España - Madrid

Ainhoa se desquita

Germán García Tomás
martes, 21 de febrero de 2023
Ainhoa Arteta © ainhoaarteta.com Ainhoa Arteta © ainhoaarteta.com
Madrid, lunes, 6 de febrero de 2023. Teatro de la Zarzuela. Ainhoa Arteta (soprano), Ramón Vargas (tenor), Javier Carmena (piano). Romanzas y dúos de Federico Chueca y Joaquín Valverde, Pablo Sorozábal, Federico Moreno Torroba, Jesús Guridi, Gerónimo Giménez, José Serrano, Javier Carmena, Manuel Penella y Manuel de Falla.
0,0003631

A un cantante lírico siempre le quedará el escenario para justificarse y reafirmarse en su labor artística. Por ello debe aprovecharlo al máximo para desquitarse de un eventual fracaso o de un bajón físico o emocional. Tal es el caso de Ainhoa Arteta, de la que todos sabemos que aún continúa en una mala racha por la grave enfermedad que padeció hace ya casi dos años, en plena pandemia de covid. Hace casi uno, a finales de febrero pasado, la soprano de Tolosa retornaba a los escenarios eligiendo el Teatro de la Zarzuela, y lo hacía con un bello recital dedicado a canciones españolas e hispanoamericanas en compañía de su amigo Ramón Vargas y el pianista Javier Carmena.

Ahora, de nuevo junto al tenor mexicano e idéntico acompañante al teclado, la donostiarra volvía a pisar la escena del coliseo de la calle Jovellanos para ofrecer un recital de romanzas y dúos de zarzuela, consciente de que, según ella misma reconoció en palabras al público, su voz aún se estaba recuperando. Y es que el bache que le tocó sufrir -no es momento aquí para entrar en detalles- no fue precisamente pequeño.

Lo bueno que tiene Arteta, la que luce vestidos y mantones como pocas en este escenario, es que estamos ante una artista con divismo, pero íntegra y sincera. Exhibió gracia y frescura nada más entrar cantando el Tango de la Menegilda de La Gran Vía de Chueca y Valverde, muy ralentizado, pero quedó de manifiesto su esfuerzo vocal para abordar la nostálgica romanza, en idioma autóctono, de Mirentxu de Guridi, de la que Arteta ha sido valedora y embajadora indiscutible, y que quizá debería haber prescindido de ella en este programa.

Aunque el reconocible terciopelo de su timbre está presente junto a un fiato algo más asentado que en meses anteriores, susceptible de fortalecer técnicamente, la voz se destempla y tiende a quebrarse en la emisión a media voz. Al menos en un registro superior. Porque, pese a todo, los graves de esta cantante parecen estar en su sitio.

En los dúos con Vargas (dos de Luisa Fernanda, uno de El caserío, así como el imprescindible y saleroso dúo de El gato montés) sacó la mejor actriz que lleva dentro, aunque siempre tendía a abordar estas páginas con expresiones vocales más operísticas que meramente zarzuelísticas, habiéndose deseado una mayor dosis de reserva para no forzar en exceso su arma tan preciada, para ella y para ese público que no dejaba de aplaudirla, a pesar de sus imperfecciones vocales.

Pero es que Ainhoa estaba pensando, obsesiva y muy equivocadamente, en aquellos que quieren ver su carrera finiquitada, y que criticó duramente en un enérgico ejercicio de autoafirmación, lo que la llevó a añadir que habrá Arteta para rato. Volcó todas sus fuerzas en la propina, tirada en el suelo, algo bastante discutible en su repentino afán por justificarse como artista, pero encarando muy dignamente con un gran despliegue de vehemente dramatismo el aria de Salud “Vivan los que ríen” de La vida breve de Falla, lo que se convirtió en un acto heroico y en un anhelo de verse en la piel de este personaje muy pronto.

Su compañero Ramón Vargas había frecuentado escasamente este repertorio como él desveló, pero lo cierto es que su aproximación al género fue tan digna como las canciones de su país que regaló a Madrid en su anterior visita. Defendió la romanza de tenor de La isla de las perlas de Sorozábal, tan asociada a Alfredo Kraus por lo que siempre son odiosas las comparaciones, y bordó una interpretación, plagada de emoción, del relato de Rafael (“La roca fría del Calvario”) de La dolorosa de Serrano, en verdad lo mejor de su actuación en solitario. La veteranía es un grado, y Vargas la exhibió una vez más, en la belleza de su timbre, en el fraseo exquisito y en la limpieza de sus agudos.

Parece que en la segunda parte de la velada Ainhoa Arteta se desquitaba, porque la voz, ya caliente y más controlada, respondía mejor a las intenciones expresivas, como pudo demostrar en la romanza “Sierras de Granada” de La tempranica de Giménez (llamativa conexión de Arteta con su admirado Falla).

Un compositor, Gerónimo Giménez, del que conmemoramos el centenario de su fallecimiento en el presente año, y que ese atentísimo y preciso pianista que es Javier Carmena -autor de la zarzuela estrenada el año pasado El orgullo de quererte con la que acompañó aquí al tenor mexicano- quiso homenajear en solitario con la lectura de uno de sus pasacalles, de un ritmo irresistible, perteneciente a un desconocido título del sevillano, Mazzantini.

Menos mal que para desintoxicar al teatro del dramón previo de Falla, la velada zarzuelera concluyó con un clima jocoso, el que trajo el dúo cómico de Jacinta y Goro de Los claveles de Serrano con que nos obsequiaron, por segunda ocasión, como en 2022, la dupla Arteta-Vargas con teatralización de por medio. Dicen que no hay dos sin tres. 

Comentarios
Para escribir un comentario debes identificarte o registrarte.