Reino Unido
Porgy, Bess, and Blue
Agustín Blanco Bazán

Mientras Madrid se
conmociona por la “novedad” de una ópera estrenada hace 37 años (Nixon in China) como si se tratara del último
modelo de Iphone, nuevas óperas
llueven por todos lados al norte de los Pirineos, y esta primavera Londres ha
recibido a Blue en la ENO e Innocence de Kaija Saariaho en la Royal
Opera. Sobre esta última comentaré mas adelante, pero ya es posible adelantar a
ambas como exponentes de la consabida diferencia: en Europa hacen óperas
refinadísimas pero frías y complicadas para el oído del espectador medio; mientras
que en “el nuevo mundo”, representado por los Estados Unidos de América, muchas
óperas contemporáneas exudan una impronta pucciniana, con melodías y
situaciones como para hacer llorar a cualquiera de los lectores de Mundo
Clásico, sus abuelas y sus tías.
Esto último ocurre con Blue,
la ópera con libreto de Tazewell Thompson y música de Jeanine Tesori que
después de su estreno en el Festival de Glimmerglass en 2019, se ha estado
paseando entusiastamente por los Estados Unidos, un país de violencia extrema
en el cual minorías étnicas se enfrentan cotidianamente al abuso de armas de
fuego y un racismo institucionalizado en las fuerzas de seguridad. Los negros y
pobres son allí sospechosos a liquidar en caso de duda y la trama de Blue gira alrededor de este problema: un
policía negro y su mujer engendran un hijo que terminará cayendo víctima de
balazos disparados por las fuerzas represoras.
El primer acto comienza con la mamá compartiendo el final de un embarazo con sus amigas al son de una partitura desvergonzadamente reminiscente del “I feel pretty” de West Side Story. Durante la segunda escena, en el hospital y momentos después del nacimiento, padre y madre comparten el bebé con una ternura reminiscente de Porgy and Bess antes de que en el cuadro siguiente el padre comparta con sus amigotes en un bar una alegría machaza, algo en el estilo de “A woman is a sometime thing”.
Pero lo importante aquí es
que estas amigas y amigos del matrimonio son una especie de coro griego que
inquietantemente comentan el medio ambiente en que debe crecer el niño. Ellas reprochan
socarronamente a la madre el haberse enamorado de un policía y los amigos,
también entre chanzas, añaden a la incertidumbre lo que significa tener un hijo
varón en Harlem, el lugar donde transcurre toda la acción. También el hijo, al
final del acto ya un adolescente con problemas con la policía, reprochará
despiadadamente al padre por su profesión.
El segundo acto abre con
el encontronazo entre el padre que acaba de perder al hijo con el Reverendo de
su iglesia. En un dúo magnífico, el padre evoluciona de su sed de venganza a la
aceptación reticentemente expresada con la entrega de su arma de fuego al
pastor. Siguen las exequias alrededor de un féretro blanco y el maravilloso
spiritual de despedida a la víctima surge como una magnifica extensión del “My
man´s gone, now” de Porgy and Bess. Pero
no importa, porque la compositora no se preocupa por esconder influencias que
no plagia sino que transforma en un lenguaje personal contemporáneo y
conmovedor.
El último cuadro es una
visión retrospectiva donde padre, madre e hijo se reconcilian en la cocina,
justo antes que este les anuncie que ya debe salir para una manifestación que,
asegura a sus padres, no debe preocuparles, porque será silenciosa y pacífica.
La esperanzada petición de “algo” (“something”) en que consolarse espetada en
el Spiritual de las exequias es implacablemente
respondida por un “Nada” espetado por el hijo, solo y al borde del proscenio,
antes del telón final.
Y bien nos ha explicado
la obra el contexto de este nihilismo: no ha habido alternativas para un hijo
agobiado por las advertencias de no esconder su rostro, no ponerse las manos en
el bolsillo, no hacer ningún gesto burlón o no correr para no ser agredido o
asesinado por la policía o por vecinos blancos armados.
Blue es una excelente proclama política, rica en melodías, contrastes y
emociones gritadas a flor de piel. Imposible no conmoverse ante esta creación
tan ambigua como acertadamente ubicada entre el género del musical y la ópera. ¡Pena que la estúpida amplificación sonora afeó
la partitura hasta el punto de impedir una coherente apreciación de los detalles
orquestales! También los cantantes, todos excelentes, fueron perjudicados por
la dilatación de emisiones que no necesitaban este tipo de artificiosidades para proyectar voces cálidas y de consumada claridad de fraseo.
Como la madre (ningún
personaje tiene aquí nombre propio), Nadine Benjamin añadió a su voz de
terciopelo una expresividad concentrada y nunca grandilocuente para
personificar con arrolladora convicción la médula dramática de la obra, a
saber, la evolución del personaje desde el embarazo y el parto con dolor siempre
digno, entre mudo y balbuceado frente a la tragedia final.
Similarmente antológico
estuvo Zwakele Tschabalala, un jovencísimo tenor sudafricano que con voz clara
e intensamente penetrante cantó, no, mejor dicho, protestó, el rol del hijo con
irresistible convicción y agilidad física.
Y en medio de estos dos extremos, el personaje mas difícil, el Porgy de Blue, el padre que observa, ama y se encoleriza antes de encontrar su redención final en la deposición de su revolver. El bajo Kenneth Kellog lo interpretó con una sensibilidad contenida pero a flor de piel, y un timbre robusto y expansivo.
Ronald Samm cantó un Reverendo capaz de combinar
convincentemente la parsimonia de su rito con la humanidad de una empatía
empeñosa pero trágicamente limitada para inspirar consuelo y aceptación.
La regisseur Tinuke Craig
y el escenógrafo Alex Lowde presentaron esta producción escénica original de la
ENO como un enorme círculo que alberga un rectángulo dentro del cual se
desarrolla cada escena. Cuando se trata de protestar ante el público la queja
por la asfixiante atmosfera social que terminará precipitando la tragedia
final, los personajes abandonan el rectángulo para saltar al proscenio en
actitud confrontativa. Este cuadro escénico ayuda a una focalización dramática
incrementada por una regie de
personas meticulosamente sobria. Y es gracias a esta sobriedad que cada palabra
del libreto es trasmitida al público en forma convincente. Excelente la
orquesta de la casa bajo la batuta de otro talento juvenil, Matthew Kofi
Waldren.
¡Y tal vez Blue llegará alguna vez a España! Solo
que si tarda tanto como Nixon in China
habrá que explicar a una nueva generación quien fue George Floyd.
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