Alemania

La fórmula barroca

Esteban Hernández
lunes, 17 de abril de 2023
Escena de 'La Calisto' © Bayerische Staatsoper Escena de 'La Calisto' © Bayerische Staatsoper
Múnich, martes, 28 de marzo de 2023. Bayerische Staatsoper. Cavalli: La Calisto. Director de escena: David Alden. Escenografía: Paul Steinberg. Vestuario: Buki Shiff. Dominique Visse (La Natura), Roberta Mameli (L’Eternità/Giunone), Teresa Iervolino (Il Destino/ Diana), Milan Siljanov (Giove), Nikolay Borchev (Mercurio), Mary Bevan (Calisto), Dominique Visse (Satirino), Mark Milhofer (Linfea), Aryeh Nussbaum Cohen (Endimione). Director musical: Christopher Moulds
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Hay títulos que cuando llegan sorprenden, descolocan y se les pone el cartel de “veremos cómo envejece”, y dieciocho años y cuatro intendentes después (desde Sir Peter Jonas) se vuelve a contemplar cómo se alza el telón para mantener reacciones y perfilar juicios.

La visión de La Calisto de Alden es una explosión de color, gracias al decorado de Paul Steinberg y al vestuario de Buki Schiff, con pinceladas de surrealismo (una vaca con un cartón de leche o el camaleón bandeja hablan por sí solos) que se nos antoja como el adobo perfecto del XXI para una obra del XVII en la que la lectura se aleja del mito para llegar incluso a satirizarlo.

Las páginas de Cavalli no pierden en ningún momento el protagonismo que merece y Alden no hace más que aderezar los condimentos y servirlos para unos actualizados comensales que reciben la hábil propuesta escénica con escepticismo en los entrantes y entusiasmo en los postres. Nuestro público muniqués no es especialmente paciente con los títulos barrocos, sin embargo la manera en la que este “dramma per musica” se ha asentado en la Staatsoper demuestra que no solo de Wagner o Strauss se vive por estas lindes, no obstante el título carezca de las “habilidades” por las que suele entrar por los oídos el repertorio, y evidencia que la fórmula de Alden funciona.

La correcta actualización de esta producción de La Calisto ha pasado siempre por manos de un equilibrado casting, del que para empezar resaltaría dos pilares con tímido reconocimiento por parte del público, pero esenciales para el sostén de la obra, la soprano Roberta Mameli (Giunone) y la mezzo Teresa Iervolino (Diana), no ya por su presencia escénica sino por el innegable dominio del repertorio, de la vocalidad barroca y de la dramaturgia. Particularmente efectivo resultó el dúo del segundo acto entre Diana y Endimione, este último en manos del contratenor americano Aryeh Nussbaum Cohen, en el que el oscuro timbre de Iervolino y la ligereza de Nussbaum ayudaron a crear pasajes conmovedores que merecieron el primer reconocimiento abierto del público.

La soprano inglesa Mary Bevan debutaba con este título en la ópera bávara (al igual que Mameli), saliendo de una zona de confort, como ella misma reconocía en una entrevista, que habitualmente la había tenido ocupando segundos papeles en obras como Alcine, Serse o Fidelio. Cavalli le ofrece cierta libertad con los tempi, hecho que ayuda a la soprano a sacar a relucir su expresividad, encontrando las mayores dificultades precisamente en el trabajo de Alden para con el personaje. Desearía eso sí haber visto un mayor equilibrio entre la ingenuidad y el carácter de Calisto, quizás algo descompensado intuyo que por la propia naturaleza de la cantante.

Si el título se ha convertido casi en un clásico de la tarima bávara también lo es la presencia de Dominique Visse, partícipe ya en 2005, con cuyo satírico personaje ha traspasado lo teatral para asentarse en una burla vocal de exquisito efecto. El Giove de Milan Siljanov también sigue un camino parecido -asentado en la Staatsoper desde su participación en el “estudio” de la casa- poniendo en manos del personaje una voz amplia, de timbre rico y penetrante.

El Monteverdi-Continuo Ensemble junto a unos pocos miembros de la Bayerisches Staatsorchester (apenas quince componentes en total) en manos de Christopher Moulds ayudaron a cerrar un círculo construido en torno a una lectura limpia y precisa, otorgándole suficiente libertad a los cantantes como para sacar a relucir la expresividad que el repertorio exige y merece.

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