Italia

La Fleming y Kissin

Jorge Binaghi
lunes, 6 de febrero de 2023
Fleming y Kissin en 2023 © 2023 by Brescia y Amisano Fleming y Kissin en 2023 © 2023 by Brescia y Amisano
Milán, jueves, 26 de enero de 2023. Teatro alla Scala. Recital de Renée Fleming, soprano, y Evgeni Kissin, piano. Obras de Schubert, Liszt, Rachmaninov y Duparc.
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Un concierto de canto (como se lo llama en italiano) en la Scala, acompañado al piano por quien sea, no suele llenar más que en muy contadas ocasiones. Si no hay la posibilidad de que al menos en los bises haya algún aria de ópera, menos aún. Pero a veces se dan felices casualidades. Esta fue una, con el teatro abarrotado.

El público italiano perdió gran parte de la carrera de una de las mejores sopranos de las últimas épocas por la estupidez de algunos aquí mismo en una primera representación de Lucrezia Borgia. La Fleming (uso el artículo deliberadamente) volvió una vez con Pappano y ... hasta ahora (en el medio canceló una Manon que debía cantar un año después de aquel Donizetti. Ya me dirán quién salió perdiendo). Ya sé que la memoria es incómoda, pero, como en todo, vale la pena usarla.

El caso es que en esta ocasión fue recibida con bombos y platillos, y cuando salió en la segunda parte con un vestido aún más despampanante (pero de infalible buen gusto y corte clásico) despertó murmullos de admiración y un grito de '¡diva!´ que me sonó a tardía reparación. Aplausos más o menos tímidos tras cada canción y fortísimos al final de cada parte.

El programa fue por el mismo camino. Cuatro lieder de Schubert ('Suleika I', 'Die Vögel', 'Lied der Mignon' y 'Rastlose liebe') abrieron el fuego, y los más destacables fueron el segundo (tan breve como delicioso) y el tercero, el monumental 'Nur wer die Sehnsucht kennt', en cuanto a interpretación (sin olvidar la expresividad sobre 'Athem' en el último verso del primero). La voz se manifestó prácticamente intacta, con su cálido timbre, y el pianista le sirvió un acompañamiento de lujo. Sólo hubiera faltado la repetición de un lied poco frecuentado como 'Die Männer sind méchant' que le escuché a la artista en su recital salzburgués.

Justamente tocó luego a Kissin un intermedio pianístico con dos obras de Liszt ('Sposalizio', del segundo de los Années de pélerinage, Italie, S 161 y el primero de los Quatre valses oubliées, S215), donde el artista dio toda su talla: en el primero en particular hubo reminiscencias del 'toque Arrau', con una liquidez cristalina que tan bien sientan al autor.

Reapareció la soprano para concluir la primera parte con tres piezas del mismo Liszt, 'Freidvoll und Leidvoll', 'Über allen Gipfeln ist Ruh'', y la célebre poesía de Heine de tanto recorrido en el lied alemán "Im Rhein, im schönen Monat Mai". Fue el suyo un canto recogido y melancólico, lleno de medias tintas y que rehuyó toda tentación de efecto exterior (salvo, claro está, la magia del color de su voz).

En la segunda parte, dos obras vocales de Rachmaninov, 'Siren' y 'Son' que sirvieron para demostrar por qué la cantante siempre ha hecho un lugar a los rusos (y a este en particular) en sus programas: ensoñación, melancolía y apasionamiento, que a su vez Kissin reiteró en las piezas de los Morceaux de fantaisie del mismo autor, de los que ofreció los números 3 ('Mélodie') y 5 ('Sérénade').

Pasamos luego a la mélodie con dos títulos de Liszt sobre versos de Víctor Hugo, bien románticos, pero de expresividad diferente: 'S'il est un charmant gazon', de extasiada contemplación (donde al final Kissin rivalizó en buena lid con la soprano), y el famoso 'Oh! Quand je dors', bien adecuado en su transporte para acabar el grupo, y que fue como se esperaba uno de los grandes momentos del recital.

Este llegó a su fin con dos obras de Duparc, 'Extase' (el título lo dice todo y 'du souffle de la bien aimée' tuvo una traducción impagable) y la admirable 'Le manoir de Rosemonde' donde la exquisitez y esplendor del arte de los dos intérpretes rayaron a gran altura, desde el 'amour m'a mordu' del principio al 'bien loin, bien loin', de una tristeza exquisita.

La exquisitez siguió en los tres bises: el íntimo 'Ave Maria' de Schubert en latín, 'Aguas de primavera' de Rachmaninov (lo más parecido a un aria con sus agudos y su canto pasional), y, claro, para finalizar, había que escuchar un Strauss en la voz de Fleming con el piano ideal de Kissin, y naturalmente fue un 'Morgen' que mantuvo en suspenso al público. Después vinieron las ovaciones.

Mi mente volvió algunas veces al concierto de retorno que en 1978 ofreció en la misma sala Victoria de los Ángeles. Todos sospechábamos que sería el último allí, aunque la carrera siguió mucho tiempo más. No lo he comentado con nadie y no he visto nada escrito, pero salí de la sala con la sensación de que también había presenciado el último de la Fleming aquí. En mejor compañía no podría estar, aunque sería mejor equivocarse en este caso.

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