Estados Unidos
Mutter y sus virtuosos
Roberto San Juan

Desde hace
más de cuatro décadas Anne-Sophie Mutter (Rheinfelden, Alemania, 1963) lleva
dando conciertos como solista e interpretando música de cámara en las
principales salas del mundo. En 2008 creó una Fundación, que lleva su nombre, con
el objetivo de apoyar las incipientes carreras internacionales de jóvenes talentos.
Algunos de ellos son quienes la acompañan en esta gira, que les ha llevado a
Islandia y continúa por diversas ciudades de Estados Unidos y Canadá, junto con
el clavecinista noruego Knut Johannessen. Los violinistas Ryan Meehan y Elías
Moncado, así como la viola madrileña Sara Ferrández, se unen por primera vez a
este selecto grupo de los Mutter Virtuosi,
al que ya pertenece otra española, Carla Marrero.
En la charla
previa al concierto Scott Flavin, profesor de violín en la Universidad de
Miami, desgranó algunos rasgos de las obras en programa y no escatimó elogios -y
con razón- hacia una artista de una personalidad musical potente, tanto como lo
es su compromiso con el arte y con sus propias convicciones.
El programa del
concierto estaba disponible en papel, con unas notas interesantes y suficientemente
informativas para el público general. Además, a través de un código QR se podía
acceder online a unas notas al programa “ampliadas”, con abundante información,
que incluía, por ejemplo, los sonetos inspiradores de Las Cuatro Estaciones en italiano y en inglés, así como información
biográfica de los compositores, junto al impresionante curriculum de Mutter.
Esta
excelente práctica por parte del Adrienne Arsht Center no impidió, sin embargo,
que una parte del público aplaudiera recurrentemente “a destiempo” -es cierto
que el programa de mano no especificaba los movimientos que tenía cada obra- algo
que, quizá, podría haberse evitado, al menos en parte, si el profesor Flavin
hubiera hecho una alusión más directa a ello en su interesante charla
preliminar.
El programa
se inició con el Concierto para cuatro
violines en Si menor RV 580 de Vivaldi. La versión de Mutter, Moncado,
Marrero y Meehan derrochó vitalidad, energía, precisión y virtuosismo técnico y
artístico, con un movimiento central ‘Largo-Larghetto’ cargado de gravità. Todos los músicos -excepto,
lógicamente, el clavecinista, los dos cellos y el contrabajo- tocaron de pie
durante todo el programa, y observar su gestualidad, sus movimientos de arco en
perfecto sincronismo y la comunión expresiva entre ellos fue un atractivo
añadido.
La segunda
obra de la noche, titulada Gran Cadenza,
es el resultado del encargo de Mutter a la compositora Unsuk Chin (Seúl, Corea
del Sur, 1961). Se trata de un dúo para dos violines que Mutter interpretó
junto con el violinista húngaro-etíope Samuel Nebyu. La obra, de unos 6 minutos
de duración, toma el nombre de las cadencias solísticas situadas usualmente
hacia el final del primer movimiento de los conciertos clásicos y románticos, y
parece mantener ese carácter rapsódico e improvisatorio. Sin embargo, en esta
obra todo está en la partitura. Escrita en un lenguaje moderno y mayormente
tonal, la obra posee una rítmica compleja y es de gran exigencia técnica. Nebyu
se empleó a fondo y estuvo a la altura de su mentora. El resultado fue
espectacular.
Debo
confesar que la siguiente pieza -última de la primera parte- me resultó, por
desconocida, especialmente atractiva. Joseph Bologne, conocido como Chevalier de Saint-Georges, fue un
violinista y compositor nacido en 1745 en la entonces colonia francesa caribeña
de Guadalupe, fruto de la unión entre un rico hacendado casado y su esclava
africana Nanon. Reconocido por su padre, a los 7 años se mudó de manera
definitiva a Francia y en el país galo inició sus estudios y desarrolló
posteriormente su carrera. La mayoría de sus obras se publicaron en París,
ciudad donde conoció a Mozart en 1778. Curiosamente, parece que la influencia
estilística de Bologne sobre el joven Mozart fue mayor en ese sentido que en el
inverso. Sea como fuere, este Concierto op 5 nº 2 suena mozartiano en su
elaboración melódica, además de seguir el canon estético del concierto clásico,
con un primer movimiento en forma Allegro Sonata, un movimiento central lento y
un ‘Rondeau’ final.
Desde su
posición de solista en el centro del escenario, Mutter dirigió a los 12 músicos
-todos los Virtuosi, salvo el
clavecinista- con una inteligente combinación de libertad y precisión.
Realmente el entendimiento entre los músicos parecía tan profundo que no era
necesaria mucha gestualidad para coordinar voluntades y expresión artística.
Destacaría dos aspectos de la interpretación especialmente cuidados: por un
lado, la calidad del sonido, limpio y cristalino, de la solista; por otro, el
sincronismo e interiorización de los tempi
durante el ‘Rondeau’, que hizo pulsar a la orquesta como una única entidad.
¿Qué se
puede decir de Las Cuatro Estaciones
de Vivaldi en versión de una de las mejores violinistas del mundo y de un grupo
de jóvenes intérpretes de enorme talento y cualidades? La experiencia
electrizante, casi sobrecogedora, supuso un auténtico disfrute sensorial para
la vista y el oído. Resulta asombroso comprobar cómo, con una célula a base de
tan solo dos notas, las violas Hwayoon Lee, primero, y Sara Ferrández, después,
fueron capaces de enriquecer el carácter expresivo de su acompañamiento en el
movimiento central, ‘Largo’, de la Primavera.
O cómo el
cello Lionel Martin, junto con Johannessen al clave, acompañaron magistralmente
a la solista en la sección final del ‘Allegro non molto’, movimiento inicial
del Verano. La limpieza y riqueza del
sonido, junto con la perfecta afinación y sincronismo de las cuerdas, fueron
rasgos interpretativos destacados del contundente ‘Presto’ con el que concluye
el Verano.
Los
contrastes dinámicos y la variedad de ataques en el ‘Allegro’ inicial del Otoño -tomado a un tempo ligeramente más reposado de lo habitual- resultaron sumamente
expresivos, al igual que lo fueron los golpes sincronizados de arco que
otorgaron una extraordinaria pesadez al sonido en el último movimiento, también
‘Allegro’, imitando los cazadores y sus cuernos de caza.
El
característico pasaje sul ponticello en
crescendo al comienzo del primer
movimiento del Invierno, y los pizzicati en el ‘Largo’ -la Pioggia-
fueron ejecutados con una perfección insuperable.
El público,
que a lo largo de los cuatro conciertos había aplaudido de manera desordenada,
casi aleatoria, entre movimientos, recibió un premio a su insistencia en forma
de propina, con una adaptación para orquesta de cuerda de la expresiva melodía -Tema- compuesta por John Williams para la
película The Long Goodbye -Un largo adiós- de 1973, y recogida en
un CD que Mutter grabó en 2022 para Deutsche Grammophon con la Orquesta Sinfónica
de Boston, coincidiendo con el 90 cumpleaños del famoso compositor de música
cinematográfica. Ese CD, que recomiendo, recoge, además, la primera grabación
del Concierto para violín nº 2 de
John Williams, dedicado y escrito para Mutter.
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