España - Madrid

Teatro Real

Amor y desolación

Maruxa Baliñas
jueves, 11 de mayo de 2023
Semyon Bychkov © 2019 by Filarmónica Checa Semyon Bychkov © 2019 by Filarmónica Checa
Madrid, sábado, 29 de abril de 2023. Teatro Real. Tristan und Isolde, acción en tres actos con música y libreto de Richard Wagner (estreno en Múnich, 10 de junio de 1865). Ópera en versión de concierto semiescenificada. Andreas Schager (Tristán), Franz-Josef Selig (Rey Marke), Catherine Foster (Isolde), Thomas Johannes Mayer (Kurwenal), Neal Cooper (Melot), Ekaterina Gubanova (Brangäne), Jorge Rodríguez-Norton (Un pastor), Alejandro del Cerro (Un marinero), y David Lagares (Un timonel). Coro (Director, Andrés Máspero) y Orquesta Titulares del Teatro Real. Director musical: Semyon Bychkov.
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Aunque nuestro editor, Xoán M. Carreira, siempre insiste en que una ópera es teatro musical y no una partitura, hay ocasiones en que una representación como esta, en "versión de concierto semiescenificada" (debo decir que muy poco escenificada), resulta más satisfactoria porque permite centrarse mucho mejor en el desarrollo de la historia, sobre todo cuando es tan complicada y 'patética' (en el sentido eslavo del término, llena de pathos) como la de Tristan und Isolde. 

Unos elementos escénicos mínimos -poco más que un gran cajón o tarima negra- que servían para cualquier cosa y unos cantantes que se mueven en escena ensayados fueron suficientes para dar una sensación de realidad que deja suficiente espacio a la imaginación del público para 'inventar' todo lo que falta. Y este esfuerzo de concentración contribuye en realidad al disfrute de la ópera, porque se vive más lo que ocurre cuando en cierta medida tienes que 'crearlo'. 

Por supuesto esta versión no hubiera funcionado con un elenco vocal deficiente, pero es que todos los cantantes estuvieron espléndidos e incluso los problemas -que hubo alguno- se vieron como algo que 'corregir' o 'imaginar' dentro de esa actitud activa e incluso 'cocreadora' en que se vió sumergido el público. 

Catherine Foster (Isolde) fue la gran protagonista de la noche. Casi siempre en escena, no acusó el esfuerzo vocal de su rol y mantuvo un nivel altísimo. En cada acto -cambió incluso de traje- se comportó de un modo distinto y fue evolucionando desde el capricho inicial por un Tristán que aparentemente la desdeña y el difícil mantenimiento de su maltrecha dignidad ante un Kurwenal que me pareció especialmente odioso en su comportamiento; hasta el emocionalmente agotador acto final; pasando por la coquetería, y capricho también pero ahora alocado y feliz, de la culminación de su amor por Tristán. 

Andreas Schager (Tristán) se reservó bastante en los dos primeros actos hasta el punto de que en el segundo me pareció excesivamente cansado, pero el tercer acto fue glorioso, una explosión de amor y sentimiento que casi acongojaba por su intensidad. 

Franz-Josef Selig (Rey Marke), un gran cantante, resultó discreto pero por elección propia. Incluso en su gran aria de decepción, aunque cantó muy bien técnicamente hablando, no quiso destacar. Seguro vocalmente y fiel testigo de la historia en su aspecto emocional, Selig no fue sin embargo una figura destacada. 

Más me impresionó Thomas Johannes Mayer, Kurwenal, que sacó un gran partido de sus no muy amplias intervenciones y se convirtió en un puntal de la narración, atrayendo más atención de la que un secundario como él merece. Actuó muy bien y resultó conmovedor en el acto final por su amor hacia Tristán. 

Ekaterina Gubanova tiene un color vocal bello y una seguridad técnica y dramática que -como en el caso de Mayer- superó incluso lo necesario para su rol de Brangäne. 

El resto de los personajes secundarios también cumplió sobradamente con su papel, tanto desde el punto de vista vocal como 'escénico'. A destacar Jorge Rodríguez-Norton, el pastor que se mostró absolutamente desolado por la tragedia de Tristán y la tardanza del barco. 

Gran parte de la magia se debió a la dirección de Semyon Bychkov, quien tiene las ideas muy claras y es capaz de transmitirlas. La Orquesta del Teatro Real no parecía la misma del día anterior en Nixon en China, prácticamente no hubo errores y abundaron los momentos de sonido rico y pleno, arrebatos de romanticismo y desolación sin tapujos, y al mismo tiempo predominó una sensación de fluidez, incluso de facilidad en el desarrollo de un dramón como este que plantea Wagner, donde la orquesta es tan protagonista como las voces. 

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