Italia
El Comunale de Bolonia cambia de sede
Jorge Binaghi

Los trabajos de renovación de la sala histórica del
Bibiena -se prevén largos- han desplazado al Comunale, uno de los grandes
teatros líricos de tradición en Italia, a un nuevo domicilio en el ámbito de la
Feria, como siempre algo incómoda de alcanzar. Se han hecho trabajos de mejora
acústica, pero en ese desangelado edificio no parece desde luego un dechado de
perfección.
En estos momentos en el ingreso hay un ‘Salotto Callas’
dedicado a recordar el siglo del nacimiento de la diva grecoamericana con dos
vestidos diseñados por Zeffirelli para su última Norma parisina en 1964, muchas fotos de la colección de su amiga
íntima Giovanna Lomazzi con títulos extraídos de cartas de la cantante
correspondientes a la época de las fotografías (una que me ha interesado mucho: junto a Siepi y Simionato tras una Bolena
en la Scala).
La ópera de Bellini, que justamente hasta la época de
Callas y la inmediatamente posterior (aunque siempre ha habido quienes han
deseado cantar el papel protagónico sin contar con los medios adecuados)
tropezaba con el inconveniente de que no eran muchas las cantantes que se
animaban con el papel fue poco a poco convirtiéndose en coto de caza para
cualquier tipo de voz (siempre hay una versión Malibran al alcance), de modo
que ahora nos encontramos con que una diva actual (no interesa ahora si lo es
de veras o no) se queja en Nueva York de una crítica desfavorable acusando a
los fantasmas del pasado y cancelando una (no creo que más) representación.
Así que por lo visto uno tiene que tener cuidado con lo
que escribe en particular sobre Norma (para
mi infortunio yo ya lo había escrito -y para peor sobre la misma hipersensible soprano- cuando abordó el papel aquí en Barcelona, pero con la suerte de que no lo
leyera. Esperemos seguir así; yo trataré en el futuro de evitar este tipo de
cantantes que no me interesan en absoluto). Adelante pues.
Para la nueva puesta en escena se llamó como directora a
la otrora excelente soprano Bonfadelli, que si no es peor que otras tampoco
parece mucho mejor.
El título se resiste mucho a las manipulaciones, así que
tener de entrada, y en penumbra permanente, dos grupos de mimos luchando con
hábitos más o menos intemporales, militares los unos y los otros más o menos
civiles, no parece una gran idea. Pollione y sus ‘boys’ (fumadores, violadores,
borrachines) se parecen más, por vestimenta, a soldados romanos en las Galias
(aunque más las de Asterix).
La importante obertura -que normalmente se oye a telón
bajado- presenta desde el vamos esta lucha lo que hace perder sentido a buena
parte del texto musical y luego al del libreto cuando comienza la acción. Norma
y las vestales o candidatas a tales son en fondo unas guerreras temibles que ni
las amazonas mitológicas (primera vez que veo el final del segundo de los dos
grandes dúos femeninos con cuchillos desenvainados).
Como se usa ahora, los personajes a veces entran cuando
no deben (Adalgisa tiene que pasar toda la ‘Casta diva’ jugando al oficio mudo
mientras, junto a las otras, se les cortan las cabelleras y las túnicas blancas
desaparecen y quedan los hábitos guerreros). Los hijos del amor culpable no
aparecen cuando se habla de ellos (sí se ven juguetes o ropas), pero cuando no
deben (el gran terceto final del primer acto) ahí están jugando al fondo del
escenario. El segundo acto me pareció mejor que el primero, aunque si nos
cantan que Norma y Pollione serán quemados en la hoguera, aquí ella lo
acuchilla y luego se suicida ella.
En el aspecto musical Morandi dirige con conocimiento
pero con demasiada fuerza y la orquesta -y la obertura por empezar- suena
áspera y en los tutti bien fuerte. El coro siempre bien preparado lo hace
bien y recibe aplausos tras el himno de guerra. Los números más aplaudidos son
los dúos femeninos mencionados, en particular el segundo. Entre el público hay
quien conoce muy bien la obra y otros que no tanto (no hablo de los que van por
primera vez, que es un alivio ver).
Dotto es una buena cantante, bien equipada técnicamente y
no comete ningún error de estilo ni es antimusical (nos salvamos de caricaturas
grotescas), pero si el agudo es suficiente, la voz carece del espesor y sobre
todo de un registro central y grave digno de ese nombre: no fuerza, pero no
impresiona.
Pop estuvo mejor que cuando lo escuché en Madrid hace
años: ahora no fuerza y el agudo es bueno, mientras intenta medias voces
apreciables pero no del todo exitosas, y por momentos (pero no sé cuánto es
efecto de la dichosa acústica) el centro resulta sordo y el grave abierto.
Simeoni fue una Adalgisa a la que tampoco veía desde
Madrid, y ella también ha mejorado lo que en su caso ya era muy bueno. Su
entrada (real) fue extraordinaria. Era quien sonaba con más volumen, pero eso
no es lo importante, sino que su voz se ajustó a la perfección a las
necesidades de la parte, y la artista sigue trabajando en la intención del
fraseo sea en recitativos o frases cantadas (para citar dos ejemplos ‘ah! Fosse
l’ultima almen’ en su mencionada escena inicial o ‘alma, costanza’ en su primer
gran encuentro con la protagonista).
Ulivieri sigue demostrando estar en un muy buen momento y
sus dos grandes escenas estuvieron muy bien (ignoro por qué ahora no se
aplauden, aunque terminen con una larga coda orquestal y el coro tenga buena
parte). Como artista hizo lo que pudo con este gran sacerdote y gran jefe que
le tocó.
De los comprimarios me impresionó mejor la Clotilde de
Mazzetto que el Flavio de Antognetti.
Como he dicho, mucho público y mucho aplauso al final sobre
todo para todos.
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