Estados Unidos
It´s so beautiful!
Roberto San Juan

Florence Price
(Little Rock, Arkansas, 1887- Chicago, Illinois, 1953) fue una compositora,
pianista y profesora de música estadounidense que ha pasado a la historia como la
primera mujer afroamericana en ser reconocida como compositora de música sinfónica
y la primera en tener una composición interpretada por una orquesta importante,
nada menos que la Sinfónica de Chicago. Ocurrió en 1933, cuando esta orquesta
interpretó la Sinfonía nº 1 de Price,
bajo la dirección de Frederick Stock.
De ese mismo
año, 1933, data el Concierto para piano
que se escuchó esta noche y cuya presencia en el programa fue, para mí, uno de
los atractivos de la velada. Se trata de una obra de unos 18 minutos de
duración y está estructurada en tres secciones agrupadas en un único
movimiento. El público ignoró esto y, tan solo guiado por la sensación
conclusiva de las cadencias y por los decibelios, aplaudió hasta en dos
ocasiones a mitad de la obra. Quizá sería bueno que, para tratar de evitarlo, los
programas de mano aludieran específicamente a las convenciones de la música
“clásica” en cuanto a cuándo “toca aplaudir”.
La primera sección es un ‘Andantino’ que se inicia con la exposición de un tema en metales y madera que me recordó el Summertime de Porgy and Bess, si bien he comprobado que la famosa melodía de Gershwin es un año posterior. A continuación entra el piano en un solo a modo de cadencia, donde Cann mostró un excelente dominio técnico en una interpretación madura y pasional. La sección central es un ‘Adagio cantabile’, de carácter lento y calmado, con un diálogo entre piano y oboe que transmite una amplia sensación de libertad. Un breve ‘Andantino’ conduce hacia la tercera sección, ‘Allegretto’, que es una Juba o danza afroamericana de finales del siglo XIX, de ritmo vigoroso y sincopado, donde orquesta y solista mostraron un excelente sincronismo.
Atractiva y extrovertida
son algunos de los adjetivos que usaría para describir esta pieza, y
sensibilidad y pasión son dos de los rasgos destacados de la excelente solista.
El veterano David Robertson en el podio mostró una perfecta comprensión de esta
música y de su carácter, y lo transmitió a la orquesta y al público.
En atención
a los aplausos, y tras pedir silencio, Cann interpretó como propina una
magnífica versión jazzística del Preludio
en Do # menor Op. 3 nº 2 de S. Rachmaninoff, creo que la firmada por la pianista,
cantante de jazz y actriz estadounidense de origen trinitense Hazel Scott.
Previo al Concierto de Price, la velada se había
iniciado con una obra coetánea a la de la compositora estadounidense, si bien
geográfica y estilísticamente muy distante de ella. Zoltán Kodály compuso sus Danzas de Galánta en 1933 por encargo de
la Sociedad Filarmónica de Budapest para conmemorar su 80 aniversario. El
compositor se inspiró en melodías y danzas populares húngaras que habían sido
publicadas en varios volúmenes en Viena un siglo antes. La obra muestra una
extraordinaria riqueza tímbrica y rítmica, con un destacado papel del clarinete
al asumir el rol del tárogató de la
música folklórica húngara. El maestro Chad Goodman en el podio demostró dominar
la obra y desplegó una amplia gama de gestos sin perder detalle rítmico o
tímbrico. La orquesta respondió con solvencia, pero faltó a veces en su
interpretación cierta tensión y un rango dinámico más amplio. Destacaron la calidez
tímbrica y el excelente fraseo de la melodía en el clarinete, así como las
intervenciones de flauta y flautín, con perfecto acompañamiento de la cuerda en
pizzicato, en alguna ocasión. Muy
bien, pues, el viento madera y notable el diálogo entre trompa y cello. Los
metales se lucieron en algunas difíciles entradas -no en todas- y la cuerda
tocó bien empastada, si bien faltó algo de claridad en ciertos pasajes de
rápidas figuraciones, especialmente en la sección inicial.
Tras el
descanso Robertson, que había dirigido la obra de Price, regresó al podio para
guiar de memoria una versión serena y elegante de la Sinfonía nº 2 de Beethoven. En el primer movimiento, ‘Adagio
molto-Allegro con brio’, quedó de nuevo claro, a mi juicio, que una orquesta
como esta, que busca la excelencia, necesitaría ampliar algo más su rango
dinámico por ambos extremos y graduar de manera más precisa las transiciones
durante los crescendi y los diminuendi.
A la conclusión del movimiento, de nuevo aplausos a destiempo acompañados de un sonoro “It´s so beautiful!” por parte de una persona del público. El director, sin inmutarse, se giró hacia el teatro y contestó: “I am glad you liked it, there are three more”, lo que provocó la risa del público. El ‘Largheto’ sonó equilibrado, con un cuidado fraseo de carácter contenido. Siguió un magnífico ‘Scherzo’, para concluir con el ‘Allegro molto’. Ahora sí, llegó el momento de los aplausos, que fueron generosos y bien merecidos.
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