Francia
Ópera de ParísOtro reparto para Carmen en Bastille
Francisco Leonarte
Pues allá que nos fuimos, a Opera Bastille, a
ver de nuevo esta producción de Carmen que ya hemos visto siete veces,
pero esta vez con un nuevo reparto, el que más nos apetecía.
Poco diremos de la puesta en escena de Bieito, que ya comentamos en su día y que muchos aficionados conocen, pues ha viajado a otros teatros y ha sido grabada y circula por las redes. Tal vez añadir que hubo por aquí y por allá pequeños retoques: el quinteto 'Nous avons en tête une affaire' escenificado con menos bofetadas gratuitas (y que apestan a falsa bofetada), el dúo del final con mayor expresividad de la protagonista y menor del tenor (no se puede decir que Calleja sea el más implicado de los actores ...), un desnudo más 'torero' en el preludio del tercer acto ... Detalles que pueden ser debido tanto a los propios intérpretes como al director de escena.
Sea como fuere, desde un punto de vista musical, esta vez estábamos en presencia de voces más grandes y por tanto más acordes con la gran orquesta (cinco contrabajos, uno más que en la versión con Spyres y Arquez) que suena en una sala grande como Bastille (2745 butacas).
Clémentine Margaine empezó su carrera internacional justamente con su éxito en Carmen, y Carmen sigue siendo su caballo de batalla. Volumen imponente, expresividad, timbre no de los más bonitos sin ser tampoco feo, ductilidad suficiente sin ser extraordinaria... lo que suele ser considerado como una (buena) mezzo-soprano dramática. El personaje, teatralmente, está totalmente asumido, hasta una escena final escalofriante: se trata de una mujer. Punto. Una mujer ni guapa ni fea ni buena ni mala. Una mujer. Y eso hace que la identificación con ella sea más fácil y que, en efecto, el final sea, como decimos, más trágico todavía.
Joseph Calleja le daba la réplica como don José. Quien esto escribe fue testigo en su día del canto soberano, del timbre de plata y de la personalidad generosa de Calleja que a todos deslumbró en un recital en el Teatro de los Campos Elíseos hace algunos años. Sin embargo en el inicio de la presente temporada lo volvimos a escuchar y temimos por su salud vocal en un papel (el de Cavaradossi en Tosca) y con una orquesta (la de la Ópera de París en Bastille a las órdenes de Dudamel) que ponían constantemente en peligro al cantante. En esta Carmen tuvimos la sensación de que su estado vocal se fragiliza todavía más, y que la bonita voz de lírico se está transformando en una voz quebradiza y con vibratos inoportunos a fuerza de abordar papeles que no le corresponden en grandes salas. Intentó por momentos algunos matices, pero pronto se veía forzado a volver al forte para afrontar la sala y la orquesta. Y se concentró en el canto, dando un personaje actoralmente muy soso, muy mazacote.
Nicole Car como Micaela se llevó el gato al agua -pasa frecuentemente con las Micaela, como pasa con las Liu en Turandot-. Con un punto menos de volumen tal vez que sus compañeros de reparto, pero con un canto en que el entusiasmo no estaba reñido ni con la buena dicción ni con el esmero en la emisión ni con la pulcritud en la afinación. Una estupenda Micaela.
Pensábamos que Ildebrando d'Arcangelo, ya con una buena carrera a sus espaldas, mostraría signos de erosión o de cansancio, pero la voz sonó relativamente fresca, y sonora (tal vez la de mayor volumen después de Margaine), cumpliendo en agudos y graves, sin que ni unos ni otros fueran tampoco excepcionales. No defraudó, pero tampoco puede decirse que emocionara.
Poco que añadir sobre las excelentes Andrea Cueva
Molnar (¿Cuándo tendremos ocasión de escucharla en papeles más largos y
agradecidos?) y Adèle Charvet como Frasquita y Mercedes respectivamente, o
sobre las sonores voces de Guilhem Worms (Zuñiga) y Tomasz Kumiega (Moralès).
Sí, tal vez decir que en pocos meses el francés de Kumiega parece haber
mejorado. Y que a Marc Labonnette (El Dancairo) y a Loïc Félix (El Remendado)
esta vez los hemos podido apreciar vocalmente, sin duda porque los retoques
escénicos en su quinteto por fín les permiten cantar.
El coro está en un buen momento, tanto mujeres como hombres: expresivo en el primer acto -aunque desearíamos mayor sensualidad en el canto y menos demostraciones pseudo-obscénas de los figurantes durante el coro de cigarreras-, misterioso en el tercero, pletórico en el cuarto. El hecho de que ahora haya dos directores de coro en la casa (Alessandro di Stefano que se ha ocupado de esta Carmen y de Trovatore, y Ching-Lien Wu que se está ocupando al mismo tiempo de Peter Grimes) permite sin duda trabajar mejor.
Fabien Gabel vuelve a mostrar buen hacer al frente
de la orquesta, y su versión parece madurar, con mayor variedad de registros.
Tal vez hubiésemos deseado por momentos mayor sensualidad (coro de cigarreras,
como antes apuntábamos) o mayor delicadeza (preludio del tercer acto -aunque
en este caso, el maleducado público que se cree con derecho a hacer comentarios
a su vecino porque hay un hombre desnudo en el escenario o porque nadie canta,
no ayudó a la concentración; y es bien sabido que una representación se
hace también con el público, con su concentración, su enstusiasmo o su falta de
interés ...-). Pero en total se trata de un buen trabajo.
La orquesta, que desde pequeñita lleva trozos de Carmen en el biberón, impecable. E impecables sus distintos solistas. Y el público -que llenaba la sala hasta los neones del techo-, encantado.
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