Discos
Desde la tristeza del confinamiento
Maruxa Baliñas
Séptimo lanzamiento de la nueva colección March Vivo, que comercializa algunas de las grandes grabaciones de conciertos realizados en los diversos ciclos de conciertos que tienen lugar en la Fundación Juan March, algunos 'antiguos' como el que recoge un concierto del propio Federico Mompou tocando su Música callada en 1977, y la mayoría mucho más recientes, como este.
Las obras están interpretadas en un clave franco-flamenco construido en 2001 por Keith Hill a partir de un clave construido por Andreas Ruckers en 1646 y reformado por Pascal Taskin en 1780. O sea, un instrumento que cubre prácticamente toda la época de actividad de los tres Couperin aquí grabados.
Observando la fecha de este concierto, me he fijado en que se grabó pocas semanas antes del comienzo del confinamiento por COVID-19, que en España comenzó el 15 de marzo de ese año. ¿Serían conscientes Alard y el público de lo que iba a pasar?, ¿que durante muchos, muchos meses, catorce como mínimo, prácticamente no iba a haber conciertos en directo y que estaríamos en casa soñando con esos tiempos en que asistir a un concierto como fue este no tenía nada de especial?
Porque eso es lo primero que pensé al ver este disco. Un disco interesante, dentro de la tónica de lo que puede ser un 'concierto normal'. Un buen clavista que ofrece un concierto en el que se recuerda no sólo a François Couperin (1668-1733), el más famoso de ellos, sino también a otros dos compositores de la familia: su tío Louis (c. 1626-1661), su primo segundo Armand-Louis (1727-1789), e indirectamente al patriarca de la familia, el abuelo Mathurin Couperin (ca. 1569-1640), por medio de la Chaconne de M. Couperin en fa mayor, escrita por Louis Couperin, que se interpretó como bis del concierto. No un concierto monográfico, pero casi. No una gran figura de la interpretación musical pero sí un músico muy serio y competente, Benjamin Alard (Rouen, Francia, 1985), apreciado por todos los conocedores de esta época y repertorio. No unas obras mundialmente famosas, hit-parades al modo de los que suben como la espuma del champán en internet para luego hundirse otra vez en el olvido, sino unas piezas que llevan deleitando a los aficionados desde hace casi cuatrocientos años y lo seguirán haciendo durante mucho tiempo más.
El disco comienza con una Suite en la menor de Louis Couperin proveniente del Manuscrito Bauyn, conservado en la Bibliothèque nationale de France en París, encuadernado entre 1664 y 1706, que recoge unas 350 piezas de la escuela de clavecín francés del siglo XVII y especialmente de Louis Couperin y Jacques Champion de Chambonnières (ca. 1601-1672). Como Louis Couperin no agrupó sus más de 200 obras conservadas en suites o formas semejantes, en realidad esta Suite en la menor es una construcción del propio Benjamin Alard, quien como es habitual en los clavecinistas que se aproximan a la música de este compositor crea su propia suite agrupando preludios y danzas en esta tonalidad. La primera de las piezas de esta Suite es un Prélude à l'imitation de M. Froberger, o sea, Johann Jakob Froberger (1616-1667), que nos permite enlazar a este gran clavecinista alemán con Louis Couperin, con quien mantuvo una estrecha relación.
De las obras de Louis Couperin recogidas en este disco disfruté especialmente de las dos Chaconnes, sobre todo de la que cierra el concierto, interpretada como bis pero recogida en este disco, la antes citada Chaconne de M. Couperin en fa mayor -que escuchaba por primera vez- porque en realidad no se nota que sea anterior a las otras obras de Louis, salvo quizás por cierta pesadez en el tema.
Las tres piezas de Armand-Louis, primo segundo de François 'Le Grand', o sea, hijo de Nicolás Couperin (1680-1748) provienen de sus Pièces de Clavecin, publicadas en 1751. El estilo es distinto, puesto que Armand-Louis ya enlaza con la Revolución Francesa y el comienzo del Romanticismo, y sin embargo parece mantener el mismo carácter 'couperiniano' de sus antepasados y la única diferencia parece estar en la temática de sus piezas, ya no preludios y danzas como su tío abuelo, ya no piezas galantes y cortesanas como su primo François, sino cercanas a la música de salón y al Biedermeier que imperará tras su muerte. Como ejemplo L'Affligée, en la que Alard no exagera en absoluto el sentimiento pero que se podría enlazar con el estilo -a veces ya considerado prerromántico- de Carl Philipp Emanuel Bach (1714-1788) y su Versuch über die wahre Art das Clavier zu spielen (1753).
Pero lógicamente el compositor central en este disco es François Couperin 'Le Grand', uno de los grandes compositores franceses del XVII-XVIII, del que se recogen un total de quince piezas de las veintiseis de que consta este disco. Aunque sea la más tópica, destacaría Les barricades mystérieuses (1717, Pièces de Clavecin: Second Livre), que Alard plantea con una claridad poco habitual (¿por qué tantos clavecinistas y pianistas optan por tocarla atropelladamente?) que permite disfrutar del inteligente juego melódico y tonal de esta preciosa obra. Los ocho Preludios y la Allemande de L'Art de toucher le clavecin (1716), presentados desordenadamente, son quizás la parte 'más dura' del disco porque requieren más atención que las piezas de Armand-Louis o incluso de Louis, por su sutileza y delicadeza. En ese sentido las piezas descriptivas del Ordre 14ème de clavecin en re mayor (publicadas en 1722 en el Troisième Livre de las Pièces de Clavecin) son mucho más amenas, precisamente por su carácter descriptivo tan imaginativo.
El disco está bien grabado, con una presentación sencilla pero suficiente -caja de cartón y reproducción de un cuadro de Manolo Valdés, Rubens como pretexto (1988), perteneciente a la colección de la propia Fundación Juan March-, y unas notas explicativas de las obras -no se indica el autor- que se quedan escasas y obligan a buscar más información en otras partes.
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