España - Andalucía
La noche de la sacristana
Pedro Coco
Junto con la monumental Katia
Kabanová, proponer Jenůfa es ofrecer quizás lo
más emocionante de la producción lírica de Leoš Janáček -no en vano son estos los
dos títulos más programados del compositor en todo el mundo-, y el público del
Maestranza entró al juego mostrando al terminar esta segunda función de abono,
con una de las más atronadoras ovaciones, el agradecimiento por la inclusión de
un título que hasta este 2023 no se había visto en Sevilla.
Tanto la parte musical como la escénica se cuidaron en general, comenzando con la elección de quien se configura en el título original de la obra como la otra gran protagonista. Un rol como el de Kostelnička resulta un regalo para cualquier soprano con grandes dotes dramáticas, pues una gran parte del éxito de este es lograr trasmitir ese complejo universo emocional que se encierra en el personaje; y arrastrar al público con ella.
Ángeles Blancas, en su actual faceta de especialista en repertorio más contemporáneo,
lo consiguió sin reservas, y bordó desde lo teatral a una sacristana imponente
y atormentada que ha crecido desde la primera asunción del rol; una gran
ovación de nuevo premió su minuciosa labor.
A su lado, contrastándolo a
través de su faceta más frágil, la soprano sueca Agneta Eichenholz, de bella
voz lírica y mucha sensibilidad para matizar, presentó una Jenůfa
muy vulnerable que fue a más en el segundo acto y llegó a la máxima sutileza en
la plegaria a la Virgen.
Las dos voces masculinas rivalizaron
asimismo muy acertadamente: más heroico y arrojado, el tenor Peter Berger
mostró sus mimbres desde el inicio sin reservas, recreando a un Laca
atormentado y sobrado de proyección. El Števa de Thomas Atkins sonó más ligero
y el timbre homogéneo y luminoso colaboró desde lo vocal a la recreación más
despreocupada y juvenil de su personaje.
Y al bien elegido cuarteto
protagonista se sumó un conjunto de secundarios que sumaron en el plano vocal
del mismo modo que lo hizo un siempre preciso y aplicadísimo coro; en cada una
de sus intervenciones se superaba, como también hizo la ROSS. La lectura de
Will Humburg desde el foso fue pródiga en contrastes, y concertó de modo muy
adecuado a medida que avanzaba la noche, consiguiendo con la ya mencionada
oración de Jenufa que el público contuviese el aliento. Muy acertado además el
ritmo de los números más folkloristas, y espectacular, por las siempre
empastadas secciones de la orquesta, la explosión final.
Por último, la estupenda puesta
en escena de Robert Carsen, sintética pero perfecta en su concepción del drama
rural de Gabriela Preissová. El director de escena canadiense la propuso por
primera vez hace ya cinco lustros, y ha viajado por varios teatros en todo este
tiempo sin perder interés, gracias a su esencialidad y un inteligente trabajo
con los cantantes y el coro, representante de la amenaza continua y los
prejuicios con su presencia escrutadora. Igualmente inteligente es el uso de la
luz para crear atmósferas; o la liberadora y efectista lluvia final, que provocó
en todos un inevitable efecto catártico.
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