España - Cataluña
Gran Teatre del LiceuUn intenso homenaje a Maria Callas
Maruxa Baliñas y Xoán M. Carreira
Hace nueve años publicamos en Mundoclasico.com una noticia sobre el nuevo proyecto de
(Serbia, 1976), que entonces -aún sin comenzar su realización práctica- se iba a titular Seven Deaths, 25 years ago.Se trataba de un proyecto vídeográfico en homenaje a Maria Callas que se centraría en dos temas que se repiten a menudo en la obra de Abramović, la conciencia de su propia mortalidad -dos años antes había estrenado en el Teatro Real The Life and Death of Marina Abramovic (estreno, Manchester International Festival, 9.07.2011)- y la figura de María Callas (1923-1977) como mujer creadora y atormentada con la que Abramović se identificaba.
Posteriormente, a finales de febrero de 2022, visitamos la exposición individual de Abramović, Portrait as Biography en Bernal Espacio Galería de Madrid, donde además de otras obras de Abramović se presentó por primera vez en España la realización práctica del proyecto antes citado, el film Seven deaths, en el que a la enorme creatividad de Abramović se unían las extraordinarias interpretaciones de Willem Dafoe como su partenaire en las películas. La impresión al ver Seven deaths fue tremenda y entonces decidimos que cuando se estrenara en Barcelona, viajaríamos para verla.
Entretanto en Mundoclasico.com se publicó la reseña de su estreno en Múnich en septiembre de 2020, muy marcado por las circunstancias sanitarias del confinamiento. Como ocurre a menudo con obras tan personales como esta, la versión de la Bayerische Staatsoper de Múnich no fue tampoco la definitiva, aunque ya incluyera los principales elementos de la que vimos en el Liceu.
En general 7 Deaths of Maria Callas requirió, de cara a su transformación en una ópera, la creación de una segunda parte, exclusivamente escénica, que duplica la duración original, y que en realidad ya estaba prevista en el proyecto de 2015 aunque luego hubiera quedado 'aparcada' en la realización de la película y resultara aún algo escasa en Múnich.
Lo más importante de esta transformación es que implica un profundo cambio conceptual de la primera parte, en la cual se mantienen intactas las siete películas originales pero se prescinde de las grabaciones de la propia Callas.
Las siete arias son cantadas sul palco por otras tantas cantantes acompañadas desde el foso por la orquesta del teatro.
En la mitad derecha del escenario una inmóvil Marina Abramović, tumbada en la cama de Violetta Valery, representa su propia muerte, mientras las siete sopranos atraviesan de izquierda a derecha el escenario por una pasarela elevada, vestidas como las doncellas de Callas que fueron su única compañía en sus últimos días.
La dramaturgia de la primera parte está basada en tres variables -película, desfile de las sopranos y muerte de Abramović- que es necesario combinar y jerarquizar en un exquisito equilibrio, sin el cual se arriesga a que las películas queden relegadas a un mero paisaje visual de cada escena, o al revés, que la enorme potencia narrativa de las películas invisibilice la acción en primer plano.
De las siete sopranos no se espera que interpreten los siete roles operísticos, es decir, que sean Violetta Valéry, Floria Tosca, Desdemona, Cio-Cio-San, Carmen, Lucia Ashton, y Norma. Lo que se espera de las siete cantantes es que personifiquen a Maria Callas interpretando esos siete roles, lo que requiere una perfecta sincronización con la duración de las películas, que a su vez están exquisitamente sincronizadas con las grabaciones originales de Callas.
Esto solo sucedió con la deslumbrante interpretación de Vanessa Goikoetxea del rol de "Callas interpretando a Floria Tosca", el momento de mayor intensidad dramática de la representación liceística. Sin alcanzar el nivel de excelencia de Goikoetxea, Antonia Ahyoung Kim acertó plenamente en su creación de "Callas interpretando a Cio-Cio-San". A mayor mérito de Goikoetxea y Kim, quede constancia de que sus respectivos números eran los más complejas de la siete muertes, por las enormes sutilidades de tempo y fraseo exigidas por las imágenes.
Ellas fueron también, en la segunda parte, las únicas de las siete sopranos que se tomaron en serio su papel de actrices interpretando de forma creíble su rol de doncellas cerrando el piso de una Callas / Abramović ya muerta. Esta escena, acompañada por el coro femenino (que tardó en situarse en su lugar en los palcos laterales), careció de credibilidad por la burda puesta en escena, provocando una peligrosa caída de tensión emocional y dramática que incluso nos dejó mal sabor de boca. La poderosa -y empoderada- salida de Abramović, con su traje dorado, no alcanzó a remontar este bache.
Marko Nikodijević compuso la música de esta segunda parte, necesariamente episódica y de buena factura al servicio de la dramaturgia, yna simple banda sonora sin la menor pretensión de competir con las siete piezas maestras de la primera parte. Lo más logrado fue sin duda la parte coral, cantada con aplicación y entrega por el coro femenino del Gran Teatre del Liceu.
Como antes escribimos, las otras cinco cantantes se limitaron a ofrecer sus interpretaciones estándar de sus respectivas arias siguiendo con mayor o menor fortuna las indicaciones de la dirección escénica.
Desde el patio de butacas aquello daba la impresión de ser el recital final del Concurso Viñes, con unos vídeos como telón de fondo o decorado, y en un día poco afortunado para la orquesta. Así los percibió una buena parte del público que no parecía apreciar el protagonismo de las siete películas, ni sus enormes valores cinematográficos.
La responsabilidad principal de la descoordinación en el escenario fue del director de orquesta, Antonio Méndez, que tampoco controló el barullo orquestal, los errores de entradas y en general la sincronización con las imágenes. Las imágenes tienen un tempo musical y afectivo marcado por la interpretación de Callas, que Antonio Méndez debía haber respetado en su función de concertador.
Dejando aparte las bien conocidas limitaciones de la orquesta del Liceu, resultó intolerable el comportamiento indecoroso de los percusionistas. Inicialmente pensamos que tenían un 'dia golfo', pero una asistente a la función del estreno el 9 de marzo, nos contó exactamente el mismo comportamiento bufonesco en el dia anterior, adecuado para unos payasos musicales de una pista de circo, pero inaceptable en el foso de un teatro de ópera. No parecían entender cuál es su trabajo ni conocer el sentido del decoro profesional y en general se comportaron como un grupo de escolares díscolos sentados al fondo del aula haciendo el gamberro.
Mirando hacia atrás con ira
Hace más de una década, el anuncio del estreno en el Teatro Real de The Life and Death of Marina Abramovic en la temporada 2011-12 fue una de las puntas de lanza de la dura campaña de prensa contra la gestión de , entonces director artístico del Teatro Real. En el contexto de dicha campaña tuvo especial notoriedad el exabrupto machista de Arturo Reverter, quien definió a Abramović como "una señora que hacía performances".
Por cierto, The Life and Death of Marina Abramovic fue uno de los mayores éxitos del Teatro Real en lo que va de siglo.
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