Reportajes

China

Estados Unidos y China rumbo a una colisión (I)

Juan Carlos Tellechea
jueves, 23 de marzo de 2023
China vs USA © 2023 by SWP China vs USA © 2023 by SWP
0,0024617

Ninguna otra relación bilateral tiene una importancia comparable para el futuro del orden internacional como la que existe entre los Estados Unidos de América y la República Popular China. La visita reciente del presidente chino Xi Jinping a Moscú para profundizar las relaciones de China con Rusia no trae buenos augurios. Pekín ayudará al sistema, también autoritario, ruso de Vladimir Putin.

Es cierto que la relación entre Rusia y Occidente alberga asimismo considerables peligros para la paz mundial, derivados del potencial mutuo de armas nucleares de destrucción masiva y de los riesgos de escalada de la guerra en Ucrania. Pero más allá de sus destructivos medios militares de poder, Moscú no tiene suficiente influencia económica ni política para configurar el orden internacional. Además, es probable que la guerra contra Ucrania tenga como efecto a mediano plazo que el poder y la influencia de Rusia disminuyan y aumente su dependencia de China. Moscú ya actúa de facto como socio menor en su asociación estratégica con Pekín.

El incidente del vehículo aéreo no tripulado (dron) de reconocimiento estadounidense estrellado sobre el Mar Negro, tras colisionar con un caza ruso, trae a colación que la fuerte presencia de las fuerzas aéreas de Estados Unidos y otros países de la OTAN en esa zona y a lo largo de la frontera occidental de Rusia es una espina clavada en el costado del régimen autocrático de Vladimir Putin.

Más leña al fuego

Ambas partes llevan años informando de aproximaciones peligrosas, por ejemplo también sobre el Mar Báltico. Sin duda la guerra de Rusia en Ucrania ha agravado drásticamente la situación. La falta de comunicación entra las dos potencias nucleares aumenta aún más el peligro de incidentes involuntarios, pero aún más graves.

El hecho de que no haya habido disculpas por parte rusa, sino la reivindicación de una acción legítima, ilustra el rechazo del Kremlin a las misiones diarias de los drones espías occidentales que recogen información estratégica para la resistencia ucraniana. Ahora queda por ver si Estados Unidos enviará cazas para proteger sus vuelos, aumentando el riesgo de la "escalada involuntaria" de la que hablaba el Pentágono. Una situación cargada de fuego.

Rivales estratégicos

De ahí que encierre un incalculable riesgo la hostilidad mutua entre Estados Unidos y China con el enorme peligro de que se ponga en marcha una incontenible escalada militar en serie. Estados Unidos tiene razón al estar preocupado por la emergencia de China como rival estratégico, pero también debería tener en cuenta que sus acciones para contener a este gigante asiático solo aumentarán la desconfianza de Pekín. Ambas grandes potencias, junto con sus socios, deben reconocer los peligros que se avecinan.

Profetizar conflictos, preparar enfrentamientos y nombrar enemigos potenciales es un deslizamiento hacia hostilidades sin precedentes. Washington y Pekín deberían darse una pausa, reflexionar y hacer verdaderos esfuerzos para restablecer las barandillas de seguridad que protejan contra futuros desastres. China lleva años rearmándose militarmente y ahora Australia se ha convertido de pronto en una fuerza geopolítica a tener en cuenta, gracias a su acuerdo sobre submarinos nucleares y al pacto de defensa con Estados Unidos y Gran Bretaña. Este papel lo debe Australia a su situación geográfica, que lo convierte en un lugar estratégicamente importante.

Visto desde China, este movimiento solo sirve para convertir a Australia en la vanguardia de una guerra subsidiaria o por delegación. Estados Unidos y sus aliados deberían saber que exportar tecnología nuclear a un país libre de armas nucleares es una flagrante violación del Tratado de No Proliferación Nuclear. Tanto Washington como Londres son signatarios de ese tratado y Australia es parte, tanto de él como de un acuerdo similar para el Pacífico Sur. Pero no hay que olvidar que ya antes ya lo ha hecho China con Corea del Norte y se propone hacer otro tanto con Irán.

Taiwán

Por otro lado, aumentan las previsiones de que China atacará a Taiwán muy pronto, a más tardar en los próximos diez años. Por lo tanto, el arsenal de armas nucleares tácticas de Estados Unidos deberá incrementarse significativamente para proteger a ese país insular, que Pekín considera como su provincia escindida.

Para los australianos además, el diablo está en los detalles, porque la cuestión es ahora cómo va operar Australia no uno, sino dos tipos diferentes de submarinos nucleares, los de Estados Unidos y los del Reino Unido, cuando el país no tiene ninguna experiencia en ellos. La gran interrogante es cómo va a encontrar la Armada australiana las decenas de miles de personas cualificadas necesarias para construir y manejar esas embarcaciones.

La inseguridad es todavía mayor si se piensa en lo que podría ocurrir si una futura administración estadounidenses cambiara de opinión. Un escenario de este tipo no hace más que mostrar la vulnerabilidad de Australia, al vincularse a Estados Unidos para navegar por las turbulentas aguas del Indo-Pacífico.

Polarización

Más de 30 años después del final de la Guerra Fría, el mundo vuelve a polarizarse. China está tratando de flexionar sus músculos diplomáticos como nunca antes lo había hecho, excepto a nivel regional. China está desafiando el orden mundial redefiniéndolo de forma que se adapte a sus intereses nacionales. El presidente Xi Jingping quiere forjar una coalición favorable a China entre naciones en su mayoría no alineadas. Lo intenta ofreciendo relaciones comerciales como alternativa a los lazos con Estados Unidos, caracterizados por la fuerza militar. Para los intereses occidentales, este enfoque supone una amenaza; y el primer ministro británico Rishi Sunak tiene razón al preocuparse por esta situación.

Australia se siente cada vez más amenazada por las agresivas acciones de Pekín en el Mar de China Meridional y su creciente influencia sobre los Estados del Pacífico. Los chinos protestan contra la alianza, argumentando que la espiral armamentística se acelera. Sin embargo, el desencadenante de esta carrera es la propia China. Es mucho más importante que la República Popular frene sus acciones militares.

Cercano Oriente

En Pekín, Arabia Saudita e Irán han anunciado un acercamiento político con la mediación de China. Xi Jingping está entregado a su nuevo proyecto: China debe presentarse como un pacificador global. De este modo, los archienemigos Arabia Saudí e Irán han anunciado repentinamente su intención de normalizar las relaciones ocho años después de romper sus lazos diplomáticos y de una guerra subsidiaria en Yemen. Este es el resultado de negociaciones secretas con China como mediadora. Los medios de comunicación árabes hablan ya de un nuevo orden mundial: Según esto, Estados Unidos no goza de credibilidad como pacificador debido a sus guerras, pero China sí.

Es éste un acontecimiento cuyas réplicas cambiarán el panorama mucho más allá del Cercano Oriente. En cuanto a Estados Unidos, que ve cómo los saudíes se alejan inexorablemente de su esfera de influencia; en cuanto a Israel, cuya estrategia se derrumba parcialmente; en cuanto a China, que mueve sus hilos y se labra un nuevo papel a escala mundial aumentando las alianzas y haciéndose pasar por mediadora. Para Arabia Saudita, el acuerdo es claramente la confirmación de un nuevo estatus. Para Irán, el acuerdo rompe el aislamiento en un momento en que la República Islámica se encuentra entre el martillo de las sanciones internacionales y el yunque de una revuelta popular.

Irán, a punto de enriquecer uranio para su armamento, supone una amenaza existencial para Israel. El príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohammed bin-Salman, se resiste a la presión estadounidense para unirse al acuerdo de normalización entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos; y la diplomacia iraní pretende que Israel quede aún más aislado en la región.

Por el contrario, esta puede ser una buena noticia para Yemen, donde Irán y Arabia Saudí apoyan a bandos diferentes en la devastadora guerra civil. Lo mismo puede decirse de Siria. Sin embargo, no hay que dar demasiada importancia a la noticia. Es muy posible que sean motivos económicos los que mueven a Riad y Teherán. Irán sufre las sanciones internacionales, Arabia Saudí podría ofrecer más seguridad a los inversores poniendo fin al conflicto.

China y Estados Unidos

Las características estructurales políticas y sociales internas de Estados Unidos y China desempeñan un papel fundamental en la configuración del comportamiento conflictivo de ambos Estados. Estos factores contribuyen al deterioro de la relación bilateral y la hacen propensa a las crisis, afirman los Dres Hanns W. Maull, Angela Stenzel y Johannes Thimm, politólogos de la Fundación Ciencia y Política (SWP), el laboratorio de ideas que asesora al gobierno y al parlamento de Alemania.

Las vulnerabilidades surgen de las interdependencias entre las dos sociedades y economías. Ser conscientes de ello puede impulsar la cooperación. Los esfuerzos para evitar el riesgo de escalada también pueden promoverla. Para la relación bilateral cobra cada vez más importancia la política interior. Ambos Estados dependen de un orden internacional eficaz. Sin embargo, es demasiado fácil que esta visión pase a un segundo plano ante los aspectos conflictivos de las relaciones bilaterales.

Esta es la tarea y al mismo tiempo la oportunidad de la política alemana y europea: debe contribuir a que la participación europea en la gobernanza mundial gane más peso y ejerza una influencia moderadora sobre China y Estados Unidos, recomiendan los expertos.

Problemática y conclusiones

Con este telón de fondo, el reciente estudio de la SWP pretende trazar la dinámica de las relaciones entre Estados Unidos y China y extrapolarla al futuro. El supuesto de partida es que el conflicto entre las dos potencias mundiales tiene sus causas en las condiciones estructurales de la política internacional, pero que son esencialmente las influencias políticas y sociales internas las que determinan en detalle cómo se lleva a cabo.

Dos cuestiones clave ocupan el centro del estudio:

  1. ¿Cómo debe valorarse la dinámica de desarrollo de las relaciones bilaterales, qué riesgos entraña y qué efectos cabe esperar de ella para el orden internacional y para la política exterior alemana y europea?
  2. ¿Qué posibilidades tienen la política exterior alemana y europea de hacer frente a las exigencias de China, pero también de Estados Unidos, de comportarse frente a ambos y su relación bilateral, o de influir en la relación chino-estadounidense en el sentido de sus propios objetivos? ¿Dónde pueden encontrarse puntos de partida para ello?

Conclusiones

La política estadounidense hacia China y la política china hacia América reflejan patrones de percepción del propio país y del otro profundamente anclados en la historia, así como elementos estructurales de los respectivos sistemas políticos.

En los últimos años, los aspectos normativo-ideológicos, así como los motivos de política de poder y seguridad, han pasado a un primer plano cada vez mayor frente a los intereses económicos orientados a la cooperación.

La gestión cooperativa de las relaciones bilaterales a través de la diplomacia y el diálogo está perdiendo peso, el impulso del comportamiento conflictivo está aumentando. Esto también reduce las posibilidades de que terceras partes -como Alemania y la UE- influyan en las partes en conflicto.

En vista de los riesgos de escalada en la relación entre Estados Unidos y China y de su enorme importancia para superar los desafíos globales, es importante, no obstante, que la política exterior alemana utilice todos los medios disponibles para influir en Estados Unidos y China y ampliar sus propias posibilidades de ejercer influencia.

El objetivo de la política exterior alemana debe ser mantener y seguir desarrollando el orden internacional existente. En la actualidad, este orden está siendo cuestionado fundamentalmente por China y Rusia, mientras que Estados Unidos es el aliado más importante para Alemania y Europa en el conflicto. Su capacidad de actuación se medirá por si consiguen que China (y si es necesario también Estados Unidos) se integren en este orden internacional y lo hagan avanzar en el sentido de la política exterior alemana.

Importancia de la relación entre Estados Unidos y China

En Europa, la guerra de Ucrania ha sido el tema dominante desde el ataque ruso, relegando todo lo demás a un segundo plano, al menos en la percepción pública. En China, en cambio, la guerra se percibe como un mero conflicto regional. Estados Unidos se dedica intensamente a apoyar a Kiev y a coordinar la respuesta occidental a la agresión de Moscú. Pero Washington se cuida de que la amenaza rusa no distraiga demasiado del verdadero desafío, tal y como es desde la perspectiva estadounidense. Pues ninguna otra relación bilateral desempeña un papel tan importante para el futuro del orden internacional como la que existe entre Estados Unidos y la República Popular China.

Estructura y cuestiones

La visión común de las relaciones entre Estados Unidos y China se centra esencialmente en dos factores: la estructura del conflicto y el desarrollo de las relaciones de poder. Según este punto de vista, ambas partes intentan hacer valer sus intereses en el conflicto; para ello, se esfuerzan por mejorar su propia posición de poder mediante esfuerzos internos ("equilibrio interno") o mediante la movilización de aliados ("equilibrio externo") y, sobre esta base, dar forma a las relaciones bilaterales con ayuda de la diplomacia y de medidas militares (desde la disuasión hasta la amenaza y el uso de la fuerza). Así pues, su dinámica surge aquí de la configuración del conflicto, las relaciones de poder y la interacción entre los dos Estados y sus aliados.

La investigadora y los investigadores de la Fundación Ciencia y Política están convencidos de que este punto de vista no es erróneo, pero sí incompleto; en consecuencia, conduce a una valoración unilateral de la dinámica de la relación, que quieren complementar y corregir con una perspectiva interna del conflicto.

El pasado

Evolución del producto interior bruto de Alemania, China, Japón y USA entre 1990 y 2020. © 2023 by SWP.Evolución del producto interior bruto de Alemania, China, Japón y USA entre 1990 y 2020. © 2023 by SWP.

La laguna analítica más importante en la comprensión común se refiere a la estructura del conflicto. Ésta no se da a priori, sino que se basa en ambas partes en construcciones sociales de la realidad, que están conformadas por patrones colectivos de actitudes históricamente muy arraigados en las sociedades. Las élites políticas utilizan las correspondientes percepciones del conflicto para garantizar la legitimidad de sus propias reivindicaciones políticas internas de poder. Para comprender adecuadamente la dinámica del conflicto, se debe tener en cuenta, por tanto, las respectivas percepciones del conflicto en Estados Unidos y China y sus antecedentes históricos.

Desde esta perspectiva, muchas de las dinámicas que se atribuyen comúnmente al conflicto están de hecho determinadas por la política nacional. La construcción social del conflicto puede ser relativamente uniforme y cerrada de un caso a otro; sin embargo, también puede haber diferencias considerables dentro de las respectivas sociedades y sus élites de política exterior en cuanto a la forma de evaluar adecuadamente el conflicto. Además, incluso de una percepción uniforme del conflicto pueden derivarse diferentes puntos de vista sobre la mejor manera de salvaguardar los intereses propios. Si existen tales diferencias, ello hace necesarios procesos de negociación en el seno de las élites de la política exterior.

Vertiente interna

La política de Estados Unidos hacia China, así como, a la inversa, la política de China hacia Estados Unidos -y, por tanto, también la dinámica conflictiva de las relaciones bilaterales- están, por tanto, mediadas en gran medida por la política interna. El objetivo del estudio es comprender mejor estas dinámicas de conflicto mediante un análisis sistemático de su vertiente interna. Esto debería ayudar también a identificar formas de influir en el conflicto de forma constructiva y moderadora.

El ascenso de China y sus perspectivas de futuro

Durante los últimos 50 años, el equilibrio de poder geoeconómico y geopolítico en el mundo se ha desplazado drásticamente de Occidente a Oriente y de Norte a Sur. Esta evolución se ha visto impulsada en gran medida por el crecimiento económico sin precedentes históricos de China, que comenzó en 1978 con la política de reforma y apertura de Pekín.

China ha sido también el mayor beneficiario de estos desplazamientos de poder, como muestran los gráficos. También muestran hasta qué punto la República Popular se benefició económicamente de las condiciones favorables de un orden económico mundial en gran medida abierto. En 1990, la economía china (en cifras ajustadas al poder adquisitivo) no era ni siquiera una sexta parte de la estadounidense y apenas superaba la mitad de la alemana. Treinta años después, sin embargo, la producción económica de China quintuplicaba aproximadamente la de Alemania y superaba con creces a la de Estados Unidos. Este notable crecimiento se basaba en una variante específicamente china de la estrategia de crecimiento orientada a la exportación seguida en Asia Oriental tras la Segunda Guerra Mundial, primero por Japón y luego por otros países (emergentes) como Corea del Sur y Taiwán.

Política exportadora

La estrategia implicaba el desarrollo sistemático de industrias de exportación mediante la inversión directa de empresas occidentales y asiáticas. Especialmente tras el ingreso de la República Popular en la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2001, esta afluencia experimentó un notable repunte: China se convirtió en el "banco de trabajo del mundo" y en la mayor nación exportadora. Los ingresos de exportación han sido el principal motor del impresionante desarrollo del país desde 1980. Los gráficos que se muestran en el estudio describen este auge en comparación con Alemania, Japón y Estados Unidos para el periodo comprendido entre 1980 y 2020, utilizando algunos datos clave sobre la evolución del producto interior bruto, las entradas de inversiones directas y el comercio exterior.

Una consecuencia inmediata de este desarrollo económico fue la escalada de los desequilibrios en las relaciones comerciales bilaterales de Estados Unidos. En las décadas de 1980 y 1990, el elevado déficit del comercio exterior estadounidense con Asia Oriental ya había desencadenado fuertes tensiones políticas en la relación con el socio de la alianza, Japón; en las dos últimas décadas, ha tensado especialmente las relaciones entre Estados Unidos y China. Esto se debe a que una parte considerable de las exportaciones chinas fluían hacia el aparentemente insaciable mercado de consumo estadounidense. No fueron empresas estadounidenses menores, como Apple o Walmart, las que iniciaron y gestionaron estos flujos comerciales.

Deng Xiaoping

Evolución del flujo de capital por inversiones extranjeras entre 1980 y 2020. © 2023 by SWP.Evolución del flujo de capital por inversiones extranjeras entre 1980 y 2020. © 2023 by SWP.

Este desarrollo fue posible gracias a la inteligente gestión china de la economía nacional bajo el liderazgo del Partido, Deng Xiaoping (hasta su muerte en 1997) y el Primer Ministro Zhou Rongji (1998-2003). Sin duda, el país también se benefició de las estrategias occidentales de desregulación y liberalización de los años ochenta y noventa, que abrieron grandes oportunidades de venta para los exportadores chinos en los centros industriales de América, Europa y Asia Oriental, así como en todo el mundo, y al mismo tiempo trajeron enormes flujos de capital a China. Esto trajo crecimiento, transferencia de tecnología y nuevos puestos de trabajo al país, así como un aumento drástico de los ingresos fiscales.

El crecimiento económico y la modernización industrial permitieron a la República Popular modernizar masivamente sus propias fuerzas armadas gracias al aumento de los ingresos estatales. Esta fue la última de las "cuatro modernizaciones" proclamadas por Deng Xiaoping. El gráfico y la tabla ilustran el crecimiento y las perspectivas futuras del poder militar chino en una comparación internacional.

Armamento

Cuando China impulsó la modernización de su ejército, lo hizo bajo la impresión de la "revolución de los asuntos militares" provocada por las nuevas tecnologías, que habían permitido a Estados Unidos acabar rápidamente con Irak en la Guerra del Golfo de 1991 y con Serbia en el conflicto de Kosovo de 1999.4 La República Popular importó inicialmente sistemas de armamento de Rusia, pero luego se decantó cada vez más por sus propios productos armamentísticos. Esto se hizo sobre la base de una amplia adquisición de tecnologías relevantes a través de la "ingeniería inversa" y el espionaje.

En sus programas de armamento, China se concentró sobre todo en cambiar a su favor el equilibrio estratégico de poder en Asia Oriental. Con este objetivo, amenazó a las fuerzas estadounidenses estacionadas en la región y a sus fuerzas navales que operan en el Pacífico Occidental dentro de la "Segunda Cadena de Islas". Los misiles desempeñaron un papel importante, incluido el DF-21D de largo alcance y precisión, que amenaza a los portaaviones estadounidenses.

Causas estructurales de las tensiones bilaterales

Con el telón de fondo de los cambios de poder esbozados anteriormente, pueden identificarse tres factores estructurales que provocaron que la relación bilateral entre Estados Unidos y China comenzara a deteriorarse en la última década. El desequilibrio en las relaciones comerciales y, en relación con ello, en los flujos de capital entre ambas economías constituye el primer factor.

El segundo es la intensificación de la competencia por el dominio en Asia Oriental y el Indo-Pacífico. La política exterior de Pekín, cuyo tono y comportamiento son cada vez más descarados desde aproximadamente 2010 en el Mar de China Meridional, pero también en toda la región de Asia Oriental, desempeña un papel clave en este sentido.

El hecho de que los dirigentes chinos se muestren fundamentalmente antagónicos hacia Occidente y de que gran parte del establishment de política exterior de Washington haya sometido a la República Popular a una reevaluación crítica refleja el tercer factor: los antagonismos sistémicos entre los Estados Unidos liberal-democráticos y el Estado leninista de partido único de China.

Colapso

El fin de la Unión Soviética había reforzado la preocupación del Partido Comunista Chino (PCCh) de que Occidente quería infiltrarse en la República Popular y destruir el orden político existente. Por otra parte, Pekín veía la crisis de los mercados financieros de 2008/2009 y sus consecuencias como la prueba de una crisis existencial del sistema occidental y del declive irreversible de Estados Unidos como potencia mundial.

En Estados Unidos, en cambio, prevaleció una nueva visión de China en la segunda mitad de la década pasada. Según esta visión, el país era un adversario estratégico de Estados Unidos, y las esperanzas de que China se democratizara y liberalizara pacíficamente a raíz de la creciente prosperidad y la creciente integración con Occidente se tachaban ahora de ilusorias.

Estos tres aspectos estructurales hacen que la relación bilateral sea muy conflictiva. Por el contrario, hay un cuarto factor que fomenta la cooperación: las pronunciadas interdependencias mutuas y las vulnerabilidades recíprocas que se derivan de las interdependencias bilaterales y globales.

A diferencia de la Guerra Fría, cuando los dos bloques apenas estaban conectados económicamente, la relación bilateral entre Estados Unidos y China se caracteriza por un grado tan alto de interdependencia que se ha acuñado el término artístico "Chimerica" para referirse a las dos economías enredadas.

Catastróficas consecuencias

Una disolución abrupta y completa de esta "codependencia ", que el economista Dr C. Fred Bergsten describió en una ocasión cómo la contrapartida económica del estancamiento nuclear, tendría consecuencias catastróficas para las dos economías y para la economía mundial. Sin embargo, Washington y Pekín llevan algunos años esforzándose por hacer retroceder las dependencias y vulnerabilidades que se derivan de las interdependencias económicas. Las palabras de moda aquí son "economía circular dual " y "resiliencia de las cadenas de suministro".

También existen otras formas de interdependencia existencial. Por ejemplo, ambas partes tiene ahora capacidad de disuasión nuclear. A medida que China aumenta sus fuerzas nucleares, se aproxima un equilibrio de terror entre la República Popular y Estados Unidos -como el que existió entre América y la Unión Soviética durante la Guerra Fría-. Esto debería aconsejar a Washington y Pekín frenar su comportamiento conflictivo e impulsar formas limitadas de cooperación (como el control de armamentos) para mantener baja la probabilidad de una guerra nuclear.

Estados Unidos, al igual que China, también es muy vulnerable a los riesgos globales, como los que plantean el cambio climático o la proliferación de armas de destrucción masiva. Estos riesgos solo pueden limitarse eficazmente mediante una amplia cooperación internacional, para la que la cooperación entre Estados Unidos y China no es suficiente, pero sí un requisito previo necesario. Ambos Estados dependen, por tanto, de un orden internacional eficaz. Sin embargo, esta idea se ve ensombrecida con demasiada facilidad por los aspectos conflictivos de la relación bilateral.

Diferencias y similitudes en una relación complicada

El hecho de que la política interior y exterior ya no pueden considerarse de forma aislada es una perogrullada, por un lado, pero no se toma suficientemente en serio, por otro. En consecuencia, el análisis de una relación bilateral también debe tener en cuenta las respectivas condiciones políticas internas de ambas partes. Las condiciones estructurales antes mencionadas definen los choques (tanto normativos como materiales) de intereses y puntos en común entre Estados Unidos y China; las condiciones internas influyen en cómo se llevan a cabo los conflictos resultantes.

Los condicionantes de la política exterior incluyen la organización de los correspondientes procesos de toma de decisiones, las estructuras de poder y la personalidad de los actores clave, así como la respectiva autoimagen de la política exterior, conformada por la historia, la cultura y el orden político de un país. Las tensiones bilaterales entre Estados Unidos y China, que se extienden cada vez más a la política mundial en su conjunto, no pueden entenderse adecuadamente sin una mirada en profundidad a los respectivos conceptos rectores de la política exterior y a sus causas históricas, culturales y sociales.

Tanto Estados Unidos como China reclaman para sí solos el papel de potencia mundial, razón por la cual se encuentran inmersos en una peligrosa rivalidad.

Perspectivas

Para evaluar mejor las perspectivas de futuro de esta complicada relación, merece la pena echar un vistazo comparativo. Esto implica no solo diferencias obvias en las condiciones políticas internas, sino también similitudes y paralelismos menos evidentes, pero igualmente trascendentales. Para ilustrarlo con un ejemplo: Una dimensión esencial de los conflictos entre China y Estados Unidos se refiere a los diferentes sistemas de gobierno, que implican una "rivalidad sistémica", es decir, una competición entre dos sistemas políticos opuestos. Pero esto ni siquiera entraría en juego si ambas partes no estuvieran igualmente convencidas de ser o (en el caso de China) querer convertirse en una potencia mundial.

Al mismo tiempo, tanto Estados Unidos como China reclaman en realidad ese papel de potencia mundial -al menos en perspectiva- para sí solos, razón por la cual se encuentran inmersos en una peligrosa rivalidad. Mientras ninguno de los dos Estados esté dispuesto a compartir esta posición, la autoimagen y el sentido de misión de ambos conducen a un conflicto de estatus fundamental por la supremacía en la política mundial, que a priori no tiene nada que ver con los diferentes órdenes de gobierno.

Incluso una China democrática (o una América autoritaria-populista) sería antagonista de la otra parte. El conflicto de estatus tiene un lado ofensivo y otro defensivo. La pretensión de ser una potencia mundial va acompañada del temor a que el rival quiera socavar esta posición. En los discursos dentro de la sociedad, estas ideas de amenaza pueden ser exageradas y paranoizadas por el gobierno respectivo con el fin de movilizar el apoyo a su propia política exterior y de seguridad y canalizarlo en la dirección deseada.

Síndromes

Estos "síndromes de imagen enemiga" pueden observarse en los procesos discursivos entre el gobierno y la sociedad tanto en Estados Unidos como en China. Sin embargo, el modo en que se configuran estos discursos, su pluralismo y su efecto vienen determinados por las diferentes características de los respectivos sistemas de gobierno.

En el caso de China, existe una comunicación de masas dirigida propagandísticamente y homogeneizada en el sentido del partido. En Estados Unidos, en cambio, sigue existiendo pluralismo y diversidad de opiniones, aunque los cambios en el panorama mediático dificultan los discursos diferenciados y basados en hechos sobre China. Los medios sociales, en particular, contribuyen a ello con su ímpetu y falta de control.

Así pues, las respectivas identidades de política exterior determinan esencialmente las relaciones bilaterales, que no son otra cosa que la interacción de dos políticas exteriores. Tanto en el caso de Estados Unidos como en el de China, la atención se centra en el excepcionalismo basado en la historia, es decir, en la suposición de que la propia historia es única y otorga al país un mandato superior, por así decirlo, para el presente y el futuro.

Apoyo interno

La política exterior es política interior en varios aspectos. En primer lugar, las decisiones de política exterior son también el resultado de procesos políticos internos; reflejan las normas y procedimientos de los respectivos gobiernos y sistemas políticos. En segundo lugar, la política exterior depende del apoyo político interno para poder reclutar los recursos necesarios de carácter financiero, humano e inmaterial.

Por último, la política exterior puede instrumentalizarse para justificar el mantenimiento en el poder de un gobierno o una élite política. Se convierte entonces en una herramienta para las disputas políticas internas. La forma extrema de activar a la sociedad para las preocupaciones de política exterior y de seguridad es la guerra o el caso de la defensa; se necesita una movilización masiva y cargada de emociones para conseguir que la gente arriesgue su vida y la de muchos otros.

Los argumentos nacionalistas y otros argumentos ideológicos, así como las correspondientes imágenes del enemigo, han desempeñado históricamente un papel destacado en este sentido. Los estereotipos negativos y el nacionalismo emocional también existen por ambas partes en la relación entre Estados Unidos y China.

Sociedad polarizada

Por último, desde finales de la década de 2000 se han producido cambios políticos internos tanto en Estados Unidos como en China, cuya trascendencia va mucho más allá del cambio de personas, partidos políticos o facciones de la élite. Estados Unidos vive una sociedad cada vez más polarizada. Las causas de esta polarización se remontan a la fundación de los Estados Unidos, a la "peculiar institución" de la economía esclavista, cuya reevaluación social está comenzando lentamente y está dando lugar a nuevas controversias.

La polarización político-partidista comenzó en los años 70 y se aceleró cuando la amenaza exterior pareció superada con el fin de la Guerra Fría. Hoy en día, las actitudes ideológicas básicas coinciden en gran medida con las lealtades partidistas; en el proceso, tienen un efecto cada vez más formador de identidad. En un sistema basado en el compromiso, la fragmentación de la identidad, la desigualdad social y la erosión de las reglas de juego democráticas afectan cada vez más a la cohesión y la capacidad de acción de la comunidad política.

Desequilibrios

En la República Popular China, el cambio social tras el rápido auge económico provocó una intensificación masiva de los desequilibrios. Se produjeron considerables trastornos económicos y sociales, para los que el partido no parecía tener respuestas convincentes. Bajo los líderes del PCCh, Jiang Zemin y Hu Jintao, surgió una "crisis de gobernabilidad" a principios de siglo. Ante esta situación, el Partido decidió otorgar amplios poderes al nuevo líder. El poder debía concentrarse en la cúspide de la jerarquía con el fin de aumentar la capacidad de acción del Partido. El resultado fue una transformación del orden dirigente en el marco del Estado de partido único, sin que ello acercara hasta el momento a una solución los desafíos a los que se enfrentaba internamente el PCCh.

Comentarios
Para escribir un comentario debes identificarte o registrarte.