Estados Unidos

It´s so beautiful!

Roberto San Juan
miércoles, 22 de marzo de 2023
Florence Price © Naxos Florence Price © Naxos
Miami, sábado, 11 de marzo de 2023. Adrienne Arsht Center. Michelle Cann, piano. New World Symphony Orchestra. Dirección: Chad Goodmann y David Robertson. Z. Kodály: Danzas de Galánta; F. Price: Concierto en Re menor para piano; L. van Beethoven: Sinfonía nº 2 en Re mayor, Op. 36.
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Florence Price (Little Rock, Arkansas, 1887- Chicago, Illinois, 1953) fue una compositora, pianista y profesora de música estadounidense que ha pasado a la historia como la primera mujer afroamericana en ser reconocida como compositora de música sinfónica y la primera en tener una composición interpretada por una orquesta importante, nada menos que la Sinfónica de Chicago. Ocurrió en 1933, cuando esta orquesta interpretó la Sinfonía nº 1 de Price, bajo la dirección de Frederick Stock.

De ese mismo año, 1933, data el Concierto para piano que se escuchó esta noche y cuya presencia en el programa fue, para mí, uno de los atractivos de la velada. Se trata de una obra de unos 18 minutos de duración y está estructurada en tres secciones agrupadas en un único movimiento. El público ignoró esto y, tan solo guiado por la sensación conclusiva de las cadencias y por los decibelios, aplaudió hasta en dos ocasiones a mitad de la obra. Quizá sería bueno que, para tratar de evitarlo, los programas de mano aludieran específicamente a las convenciones de la música “clásica” en cuanto a cuándo “toca aplaudir”.

La primera sección es un ‘Andantino’ que se inicia con la exposición de un tema en metales y madera que me recordó el Summertime de Porgy and Bess, si bien he comprobado que la famosa melodía de Gershwin es un año posterior. A continuación entra el piano en un solo a modo de cadencia, donde Cann mostró un excelente dominio técnico en una interpretación madura y pasional. La sección central es un ‘Adagio cantabile’, de carácter lento y calmado, con un diálogo entre piano y oboe que transmite una amplia sensación de libertad. Un breve ‘Andantino’ conduce hacia la tercera sección, ‘Allegretto’, que es una Juba o danza afroamericana de finales del siglo XIX, de ritmo vigoroso y sincopado, donde orquesta y solista mostraron un excelente sincronismo. 

Atractiva y extrovertida son algunos de los adjetivos que usaría para describir esta pieza, y sensibilidad y pasión son dos de los rasgos destacados de la excelente solista. El veterano David Robertson en el podio mostró una perfecta comprensión de esta música y de su carácter, y lo transmitió a la orquesta y al público.

En atención a los aplausos, y tras pedir silencio, Cann interpretó como propina una magnífica versión jazzística del Preludio en Do # menor Op. 3 nº 2 de S. Rachmaninoff, creo que la firmada por la pianista, cantante de jazz y actriz estadounidense de origen trinitense Hazel Scott.

Previo al Concierto de Price, la velada se había iniciado con una obra coetánea a la de la compositora estadounidense, si bien geográfica y estilísticamente muy distante de ella. Zoltán Kodály compuso sus Danzas de Galánta en 1933 por encargo de la Sociedad Filarmónica de Budapest para conmemorar su 80 aniversario. El compositor se inspiró en melodías y danzas populares húngaras que habían sido publicadas en varios volúmenes en Viena un siglo antes. La obra muestra una extraordinaria riqueza tímbrica y rítmica, con un destacado papel del clarinete al asumir el rol del tárogató de la música folklórica húngara. El maestro Chad Goodman en el podio demostró dominar la obra y desplegó una amplia gama de gestos sin perder detalle rítmico o tímbrico. La orquesta respondió con solvencia, pero faltó a veces en su interpretación cierta tensión y un rango dinámico más amplio. Destacaron la calidez tímbrica y el excelente fraseo de la melodía en el clarinete, así como las intervenciones de flauta y flautín, con perfecto acompañamiento de la cuerda en pizzicato, en alguna ocasión. Muy bien, pues, el viento madera y notable el diálogo entre trompa y cello. Los metales se lucieron en algunas difíciles entradas -no en todas- y la cuerda tocó bien empastada, si bien faltó algo de claridad en ciertos pasajes de rápidas figuraciones, especialmente en la sección inicial.

Tras el descanso Robertson, que había dirigido la obra de Price, regresó al podio para guiar de memoria una versión serena y elegante de la Sinfonía nº 2 de Beethoven. En el primer movimiento, ‘Adagio molto-Allegro con brio’, quedó de nuevo claro, a mi juicio, que una orquesta como esta, que busca la excelencia, necesitaría ampliar algo más su rango dinámico por ambos extremos y graduar de manera más precisa las transiciones durante los crescendi y los diminuendi.

A la conclusión del movimiento, de nuevo aplausos a destiempo acompañados de un sonoro “It´s so beautiful!” por parte de una persona del público. El director, sin inmutarse, se giró hacia el teatro y contestó: “I am glad you liked it, there are three more”, lo que provocó la risa del público. El ‘Largheto’ sonó equilibrado, con un cuidado fraseo de carácter contenido. Siguió un magnífico ‘Scherzo’, para concluir con el ‘Allegro molto’. Ahora sí, llegó el momento de los aplausos, que fueron generosos y bien merecidos. 

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