Alemania
La Sonnambula, un escaparate para los cantantes.
Juan Carlos Tellechea
No se duerme nadie ni en la sala ni sobre el escenario de la Ópera de Düsseldorf cuando la brillante soprano Stacey Alleaume canta y actúa junto al magnífico tenor Edgardo Rocha, uno de los mejores intérpretes actuales del repertorio belcantista, en esta nueva producción de La sonnambula, de Vincenzo Bellini, bajo la experimentada régie de Johannes Erath y la diestra batuta de Antonino Fogliani.
La sonnambula de Bellini es probablemente una de esas obras cuya fama se debe a su particular título, porque su música se limita en su mayor parte a unas pocas y bellas arias.
La obra en su conjunto padece la enfermedad del sueño en el repertorio, lo cual no es sorprendente.
La farsa de la bucólica aldea en los idílicos Alpes suizos cuenta la extraña historia de una huérfana, Amina (Stacey Alleaume, debut en el papel), que la noche antes de su boda entra inocentemente sonámbula en la alcoba de un desconocido, tras lo cual su novio, Elvino (Edgardo Rocha) decide inmediatamente casarse con Lisa (Heidi Elisabeth Meier), la dueña de la posada, que a su vez la tiene tomada con la desconocida.
El destino
Esta es la segunda vez que el prevenido novio es sacado de sus sueños de boda (su anterior amor había sido Lisa, quien ahora quiere reconquistarlo). El destino y ese extraño, el conde Rodolfo (Bogdan Taloş), quien está allí de incógnito, pero aportando calidez a su papel, lo cambia todo para mejor. Esta historia parece muy difícil de poner en escena, pero es maravillosa, destila música bella y emocionante por todos sus poros.
El elenco entero dio lo mejor de sí mismo y el público lo apreció de verdad con efusivas ovaciones y estentóreas exclamaciones de aprobación al término de la función: Katarzyna Kuncio en el papel de Teresa (dueña del molino y madre adoptiva de Amina); Valentin Ruckebier, encarnando a Alessio (enamorado de Lisa); Bohyeon Mun al notario, el extraordinario coro de la Deutsche Oper am Rhein, preparado por Patrick Francis Chestnut.
Escapismo
El motivo del sonambulismo tiene un poder utópico aquí, entre las más bellas coloraturas y melodías cadenciosas. El foco no está en lo resbaladizo de una sociedad que eleva su moral sexual, sino en un escapismo que deja dolorosamente claro el anhelo de libertad y partida.
El aria de entrada ''Care compagne...come per me'' fue una lección de verdadero bel canto impartida por Stacey Alleaume. Líneas de legato expansivas, diminuendo exquisito, si bemol en pianissimo sin portamenti. La cabaletta fue un escaparate de rápidos trinos, roulades, escalas y agudos staccato interpolados, incluyendo un brillante mi bemol. Su interpretación de las roulades cromáticas en ascensión al do agudo en la sección final de la cabaletta "balzar" fue memorable por su depurada y limpia técnica de coloratura.
La soprano terminó la pieza coronando la cabaletta con un mi bemol fuerte, largo y sostenido. En la stretta que cierra el primer acto, ofreció fuertes do agudos, perfectamente audibles por encima de los otros solistas, el coro y la orquesta que tocaban en forte, y un mi bemol final sostenido durante diez largos compases. ¡El punto culminante de su actuación fue su larga escena final, "¡Ah! Se una volta... ah! Non credea mirarti... ¡Ah! Non giunge".
Elvino la rechaza
El aria fue cantada con delicadeza y con largas líneas en mezza voce, expresando un profundo sentimiento de pena y angustia. Su cabaletta final puso a prueba su coloratura con rápidas escalas, notas staccato, varios mi bemoles interpolados y coronando el final con un fa imposible y estratosféricamente alto. Su interpretación estuvo, en general, llena de etéreas líneas largas y legato y espléndida pirotecnia vocal.
Alleaume realizó una conmovedora interpretación de la escena del sonambulismo, en la que el detalle y la inflexión de cada línea del recitativo expresan el profundo dolor de la desafortunada heroína. Sus reacciones al ser encontrada en la cama del conde, seguidas por el posterior rechazo de su prometido hacia ella, estuvieron impregnadas de patetismo. Fue una Amina convincente, con la que el público podía simpatizar fácilmente.
El Elvino de Edgardo
Exquisita voz
Rocha posee un bello y cálido timbre con una proyección fascinante. Su voz resuena en los oídos y el volumen aumenta a medida que sube a su registro más agudo. Sus líneas de legato son fluidas y largas, con excelente dicción. Su primer recitativo "Perdona o mia diletta" fue impecable y su primer si bemol en "il padre" emocionante, y así siguió en "Prendi l'anel ti dono''. Canta crescendos y diminuendos asombrosos. Todas las dinámicas escritas de su número de apertura con exquisita y delicada mezza voce, elevándose pianissimo hasta alcanzar emocionantes crescendos. ¡Sus do agudos en "Tutto ah! Tutto in questi instante" fueron atronadores y seguros.
El dúo "Son geloso del zefiro" cumplió con las mismas excelencias de dicción y su extraordinario ataque de agudos. Su canto es refinado y navega fácilmente por la tesitura alta del dúo, que exige cantar entre la natural y do agudo constantemente. Cantó la última sección: "pur nel sono" con una hermosa mezza voce y un fuerte do agudo final a lo largo de la soprano.
Su emocionante y fuerte voz le hace amenazador y agresivo en las escenas de enfrentamiento en las que desprecia a Amina en el primer acto y en su aria del segundo acto "Tutto è sciolto". Cantó fuertes si bemoles y si naturales, cuidando la línea vocal y las escalas limpias. Su timbre es bello, su proyección asombrosa y sus agudos son sonoros y excitados. Sublime también el do agudo mezza voce que emitió Edgardo Rocha al final del cuarteto ''Lisa mendace...' del segundo acto.
El conde
Bogdan
El bajo interpreta al conde de forma persuasiva, a veces aprovechándose de su posición, otras con nobleza y galantería. Cuando Amina entra en su alcoba, somos testigos de sus deliberaciones: ¿debe o no aprovecharse de ella? posee un bajo seguro y sus arias fueron muy bien recibidas por un público agradecido. Lo que más destacó, sin embargo, fue su habilidad para los recitativos. Su destreza está tan pulida que podría haber impartido una clase magistral de este arte. Su sutil colorido, sus inflexiones y los matices dinámicos de las palabras fueron un verdadero placer para la vista y los oídos.
Lisa
La soprano Heidi Elisabeth Meier brilla como la celosa Lisa. Su cálida voz tiene un marcado vibrato, buena proyección y unas notas asombrosamente altas. No dudó en interpolar un brillante mi bemol en el puente musical antes de la repetición de su aria de apertura "Tutto é goiga, tutto é festa", a poco de ingresar al escenario. Ejecutó un ataque perfecto, directo y limpio en los dos saltos de octava de si bemol a do agudo. La interpretación de su segunda aria, "De lieti auguri", destacó por sus valientes ataques a las escalas que comienzan en do agudo, su limpia coloratura y sus originales variaciones en la repetición, que incluyeron mi bemoles antes de coronar el final con un fa estratosféricamente agudo.
Escaparate
En muchos sentidos, La Giuditta Pasta y su tenor favorito, Giovanni Battista Rubini. De ahí que la obra contenga arias y dúos de exquisita belleza que requieren una gran habilidad y técnica vocal.
Los cantantes que se embarcan hoy en estos papeles tienen, por tanto, muchas oportunidades, apoyados por las inspiradas melodías de Bellini, de mostrar su propia técnica y la calidad de sus voces. Cualquier error, sin embargo, sería cruelmente expuesto. Los mejores cantantes están a la altura de las circunstancias y sorprenden al público, los segundos se quedan por el camino. El argumento es...digamos...escaso, por decirlo de forma delicada, y sin la música de Bellini no hay nada que capte la atención del espectador. La Sonnambula es, ante todo, un escaparate para los cantantes.
Un reto
Todo ello plantea un gran problema para la régie, a saber, cómo crear una puesta en escena dramática de la obra que se eleve por encima de lo banal, que atraiga al público y genere un interés por los personajes y sus historias, al tiempo que se mantiene fiel al espíritu de la música de Bellini, y deja espacio para que los cantantes muestren lo suyo. En manos del director equivocado, la producción puede ser plana e irrescatable para el canto.
Jungfrau con sus genuinos lugareños al lado de los turistas más sofisticados, encaja bien como telón de fondo (Bernhard Hammer, escenografía; Jorge Jara, vestuario; Nicol Hungsberg, iluminación).
La idea es excelente, añade profundidad al drama, pone de relieve la ingenuidad de la gente de campo, una característica que impulsa la trama de La sonnambula, y de paso explica el comportamiento de Elvino, Lisa y Amina. Algunas de las vistas son impresionantes, rodeadas de montañas nevadas y pistas de esquí perfectamente señalizadas (vídeo Bibi Abel) que evocan los románticos tiempos en los que el cambio climático todavía no se había manifestado con toda su crudeza, como hoy, derritiendo dramáticamente y para siempre glaciares milenarios de los Alpes suizos.
Comentarios