Estados Unidos

Espléndida música de cámara

Roberto San Juan
jueves, 9 de marzo de 2023
Miami, sábado, 4 de marzo de 2023. Adrienne Arsht Center. West-Eastern Divan Ensemble. Violín y dirección: Michael Barenboim. M. Ravel: Sonata para violín y violoncello M. 73; A. Dvořák: Terceto en Do mayor para dos violines y viola, Op. 74; P. Hindemith: Trauermusik para viola y cuerda; G. Enescu: Octeto para cuerda en Do mayor, Op. 7
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Formado a partir de músicos procedentes de la West-Eastern Divan Orchestra, el West-Eastern Divan Ensemble fue fundado por Michael Barenboim en 2020 coincidiendo con el vigésimo aniversario de la agrupación sinfónica. Ese mismo año tuvo lugar la primera gira del Ensemble por Estados Unidos y dos años más tarde el conjunto se presentó en una gira internacional por Europa, siempre bajo la dirección y liderazgo de Barenboim, hijo del gran pianista y director de orquesta.

El concierto se inició con la Sonata para violín y violoncello de Ravel, una obra en cuatro movimientos escrita en memoria de Debussy. Con una indiscutible economía de medios, Ravel ofrece una interesante fusión entre creación temática y desarrollo motívico, con una amplia paleta expresiva que el violín de Barenboim y el cello de Astrig Siranossian mostraron en todo su esplendor. El ‘Allegro’ inicial recuerda vagamente en su estructura al primer movimiento de una sonata clásico-romántica; le sigue no un movimiento lento, sino un ‘Très vif’ intenso y expresivo, de sonoros pizzicati y rasgos de perpetuum mobile, con una sección final homofónica en fortissimo antes de concluir de manera más serena. El movimiento lento es el tercero de la Sonata, interpretado con generoso vibrato en el cello. La obra concluye con un enérgico ‘Vif, avec entrain’ muy exigente técnicamente.

Dvořák escribió su Terceto en Do mayor en 1887, cuando ya era un compositor consagrado y de reconocida fama. Fue originalmente concebido como una especie de Hausmusik para ser interpretado por el propio Dvorák en la viola y dos de sus amigos, a los que, por cierto, la pieza enseguida les quedó demasiado grande. En esta ocasión Miriam Manasherov, viola, flanqueada por Michael Barenboim y Mohamed Hiber, violines, parecieron mantener en su interpretación ese espíritu de amistad, complicidad y perfecto entendimiento, en una versión madura, equilibrada y serena. El tercer movimiento, ‘Scherzo’, es una deliciosa danza campesina cargada de efectos sonoros con sus pizzicati y pasajes sul ponticello. El último movimiento es un ‘Tema con variaciones’ donde Dvorák parece invocar el espíritu de Beethoven, con un uso estructural del silencio en numerosas pausas estratégicamente colocadas en la partitura, que los tres músicos realizaron en perfecta sincronía.

El 19 de enero de 1936 Hindemith llegó a Londres para acudir a los ensayos de un concierto que tenía programado en el Queen's Hall el día 22 y en el que tocaba como solista de viola con la Orquesta Sinfónica de la BBC. La muerte del rey Jorge V el día 20 cambió por completo los planes y la música previamente programada resultaba ahora inapropiada. Hindemith se ofreció para componer una música fúnebre y así surgió, el día 21 de enero y en muy pocas horas, esta Trauermusik para viola y cuerda, que Michael Barenboim, como solista, quiso dedicar a las víctimas de los recientes terremotos de Siria y Turquía, por lo que pidió un minuto de silencio al final de la pieza. Se trata de una obra breve, en cuatro partes sin solución de continuidad, introspectiva y cuya interpretación resultó intensa y cargada de emoción.Tras el descanso, la segunda parte estuvo ocupada en su totalidad por el Octeto para cuerda de Enescu. La disposición de los músicos en el escenario favoreció el equilibrio de sonoridades, con dos violines -Michael Barenboim y Mohamed Hiber- a la izquierda y otros dos -David Strongin y Samir Obaido- a la derecha, flanqueando así las dos violas -Miriam Manasherov y Sindy Mohamed- y los dos cellos -Astrig Siranossian y Assif Binness-. La riqueza de matices y efectos de enorme poder expresivo que estos excelentes músicos son capaces de conseguir, unido a un rigor técnico indiscutible y una perfecta comunión en cuanto a concepción de la obra y cómo y qué deben mostrar en cada pasaje hicieron de la escucha una experiencia sumamente atractiva.

En el “debe” del concierto situaría el programa de mano y el programa online accesible a través de un código QR que, si bien contenían ambos unas interesantes notas firmadas por Octavio Roca, no indicaban los movimientos de cada pieza ni tampoco qué músicos tocaban cada una, con la excepción, naturalmente del Octeto, interpretado por el Ensemble al completo. En el “haber”, además -sin duda- de los intérpretes, situaría la excelente charla previa al concierto impartida por la doctora Dorothy Hindman, de la Universidad de Miami.  

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