España - Cataluña
¿Tosca ‘alla Pasolini’?
Jorge Binaghi

Veamos. Este año se dan dos títulos seguidos de Puccini en el Liceu. No hay otro autor, salvo Verdi (con dos títulos, y recientes también), que goce de semejante privilegio. Cabe suponer que el próximo año, centenario de la muerte, casi toda la programación le será dedicada.
Pero mientras el Trittico estaba justificado y los resultados fueron estimables, ¿quién veía la necesidad de otra Tosca tras las funciones de 2019? ¿Y con una nueva presentación escénica? El dinero habría que gastarlo con menos alegría y más racionalidad.
Sobre todo cuando los canelones a la Rossini
y la copa Melba han quedado -más o menos pasados de moda- y honran algún gusto
o peculiaridad de los músicos homenajeados.
Será difícil que este nuevo montaje haga
historia y se convierta en un homenaje al gran Pier Paolo (si se pretende
homenajearlo con una ópera, que fue más que tangencial en su vida, sería mejor
hacer una nueva). Los abucheos me impidieron oír el texto con que empezó el
segundo acto (que no empieza con la música de Puccini, y aquí me pregunto si
ningún director de orquesta es capaz de hacerlo notar) sino con lo que parecía
uno de los grandes textos del friulano mientras se abrazaba con quien luego
supimos -a principios del tercer acto- que era su supuesto asesino, Pelosi.
Los abucheos se volvieron a hacer oír cuando salió el equipo escénico a saludar al final. También hubo aplauso y algún grito de ‘carcas’. Yo me reí alguna vez y me aburrí en la mayor parte, y sugeriría que lo mejor que se podría hacer sería simplemente responder con el silencio o, si se puede (que no es mi caso) marchándose del teatro.
Desde colores inadecuados de un blanco enceguecedor y frío para la atmósfera de Tosca hasta la ausencia del coro en el escenario reemplazado por cuatro monaguillos a los que el sacristán dedica las palabras que deberían significar un comentario a las de Cavaradossi en su romanza inicial (desde ‘Fuori, Satana, fuori’ destinado al personaje mudo de Pasolini, que obedientemente se marcha) todo es disfuncional. El mencionado monje aparece al final (tras un fusilamiento ‘in absentia’ para prohibir al carcelero que haga la señal de la cruz sobre el cadáver y escupirle muy cristianamente).
Se advierte al público que las imágenes
tomadas del último film de Pasolini pueden herir su sensibilidad. En Filmin se
puede ver Salò o Los ciento veinte días
de Sodoma, mal difundido, mal apreciado, poco visto, y salvando algún
desnudo innecesario y las torturadoras vestidas de negro, poco hay de él y
menos de su verdadero trasfondo. Y si se nos sitúa en 1975 la república de Salò
deja de tener sentido.
Es buena la idea de que el obispo que preside
el ‘Tedeum’ tenga los rasgos de Tosca para Scarpia, y demencial que el retrato
de la Attavanti no sólo no responda a la descripción que se hace de él sino que
aparezca y desaparezca a conveniencia.
En Bruselas al parecer no generó tanta polémica; no sé en Sevilla o Montpellier, y tal vez sería de esperar que en el Liceu no se repusiera.
Pero eso es mucho decir cuando se nos cuenta en gacetillas no sé cuántas cosas sobre este montaje poderoso y se nos asegura que veremos a grandes intérpretes y en el caso de la protagonista a las cuatro mejores cantantes que hoy encarnan a Tosca (además de la del día de la fecha se espera a Emily Magee, Monica Zanettin, y Sondra Radvanovsky).
Yo creo que falta alguna
(y a lo mejor hasta sobra otra), pero seguramente estoy equivocado.
Claro que se ha llegado a las cuatro mejores
tras azarosos cambios de reparto en los tres principales desde la cancelación
hace tiempo de la pareja Alagna-Kurzak. La presencia de Calleja, de Nikitin o
incluso de Salsi, anunciados hasta hace poco no se ha materializado. Será que
eran los mejores hasta que dejaron de serlo.
También ahora algunas funciones no serán
dirigidas por Nanasi (a su vez abucheado con cierta intensidad desde su entrada
en el segundo acto). Es un buen director, pero este título no parece ser el
ideal para una batuta más bien ‘objetiva’ y lenta que, si bien concierta con
cuidado a una orquesta muy correcta, en muchos momentos carece de pasión e
incluso de tensión. La breve intervención -interna, repito, lo que es otro
disparate- interna del coro fue buena.
Los dos comprimarios principales, Angelotti y
el Sacristán fueron cantados en forma deficiente por Bou y Lehmalu (¿era
necesario contratar a un artista extranjero para este papel?). Estuvieron bien
Spoletta (Moisés Marín), Sciarrone (Manel Esteve) y Milan Perisic (el
carcelero), mientras Hugo Bolívar no es una voz blanca como debe ser la del
pastorcito o en su reemplazo una soprano, sino, de acuerdo con los nuevos
tiempos, un contratenor: el resultado no fue para nada mejor.
El actor que representaba a Pasolini (en la
ficha artística online no figura y como no se ha vuelto al programa de mano en
papel y no suelo perder el tiempo en leerlo…) aguantó el tipo durante los
silbidos y a veces daba la impresión de un tanto perdido aunque al parecer
debemos entenderlo como un alma gemela de Cavaradossi (que lee ‘E lucevan le
stelle’ del cuaderno de notas del autor) ya que al principio del tercer acto se
cuenta y muestra su asesinato con una serie de consideraciones ampulosas sobre
quiénes eran el asesino y el asesinado.
Ah, sí, casi me olvido del triángulo amoroso. Agresta es una buena soprano, pero el volumen no la ayuda (cualquier Tosca que resulte casi inaudible en los ‘Mario’ entre bambalinas y a la que no se le oigan algunas frases del tipo ‘questo è il bacio di Tosca!’ debería plantearse si el rol es para ella).
El grave es feo e insuficiente, muy bueno el centro,
bellos los no muchos pianissimi, el agudo seguro aunque algo metálico, la
actuación (no sé hasta qué punto es responsable de algún gesto o carcajada de
extramuros) discreta: lo mejor fueron ‘Vissi d’arte’ y la mayor parte del
tercer acto.
Fabiano tiene un color bello y buen volumen
aunque de vez en cuando hay un vibratello no muy maravilloso y así como el agudo
cambia de color, volumen y forma de emisión en momentos como ‘La vita mi
costasse!’ y ‘Vittoria!’ en otros momentos resulta mejor, aunque, sorpresa , no
puede con ‘a pregar giunte’ de ‘O dolci mani’.
Lucic tiene figura para Scarpia; nunca ha
sido un modelo de fraseo, pero algunas medias voces fueron muy persuasivas y
aunque el volumen parece algo disminuido y el agudo no era fácil ni la
afinación siempre ideal, las protestas que recibió al final también me
parecieron algo exageradas respecto a otros cantantes que han pasado por aquí y
no hace mucho.
O sea, no me parece que hayamos estado
precisamente ante los más excelsos representantes de los respectivos papeles,
pero uno a veces no tiene los conocimientos profundos de los directores
artísticos ni su frecuentación de otros teatros ni de los títulos en cuestión.
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