Estados Unidos
Espléndida música de cámara
Roberto San Juan

Formado a
partir de músicos procedentes de la West-Eastern Divan Orchestra, el
West-Eastern Divan Ensemble fue fundado por Michael Barenboim en 2020
coincidiendo con el vigésimo aniversario de la agrupación sinfónica. Ese mismo
año tuvo lugar la primera gira del Ensemble por Estados Unidos y dos años más
tarde el conjunto se presentó en una gira internacional por Europa, siempre bajo
la dirección y liderazgo de Barenboim, hijo del gran pianista y director de
orquesta.
El concierto
se inició con la Sonata para violín y
violoncello de Ravel, una obra en cuatro movimientos escrita en memoria de
Debussy. Con una indiscutible economía de medios, Ravel ofrece una interesante
fusión entre creación temática y desarrollo motívico, con una amplia paleta
expresiva que el violín de Barenboim y el cello de Astrig Siranossian mostraron
en todo su esplendor. El ‘Allegro’ inicial recuerda vagamente en su estructura al
primer movimiento de una sonata clásico-romántica; le sigue no un movimiento
lento, sino un ‘Très vif’ intenso y expresivo, de sonoros pizzicati y rasgos de perpetuum
mobile, con una sección final homofónica en fortissimo antes de concluir de manera más serena. El movimiento
lento es el tercero de la Sonata,
interpretado con generoso vibrato en
el cello. La obra concluye con un enérgico ‘Vif, avec entrain’ muy exigente
técnicamente.
Dvořák
escribió su Terceto en Do mayor en
1887, cuando ya era un compositor consagrado y de reconocida fama. Fue
originalmente concebido como una especie de Hausmusik
para ser interpretado por el propio Dvorák en la viola y dos de sus amigos, a
los que, por cierto, la pieza enseguida les quedó demasiado grande. En esta
ocasión Miriam Manasherov, viola, flanqueada por Michael Barenboim y Mohamed
Hiber, violines, parecieron mantener en su interpretación ese espíritu de
amistad, complicidad y perfecto entendimiento, en una versión madura,
equilibrada y serena. El tercer movimiento, ‘Scherzo’, es una deliciosa danza
campesina cargada de efectos sonoros con sus pizzicati y pasajes sul ponticello.
El último movimiento es un ‘Tema con variaciones’ donde Dvorák parece invocar el
espíritu de Beethoven, con un uso estructural del silencio en numerosas pausas
estratégicamente colocadas en la partitura, que los tres músicos realizaron en
perfecta sincronía.
El 19 de
enero de 1936 Hindemith llegó a Londres para acudir a los ensayos de un
concierto que tenía programado en el Queen's Hall el día 22 y en el que tocaba
como solista de viola con la Orquesta Sinfónica de la BBC. La muerte del rey
Jorge V el día 20 cambió por completo los planes y la música previamente
programada resultaba ahora inapropiada. Hindemith se ofreció para componer una
música fúnebre y así surgió, el día 21 de enero y en muy pocas horas, esta Trauermusik para viola y cuerda, que
Michael Barenboim, como solista, quiso dedicar a las víctimas de los recientes
terremotos de Siria y Turquía, por lo que pidió un minuto de silencio al final
de la pieza. Se trata de una obra breve, en cuatro partes sin solución de
continuidad, introspectiva y cuya interpretación resultó intensa y cargada de
emoción.Tras el descanso, la segunda parte estuvo ocupada en su totalidad por
el Octeto para cuerda de Enescu. La
disposición de los músicos en el escenario favoreció el equilibrio de
sonoridades, con dos violines -Michael Barenboim y Mohamed Hiber- a la
izquierda y otros dos -David Strongin y Samir Obaido- a la derecha, flanqueando
así las dos violas -Miriam Manasherov y Sindy Mohamed- y los dos cellos -Astrig
Siranossian y Assif Binness-. La riqueza de matices y efectos de enorme poder
expresivo que estos excelentes músicos son capaces de conseguir, unido a un
rigor técnico indiscutible y una perfecta comunión en cuanto a concepción de la
obra y cómo y qué deben mostrar en cada pasaje hicieron de la escucha una
experiencia sumamente atractiva.
En el “debe” del concierto situaría el programa de mano y el programa online accesible a través de un código QR que, si bien contenían ambos unas interesantes notas firmadas por Octavio Roca, no indicaban los movimientos de cada pieza ni tampoco qué músicos tocaban cada una, con la excepción, naturalmente del Octeto, interpretado por el Ensemble al completo. En el “haber”, además -sin duda- de los intérpretes, situaría la excelente charla previa al concierto impartida por la doctora Dorothy Hindman, de la Universidad de Miami.
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