España - Madrid
Teatro de la Zarzuela¡Por fin, coño!
Xoán M. Carreira

Un patio de viviendas en el cual se desarrolla la aburrida vida cotidiana de las vecinas, muchas de las cuales parecen personajes de la commedia dell'arte. La rutina se rompe con la llegada de una nueva vecina, guapa y de fuerte personalidad.
¿La Revoltosa? No, Trato de favor, una zarzuela en la cual todo es posible, lo viejo y lo nuevo se confunden, y encontramos cuplés, chotis, boleros, marchas fúnebres procesionales, pasodobles y hasta un coro nocturno de enmascarados como el de Rigoletto que parece haber sido concebido por Chueca y en el cual Joaquín Valverde utilizase los procedimientos corales de Philip Glass.
El estreno de Trato de favor fue un éxito apoteósico y sin fisuras. La calidad del libreto, la partitura, la dirección escénica, la dirección musical, los solistas, y un coro y unas bailarinas en estado de gracia hicieron posible que -por vez primera en muchas décadas- el Teatro de la Zarzuela acogiese un estreno destinado a perdurar.
Se ha dicho y repetido que Trato de favor es un homenaje a la zarzuela, en concreto a la zarzuela de entreguerras, y efectivamente es eso. Importante, pero insuficiente para convertir Trato de favor en una obra relevante. La relevancia de Trato de favor es consecuencia de las perspectivas de sus dos autores y las estrategias de los seis responsables de su producción (libretista, compositor, director de escena, director musical, escenógrafo y figurinista).
Izaguirre y Vidal han concebido Trato de favor como un complejo puzzle en el que cada pieza es una apropiación de un elemento reconocible de la historia del teatro musical universal, aderezado con algunas gotas de cine y televisión, los componentes se mezclan sin complejos y son cocinados con un savoir faire y una osadía que asombró al público.
En lo que más se parece Trato de favor a sus precursoras de hace un siglo es que -en la mejor tradición del teatro musical (desde la ópera hasta el género ínfimo)- el principal objetivo de sus autores es conmover y agradar al público, es decir, conseguir un éxito. Y para lograrlo hubo que convertir Trato de favor en un espectáculo digno del Teatro de la Zarzuela y capaz de competir con los musicales que ofrecen los teatros de la Gran Vía de Madrid. Y lo hicieron con la presencia complacida de los espíritus de Chueca, Chapí, Bernstein, Verdi, Wagner y otros ilustres maestros convocados por el de Sorozabal, en función de maestro de ceremonias.
¡Y a fe que se logró! Pues tras el arduo trabajo mano a mano de Izaguirre y Vidal vino la no menos ardua tarea de convertirlo en teatro vivo. Volvimos a disfrutar del Sagi de sus mejores tiempos, porque renunció al horror vacui y otros de los tics que estaban empequeñeciendo su carrera y su talento.
Daniel Bianco, además de ser responsable del encargo de esta zarzuela, concibió una escenografía sólo aparentemente convencional que podría haber servido sin grandes cambios para una Revoltosa o una Verbena de la Paloma, pero que se convierte en cosas tan distintas como un escenario de revista con su escalera de vedette, o en un plató cinematográfico de un magacín fin de semana de una televisión privada española.
Los figurines de Jesús Ruiz fueron un rico muestrario de libertad creativa, imaginación y sentido del humor, desde la conversión de Mercedes, la Supervisora General de Prisiones, en una réplica de Rita Barberá, o el uso para su coro de presas del mismo vestuario 'choni' que caracteriza los productos del Proyecto Zarza (el programa juvenil del Teatro de la Zarzuela).
No menor fue la implicación de Andrés Salado quien utilizó toda su experiencia como músico de foso concertando y dirigiendo una partitura difícil, tanto por su elaborada e imaginativa orquestación como por los constantes cambios de registro estilístico, cambios que a menudo implicaban la coexistencia decorosa de lo sublime y lo ínfimo.
Como guindas de este espléndido pastel hay que citar la magnífica iluminación -que se extiende a la sala- de Albert Faura y la tan impecable como irónica coreografía de Nuria Castejón.
Trato de favor es un sainete, una parodia y una astracanada. Es decir, un espectáculo teatral. Y como tal se prima lo actoral, porque sólo un buen actor es capaz de hacer reír. Como al mismo tiempo es teatro musical, lógicamente los protagonistas y secundarios tienen que saber cantar, lo cual se ha cumplido de sobra. El diseño del reparto se hizo con la misma exigencia y finura que los elementos escénicos. Y las primeras en disfrutar fueron las cantatrices que bordaron sus respectivos papeles.
La siempre disciplinada Ainhoa Arteta (Ana Mía) realizó una de las mejores creaciones que le he visto, exhibiendo todos los tópicos de mujer fuerte y "echada p'alante" en sus facetas de diva y persona lastimada, embutida en un ceñido traje de vedette, vengativa asesina y como lesbiana enamorada en la escena final configurada como una doble y simultánea parodia de las escenas finales de La Traviata y de La eterna canción.
A la par de Arteta estuvo Nancy Fabiola Herrera (Mayka), cuyo personaje experimenta una lenta e intensa transición desde la dureza a la rendición de amor.
Amelia Font (La Colombiana) y María José Suárez (La Venenosa) crearon dos grandes personajes que se retratan a través de su interpretación de géneros populares como el desternillante cuplé del veneno.
Gurutze Beitia (Mercedes) acertó a convertir su histriónico personaje de Supervisora General de Prisiones en una especie de Cruella de Vil que, lógicamente, enamoró al público.
Amparo Navarro y Lara Chaves convirtieron en grandes los dos pequeños -y bien perfilados- papeles de Chelo y Cuca, respectivamente.
Enrique Ferrer afrontó con gran dignidad su poco agradecido papel de Juan Miguel, enamorado de Ana Mía, quien en el comienzo de la obra parece que va a ser un Felipe, un Julián o un Alfredo, pero que se diluye en el segundo acto.
Cuarenta tediosos años
Las diversas administraciones culturales españolas de los últimos cuarenta años han actuado como censores culturales y han martirizado al público y a los intérpretes con encargos de obras de teatro musical tan pretenciosas como vacuas. El objetivo era ser muy elitista y muy vanguardista, y para ello tanto ha valido un roto como un descosido, sirviendo con unas músicas escritas con asombrosa falta de pericia unos libretos deplorables sobre las depresiones de una vampira lesbiana, un panfleto vomitivo sobre un chorizo justamente encarcelado o una ridícula caricatura de algunas escenas de El Quijote. El objetivo prioritario parecía ser aburrir y espantar al público, como si se tratase de una homilía cuaresmal de un fraile dominico.
La gestión músico-teatral de estas cuatro décadas se ha regido por la obsesión de Jorge de Burgos contra la comedia, temiendo que si el público se ríe en el teatro comience a hacerse preguntas camino de casa. Por eso me parece tan saludable este Trato de favor que devolvió al Teatro de la Zarzuela su condición de lugar de disfrute y regocijo, un espejo deformante en el que nada es lo que parece pero sigue siendo aquello que sospechábamos que era.
Cuando el ICCMu encargó a Josep Soler la edición 'crítica' de La corte de Faraón, alarmado le pregunté a Emilio Casares las razones de este encargo. La respuesta del Prof. Casares fue: "Josep Soler es el músico español que más sabe de egiptología". No tengo motivos para dudarlo, pero ¿acaso La corte de Faraón tiene algo que ver con Egipto? Cuando se estrenó La venganza de don Mendo la crítica teatral mostró una unánime indignación contra Muñoz Seca por su torpe y ripiosa versificación, pero sobre todo por su falta de rigor histórico y su poco respeto al teatro clásico español.
En los dos días siguientes al estreno de Trato de favor se han publicado ya algunas reseñas cuyos autores se han tomado tan en serio la obra que en un caso han llegado a compararla desfavorablemente con Doctor Atomic de John Adams. Todos conocemos a personas muy sesudas que se irritan con Los cadetes de la Reina, The Pirates of Penzance, Seven Brides for Seven Brothers o Las corsarias por considerarlas auténticos despropósitos y atentados contra el buen gusto. Quienes somos alérgicos al pensamiento autoritario creemos firmemente que el humor es la mejor arma que tiene la inteligencia para combatir los fundamentalismos.
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