fiesta en la aldea de los Pitufos. El Allegro con brio final puso la guinda al pastel con una OSG intentando seguir al excelente concertino invitado, Giovanni Fabris, mientras Juanjo Mena, desde el podio, parecía más atento a realizar todo tipo de cabriolas que a frenar la zapatiesta que él mismo había provocado. 

A menudo se dice que Beethoven puede con todo, Juanjo Mena se ocupó de demostrar la relatividad de esta afirmación. 

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