Alemania

La poetisa del pedal

Juan Carlos Tellechea
jueves, 6 de abril de 2023
Helene Grimaud © 2020 by Mat Hennek Helene Grimaud © 2020 by Mat Hennek
Düsseldorf, jueves, 23 de marzo de 2023. Gran sala auditorio de la Tonhalle de Düsseldorf. Heinersdorff Konzerte – Klassik für Düsseldorf. Ludwig van Beethoven, Sonata para piano nº 30 en mi mayor op 109. Johannes Brahms, Drei Intermezzi op 117; Fantasías op 116. Johann Sebastian Bach, Chaconne, de la Partita nº 2 en re menor BWV 1004, transcripción para piano de Ferruccio Busoni. Solista Hélène Grimaud (piano). Organizador Heinersdorff Konzerte – Klassik für Düsseldorf. 100% del aforo.
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Hélène Grimaud lleva ya algunas décadas establecida en el mundo de los recitales de piano. Hace no mucho tiempo estuvo presente incluso en las revistas internacionales de moda como la fotogénica pianista francesa que vive con lobos en Estados Unidos. 

La aparición de Grimaud, de 53  años en Heinersdorff Konzerte – Klassik für Düsseldorf se caracteriza por la contención y la modestia. Está de vuelta ya de aquellas mamarrachadas de las publicaciones que pretenden dictar cómo deben vestir y maquillarse sus lectoras. Con pasos medidos, casi vacilante, entra en el escenario de la Tonhalle de Düsseldorf. Una breve mirada amistosa, una reverencia implícita al público. A continuación, se acerca al piano con una ternura conmovedora. Cuando se sienta ante el teclado su melena rubia oculta su rostro como un ondulante muro protector.

En el programa de su velada en solitario figuran las tres (y media) grandes ''B'' de la música: Johann Sebastian Bach-Ferruccio Busoni, Ludwig van Beethoven y Johannes Brahms. La música de Grimaud es técnicamente sólida y expresiva, sensual y reflexiva, pero nunca abandona la zona de confort emocional. Trabaja incansablemente con los pedales. Como si no le bastara con la reverberación de esta gran sala auditorio.

Busoni

Grimaud attacca en la Chacona en re menor de Bach, aunque no en el arreglo de Brahms para la mano izquierda, sino en el de Ferruccio Busoni, que rinde más homenaje al espíritu virtuoso del espectáculo expansivo del Romanticismo tardío. 

¿Creó realmente Ferruccio Busoni una versión tan tosca para piano solo como la que se pudo escuchar ahora de las manos de Hélène Grimaud? La pianista colocó al final de su concierto la obra central del arte violinístico de Bach, tal como el compositor y virtuoso del piano germano-italiano la escribió para sí mismo en 1893.

Tronar

Si no fuera por una grabación del arreglo de Busoni producida en 1915, que, con una técnica de almacenamiento y reproducción recién desarrollada en la época, dejó atrás los limitados resultados de las bobinas Welte mignon, habría que dudar del nimbo de Busoni como artista altamente refinado. 

La grabación de 108 años, sin embargo, documenta una unidad que asombra, amplía enormemente el radio del cosmos del violinista sobre el piano y, sin embargo, conserva su austera intensidad. En el gran auditorio de la Tonhalle de Düsseldorf, en cambio, circulaba un amasijo de sonido que quizá pretendía sugerir algo parecido a la plenitud orquestal, pero que en cualquier caso producía el agotador patetismo de staccatos a tientas y martilleantes. Esto estaba muy lejos de la idea de Busoni de un "joven clasicismo".

Brahms tardío

Grimaud mostró una vehemencia más comprensible en las Siete Fantasías op 116 de Johannes Brahms de 1892, a las que siguió sin interrupción la Chacona. En comparación con los Drei Intermezzi op 117 del mismo compositor,  interpretados antes del intermedio, se trataba de estructuras más extravertidas que fueron capaces de mantener su autorreferencia en el contexto del compositor, entonces de 60 años, que se encontraba en retirada. Lo mismo ocurrió con los Intermezzi, aunque las palabras del compositor sobre la "nana de mis dolores" y el comentario del adepto de Brahms Eduard Hanslick sobre el "breviario del pesimismo" tuvieron que permanecer incomprensibles en la dicción de la pianista. 

La rica vida interior de las dos piezas es presentada por Grimaud con un tono rico, cálido y poderoso en los bajos del Steinway D. Los violentos arrebatos de los tres Capriccios (I., III. Y VII.) resultan un tanto amanerados, pero las retrospectivas piezas de descanso del Brahms tardío, con su melancolía y la suavidad de la edad, salen bien paradas, aunque falten los momentos sobrecogedores.

Desgarro

La sensación de desgarro fue más fuerte de lo que a menudo se experimenta en la Sonata en mi mayor op 109 de Beethoven, en la que el violento abrazo de semicorcheas y trinos al himno de tranquilo paso en la sexta variación del último movimiento fue de lo más llamativo.  En el rapsódico primer movimiento, los contrastes se nivelan en lugar de acentuarse, el movimiento medio se completa en un moderato prestissimo. ¿Por qué mantiene el acorde final bastante más tiempo que los dos anteriores? El tema del movimiento de variación es muy deliberado, pero también bello en sonido; las repeticiones son variadas. Los emocionantes trinos finales carecen de verdadera urgencia emocional.

En resumen, fueron piezas que Hélène Grimaud toca desde hace mucho tiempo, que también ha grabado en CD y que interpreta de esta manera o de otra parecida decenas de veces. Sin embargo, su actuación en Düsseldorf no fue, lo que se diga, una revelación musical. Un Beethoven demasiado enérgico. Dejó que las cuerdas resonaran demasiado tiempo aquí y allá. Exagera con la zurda y deja demasiado poco espacio y sonido par los motivos de la mano derecha. La vena poética de la gran Hélène Grimaud apenas pudo brillar en toda su magnitud esta tarde (en medio de una intensa gira europea). 

De todas formas, la pianista respondió a los encendidos vítores del público con dos bises, una mazurca de Chopin y una bagatela de Valentin Silvestrov.

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