Una jirafa en Copenhague

Entrevista Intrapersonal Confrontada: Omar Jerez con Editorial Alegoría

Omar Jerez
miércoles, 15 de marzo de 2023
Editorial Alegoría © 2023 by Editorial Alegoría Editorial Alegoría © 2023 by Editorial Alegoría
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Hoy me vais a permitir un inciso antes de presentar a los protagonistas de la semana.

Oficialmente el género periodístico que creé en el año 2013 ya es científico y académico por parte del periodista Rubén Villalba Jiménez que presentó su TFG en la Universidad Rey Juan Carlos bajo el amparo de su tutora Marina Santín Durán con una nota media de 9,75 con el título: La autoentrevista como género periodístico: El caso de la Entrevista Intrapersonal Confrontada.

¡Enhorabuena a Rubén Villalba Jimenez!

Dicho esto, no podía dejar pasar de largo la maravillosa coincidencia de la Entrevista Intrapersonal Confrontada con la Editorial Alegoría con este hecho, que es y será historia del periodismo.

Editorial Alegoría es un cuerpo con dos cabezas, y el resto de sus tentáculos están compuestos de un material genético detectado en una de cada tres millones de personas; esa rara avis hallada en los parámetros de la ciencia se llama: ¡un par de cojones! y ¡un par de ovarios!

Editorial Alegoría es un claro opositor de una época Victoriana donde el relato ha adquirido más relevancia que los hechos en sí, pero aún hay esperanza (menos para los presos) para mostrar la evidencia en ejercicios discursivos que se alejan de la ortodoxia oficial.

Juan Abreu, «Eros y politica». © 2023 by Editorial Alegoría.Juan Abreu, «Eros y politica». © 2023 by Editorial Alegoría.

En las antípodas de esa senda y militante de la heterodoxia se encuentra el escritor Juan Abreu y su obra Eros y política, la cual tiene visos de ser el cisne negro de la literatura española en 2023.

El fundamentalismo progre y su práctica como policia moral, lapidarán un libro que va a registrar 180 decibelios.

¡Papá agarrate que vienen curvas!

Entrevista Intrapersonal Confrontada-Editorial Alegoría

¿Cómo tuviste noticia de Eros y política?

Pues paradójicamente a través de Facebook, donde tantas censuras son. Me cautivó de inmediato el estilo, pero además la absoluta libertad con la que escribe el autor. En época de cancelaciones y linchamientos, resulta muy gratificante encontrar a alguien que se expresa de manera tan desinhibida sobre los Tabúes Mayores. ¿Y sabe una cosa?

No, dígame (o dígase)

Esta obra constituye un género propio en sí misma. De hecho, albergo la esperanza como lector de que tenga continuidad (Eros y Cultura, Eros y Periodismo, Eros y Culogordismo…). La unidad no solo proviene de la temática (qué aportan sexualmente los personajes elegidos a la escena pública) sino de una escritura que sabe rimar lo erótico con lo cómico, lo trágico, lo lírico y hasta lo épico, siempre con excelente música y letra.

Y sobre todo el humor. Es imposible leer (bien) este libro sin partirse de risa. Si Georges Bataille escribió Las lágrimas de Eros, esta obra podría ser su reverso: Las risas de Eros. Y conviene recordar a los desorientados que las verdades de la risa nada tienen nada que ver con el sarcasmo vejatorio ni las del sexo con la casquería viscosa. 

Comprendo lo que dice sobre la libertad, pero, como editores, ¿no tienen miedo de suscitar la ira inquisitorial? Ha habido condenas penales muy duras en España por ejercer el humor o la sátira en una dirección políticamente incorrecta

Es muy oportuna la precisión porque España es el país donde se pueden llevar a cabo, desde la más absoluta impunidad, actos tan misérrimos como la exaltación popular de criminales de ETA, el acoso feroz a mujeres por el mero hecho de no ser de izquierdas (incluso, ¡sobre todo!, en la Universidad), llamar `asesina´ a una presidenta autonómica (a pesar de haber sido totalmente exonerada en los tribunales), declarar una alerta antifascista contra unos resultados electorales (o sea, contra la voluntad manifiesta de la ciudadanía) o publicar una caricatura de Ortega Lara con el texto «El pobre Ortega tiene el cuerpo lleno de quemaduras, no es sano estar cara al sol tras tanto tiempo a oscuras» (y que formaba parte de la serie Descubre a la asquerosa Pandilla Voxura al completo).

Al mismo tiempo, y sin solución de continuidad, puedes ir a la cárcel por escribir unos chistes de humor negro en tu cuenta de Twitter (Camilo de Ory) o una sátira al sensacionalismo con que los medios abordaron el tema más tabú de nuestro tiempo: el de La Manada (Anónimo García).

Entonces, ¿existe miedo o no?

Claro que hay miedo. No somos idiotas, sabemos cómo está el patio y en los líos en que nos podemos meter. El libro de Bataille que hemos mencionado fue prohibido en la Francia de los años sesenta, ¡y el ministro de Cultura era André Malraux, no Miquel Iceta! Y no hemos de olvidar que el humor es mucho más subversivo que el sufrimiento o la muerte. Además, Juan escribe mejor que Bataille. Y estoy seguro de que también ha follado más y, sobre todo, mejor. ¿Hay algo más peligroso para la Administración de Tristezas Establecidas que una persona dichosa? Quizás por eso, mientras él no duda en lanzarse a la intemperie para desnudar y desanudar las farsas de nuestro tiempo, el francés, durante la Francia ocupada por los nazis, se dedicaba a escribir ensayos sobre la experiencia interior. Pero, un momento, yo no he venido aquí a hablar de Bataille.

Retorne, pues, de la digresión y deje cette bataille para mejor ocasión

Volvamos, pues, al riesgo, en el páramo liberticida actual, de renunciar a hacernos el muerto. De hecho, únicamente el miedo explica que este excelente libro no se edite en un sello de mayor postín (o de postín a secas). Por nuestra parte, siempre hemos preferido sentir miedo a sentir asco o vergüenza. Como dice Cayetana, entre la sumisión y el conflicto, solo puedes elegir con dignidad lo segundo. La obra de Juan Abreu supone una enmienda contra todo tipo de imposturas. No merecería unos editores pusilánimes o inapropiadamente prudentes. Al menos en ese sentido, sí hemos procurado estar a la altura.

¿Y realmente hay motivos para que alguno de los retratados experimente agravio?

Es preciso subrayar que se trata de un libro de ficción. No describen a nadie sino que son impresiones personales y cómicas, tal como advierte el autor. Por supuesto, habrá quien se ofenda, pero será precisamente esa reacción la que nos haga intuir el acierto en alguna diana; es decir, se tratará más bien de una confesión. El libro se abre con una cita reveladora de Reinaldo Arenas, el entrañable amigo y compañero de viaje de Juan: “Yo no he venido aquí a respetar”. 

Cabe plantear, de hecho, si es posible verdaderamente escribir o pensar (o, ya puestos, follar) desde la respetabilidad. Resulta bastante cómico contemplar cómo la izquierda de hoy se burla de las “personas de bien” (a los que fantasean como burguesitos apocados, capillitas y convencionales) y al mismo tiempo pretendan embridar inquisitorialmente, y por los motivos más espurios, la libertad no domesticada, la que se ejerce al margen de sus estrechos dogmas. Y no hemos de olvidar que lo único respetable son las personas, no sus ideas o sus creencias.

O sea, que no hay posibilidad de progresar como sociedad desde el respeto

Ni de progresar ni de conservar lo valioso, es decir, aquello que merece permanecer una vez ha sido puesto críticamente a prueba. ¿Y qué es crear, después de todo, sino un continuo romper y recomponer? La literatura, el arte en general, tiene como genuina misión des-integrar lo que ha recibido una integración normalizadora, para recomponer la unidad de una manera más adecuada, creativa y versátil. He ahí el nudo entre lo estético, lo ético, lo político y lo terapéutico. ¿Le importa que utilice un ejemplo algo chusco?

Cómo habría de importarme? Por favor, proceda.

La alegre tía Ganga de Les Luthiers cuando, por la edad, todos empiezan a respetarla en su aldea, se ve obligada a marcharse a otra “para ver si tenía mejor suerte”. Una sociedad esclerotizada por el respeto (que, como hemos visto, se ejerce además de manera hemipléjica) es una sociedad muerta, rendida a los intereses de los que mandan, sometida a aquellos que deciden qué es intocable y qué no. Pero, salvo que la situación alcance los niveles de degradación opresora de “la Abominable” (así es como Juan llama a Cuba), es mucho mejor presentar batalla, una batalla que es siempre por la Civilización. Y no esperen en Abreu la menor condescendencia con el multiculturalismo, el relativismo, el indigenismo o el nacionalismo (o sea, con la Tribu). Nuestros valores -los del humanismo laico, crítico, ilustrado, los que operan a favor del individuo- sencillamente son mejores.

Decía Nietzsche que “El hombre sufre tan terriblemente en el mundo que se ha visto obligado a inventar la risa”. ¿Nos ofrece una buena pista para entender Eros y política?

En cierta manera, sí. Pero Abreu está muy lejos de ese pathos trágico, enfático y romántico, ¡demasiado esdrújulo! ¡y teutónico! En él, la risa es una fuerza más sencilla y entrañable. Como el barullo de unos niños que corretean en la calle o el asalto de una lluvia que irrumpe sin avisar. Por eso brota siempre de un hontanar limpio, nunca atrabiliario, nunca soso ni cáustico. En ese sentido, se encuentra mucho más próximo a la ironía cervantina que al sarcasmo quevediano (a pesar de alguna semejanza formal con don Francisco).

¿Y sobre el sexo?

Para el autor es una potencia al mismo tiempo raigal y cósmica, centrípeta y centrífuga. Es probable que hiciera suyas las palabras de Aute: “si Dios existiera, sería sexo puro”. Desde esta perspectiva, la espeleología que lleva a cabo en el libro para hallar yacimientos eróticos en los entornos aparentemente menos propicios, supone una forma de redención, un filantropismo en acto, que persigue justificar, aliviar o desdeshonrar la existencia (política) de algunos de los protagonistas. En la medida de lo posible, claro está, no esperen milagros, ni tampoco que los retratados (o su curia) entiendan el gesto de magnanimidad que subyace. Pero nos sirve para dejar constancia de cómo, contra viento y banderas, el autor es siempre partidario de la vida, incluso en sus encarnaciones menos felices.

También están los personajes híbridos (no olvidemos que Eros es hijo de Poros, la Abundancia, y de Penía, la Indigencia). Así, no faltan protagonistas que padecen ideologías insalubres pero patentizan un Eros enérgico. Lean el retrato de las hermanas Serra o de la panchísima Pam, y juzguen la ecuanimidad con la que el autor evita la interferencia entre los dos planos y concede a Biós lo que es de Biós y al César lo que es de César. Además, el libro es pródigo en consejos prácticos para que, en cada caso, se alcance el máximo de deleite al que es dable aspirar.

También están aquellos que suscitan la admiración dúplice (o tríplice) del autor. Sinceramente no puedo imaginar mejor carta de presentación o recomendación. Los afortunados y afortunadas, de hecho, deberían imprimirla y llevarla siempre consigo.

Hace Vd. referencia continuamente al estilo. ¿Qué aporta la obra de Abreu a la literatura en español?

Yo diría que hay una cualidad montaraz en su prosa, incluso agreste. Sin embargo, no resulta difícil auscultar la ternura que fluye por debajo. Si Walt Kowalski (el protagonista de Gran Torino de Clint Eastwood) se hubiera dedicado a la escritura, es probable que se expresara de una manera parecida.

Resulta curioso: en la literatura hispanoamericana tenemos, en un extremo, la prosa meliflua y cantarina, la mirada mágica de García Márquez y, en el otro, la prosa densa y dura, como cincelada a machetazos o escrita con el aguijón de un alacrán, de Juan Rulfo, que reniega de todo propósito de investir de monerías la realidad. Juan Abreu está, sin duda, más cerca de este último. En su caso, puede percibirse de fondo la llamada selvática y la policromía vibrante de su Cuba natal, es decir, una ambición de vida que, formalmente, le empuja al cultivo de la hipérbole y a la casi abolición de las pausas (como si impacientemente se dijera: “esta es la vida, ¡a por ella!”); y materialmente, a la demolición metódica de todo lo postizo, desde la honda fidelidad a las verdades vividas. Alumbra así una suerte de poética de la autenticidad que no debería dejar indiferente a nadie; en el mejor de los casos, por reverberación, y en el peor, por (auto) renegación.

Para terminar, ¿cómo cree que será acogida la obra?

Sin duda, el libro merece el éxito y, por tanto, el escándalo (pues una profunda intención ética lo atraviesa de principio a fin). Pero vete a saber; esto es España y cualquier disparate es posible.

En cualquier caso, lo seguro será el brindis por Reinaldo, pues Juan tampoco ha venido a respetar. Ni a reírle las gracias a los poderosos, a los culogordos ni a los liberticidas.

*Entrevista Intrapersonal Confrontada (O cómo responder y después preguntar)

La entrevista es un género periodístico fundamental. De hecho, se podría considerar su piedra angular, porque permite al periodista confirmar, acceder y conocer los hechos de manera directa, sin intermediarios, hablando con la fuente y estableciendo un diálogo con los protagonistas.

Lamentablemente, y salvo honrosísimas excepciones, la entrevista, ese momento excepcional que combina conversación, reto y seducción, se ha convertido en un acto seco, forzado, en el que demasiado a menudo el entrevistado no quiere responder y al entrevistador le da lo mismo que no quiera. El momento sublime que permite al periodista ejercer su derecho a preguntar se transforma en un trámite, una penitencia o directamente un combate tosco y sin ningún vencedor.

En otras ocasiones, los entrevistados han tenido una clase por parte de sus asesores para evitar, rodear o directamente eliminar preguntas incómodas, que suelen ser precisamente las que el periodismo debe y puede hacer. El resultado, nuevamente, queda en un limbo de medias verdades y frases insulsas. Por no hablar de las entrevistas promocionales asociadas a algún producto cultural, tipo cine, literatura y música, donde la superficialidad es tan apabullante que se podrían mantener las preguntas hechas años antes y tendríamos la certeza de encontrar las mismas respuestas.

Ante este panorama, desolador y habitual en demasía, el artista y creador Omar Jerez propone una nueva fórmula, una nueva aproximación al género que exige una complicidad de ambas partes (tomando como inspiración las entrevistas noveladas que hizo durante años Milan Kundera) para generar un contenido atractivo, valiente, que enriquezca al lector y que suponga una aventura donde ni el camino ni el destino queda prefijado.

El nuevo concepto se llama Entrevista Intrapersonal Confrontada, (EIC), y tiene como cimiento inamovible la siguiente premisa: el entrevistado genera un discurso a priori, provocado y sugerido (o no) por el entrevistador, y posteriormente el periodista edita y da forma periodística a ese contenido. Se crea una arcilla pura que será moldeada por las manos expertas del entrevistador, a posteriori.

A continuación se exponen los 10 puntos que definirán cualquier EIC que se haga a partir de ahora, y que creemos supone una innegable revolución en este género. Es tan sencillo como invertir el orden para recuperar la pureza que nunca debió perder.

Decálogo para una Entrevista Intrapersonal Confrontada (EIC)

  1. Cualquier persona, tenga o no relevancia pública, podrá solicitar a un periodista la realización de una EIC. Igualmente, cualquier periodista podrá solicitar la realización de una EIC a cualquier persona o personaje.
  2. Cualquier EIC tiene como base fundamental la relación que se establece entre el periodista y el entrevistado, así como la reinterpretación del concepto de entrevista para el siglo XXI.
  3. Una vez aceptada la realización de la EIC, se propondrá, por cualquiera de las partes, un tema sobre el que girará la narración, así como su extensión. Igualmente podrá ser de libre elección si así se decide de mutuo acuerdo.
  4. El entrevistado construirá libremente una narración sobre la temática escogida, que podrá ser creada en cualquier formato: texto, audio, vídeo, ilustración, así como cualquier combinación entre estos. El periodista no intervendrá nunca en esta parte del proceso.
  5. El periodista recibirá esa narración y a partir de ahí construirá una EIC en la que se compromete a mantener el sentido del texto original, y podrá modificar, eliminar, ampliar o extender la entrevista para tratar de llegar a la naturaleza real del entrevistado. Podrá solicitar más información al entrevistado, así como convertirla a otro formato.
  6. Bajo ningún concepto el periodista podrá utilizar la información en bruto para difamar o menoscabar la figura o reputación del entrevistado.
  7. El periodista deberá entregar una copia de la EIC antes de su difusión al entrevistado para que la confronte y certifique que se ha mantenido el sentido original, no entrando éste en consideraciones de estilo y forma.
  8. El periodista puede declarar la EIC nula si percibe que está falseada o que el entrevistado se aleja del objetivo principal, que es un ejercicio de honestidad consigo mismo.
  9. El espectador, para poder completar la experiencia, debería tener acceso al discurso en bruto enviado por el entrevistado y la EIC  definitiva, para comparar y enriquecer la lectura/visionado/escucha del proceso.
  10. Al contrario que en la entrevista clásica, en cualquier EIC la búsqueda de la verdad queda supeditada a la experiencia compartida, confrontada y colaborativa entre las dos partes.
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