España - Galicia
Tres son multitud
Xoán M. Carreira
Tres son multitud cuando de soledad hablamos. Beller Carbone y Pérez Floristán, Ella y Él, hubieran sido suficientes para la interpretación no sólo de Le voix humaine de Cocteau y Poulenc, ópera con un único personaje, sino también para esta fantasía teatral de Rafael R. Villalobos inspirada en la ópera de Cocteau - Poulenc y en Henry and June de Anaïs Nin [San Diego: Harcourt Brace Jovanovich, 1986].
Pérez Floristán posee sobrada competencia escénica y es obvio que disfruta actuando, cosa que hace con mayor soltura y naturalidad que el propio actor Luis Tausía, cuyo permanente envaramiento restó credibilidad a su papel que tampoco Villalobos llegó a aclarar suficientemente. Tausía tampoco poseía soltura musical: cuando Pérez Floristán sube al escenario y es el actor quien debe tocar el tema de la llamada de teléfono al piano, no lo supo hacer, ni siquiera lo intentó.
Cualquier texto teatral, como la ópera, es una propuesta abierta para su conversión en hecho escénico. El libreto y la partitura son el andamiaje de una ópera, pero en modo alguno una 'verdad revelada', como queda demostrado por la constante evolución a lo largo del tiempo de sus interpretaciones musicales y dramatúrgicas. Es decir, por las tradiciones interpretativas a menudo tan contradictorias como ricas.
Asumida esta perspectiva, tan deslumbrantemente analizada y explicada por Carl Dahlhaus (1928-1989), los registas no tienen ninguna obligación de fidelidad con el texto de los libretos y partituras aunque cabe esperar un compromiso de lealtad con las propuestas dramático-musicales de sus autores originales. La única obligación de un regista es ofrecer al público un espectáculo dramático-musical coherente y convincente, lo que convencionalmente se llama 'magia teatral'.
Y en esta producción de Rafael Villalobos están ausentes la coherencia y la magia. Por eso no convence. No existe correlación aparente entre lo que canta Ella y la acción escénica. Manca finezza en la dirección actoral, que por momentos roza lo ridículo, como cuando pide a la soprano que trepe esforzadamente por la rampa inclinada, calzada con unos incómodos zapatos de tacón, que se quita al llegar a lo alto de la rampa para permanecer descalza todo el resto de la representación. ¿Tiene sentido esta ocurrencia?: Lo tiene, es burdo pero lo tiene. Durante la representación, en algunos breves momentos, la soprano se agacha, recoge un zapato del suelo y se lo pega a la cara simulando que habla por teléfono.
No es la única ocurrencia, pero sin duda es la más burda y significativa, junto a aquellos momentos en que 'El insoportable miedo a morir solos', o sea, el actor, la masturba, sin ningún sentido dramático y de un modo que manifiesta un deseo de escandalizar gratuitamente al público, característico de las producciones comunistas y sobre todo de las germánicas en los años posteriores a la caída del Muro de Berlín. Un fruto del puritanismo y la represión moral del estalinismo que, al igual que sucedió con la moda del destape en la Transición Española, sirven de pretexto para parecer modernos y omitir cualquier alusión a cuestiones molestas para el poder, como en este caso el maltrato psicológico (que es de lo que trata precisamente La voz humana).
Otra de las contribuciones de Villalobos a La voz humana de Cocteau-Poulenc fue la interpolación de cuatro piezas para piano solo de Poulenc: dos Nocturnos y dos Improvisaciones totalmente ajenas a su ópera. Unas interpolaciones descontextualizadas, inoportunas, gratuítas, que provocan bruscas quiebras de la tensión dramática, y la perplejidad del espectador. O sea, como diría un castizo, que 'le sientan como un mandil a un burro'.
Por último, pero no lo último, en La voz humana es imprescindible que se entiendan todas y cada una de las palabras que pronuncia Ella. La producción de Villalobos las escamotea proyectando la traducción simultánea en letras grises sobre un telón negro con pliegues en el fondo del escenario. Por si fuera poca dificultad para la lectura, la iluminación de la escena, con potentes focos dirigidos, borraba palabras enteras del texto. Los espectadores que entienden el francés no lo tenían mucho más fácil dada la mejorable pronunciación de Beller Carbone.
Cantante y pianista -Beller Carbone y Pérez Floristán- son excelentes profesionales que se volcaron en este proyecto con un empeño digno de mejor causa: Floristán aceptó tocar el piano descalzo y Beller cantar en posiciones corporales incómodas. Acabada la obra recibieron unos aplausos corteses y también Villalobos salió a saludar ... descalzo en solidaridad con los intérpretes.
El espectáculo es una coproducción de la Asociación de Amigos da Ópera de Santiago con otras instituciones. Me parece ejemplar que esta, y otras modestas asociaciones, promuevan proyectos ambiciosos y anticonvencionales, y lo hagan en colaboración con la temporada de abono regular de la orquesta local. En esta ocasión acertaron al apostar por un director escénico 'de moda' y polémico. El público compostelano tiene derecho a conocer la actualidad y las novedades. Que Villalobos haya servido un disparate es responsabilidad suya.
Comentarios
De nuevo. Por lo visto este caballero la emprende con todo el repertorio operístico. Tal vez con más provecho podría buscar una partitura moderna inédita o crear una obra de teatro él mismo.