Discos
Geografías
Daniel Martínez Babiloni

Los ascendientes de Lucía son valencianos, dio sus primeros pasos musicales en Oviedo y perfeccionó su formación profesional en Londres. Estos lugares y las personas que en cada uno de ellos más le han influido forman parte de Origins, un relato musical de ese periplo. De este modo, y aprovechando el tiempo que la pandemia le dejó para estudiar, reflexionar y preparar su debut discográfico en solitario, presenta un trabajo para el que ha elegido o ha encargado obras a compositores que, como ella, han alcanzado carreras internacionales de primer orden, pero no por ello se han desvinculado de sus respectivas geografías.
Salve Regina ocupa la primera pista del disco. Firmada por el asturiano combina dos secciones generadas a partir de la reiteración de una segunda mayor ascendente, presente en casi todos los íncipits de cada versículo de la antífona gregoriana que da título a la composición. La primera sección es de carácter melódico y se alterna con la segunda, rítmica, incisiva y sincopada. Por añadidura, Veintimilla saca a relucir lo que de rapsódica tiene esta página mariana, aunando discursividad y vigor; o, lo que es lo mismo, espiritualidad y corporalidad.
A continuación aparece Hyperludes, del valenciano . Una suerte de partita, como la define el propio autor, que hemos ido conociendo poco a poco desde que Hyperlude I, II y III fueran estrenados en el Festival Ensems de 2015. El cuarto fue un encargo de la London Sinfonietta y el quinto, un regalo del compositor a su esposa para la ceremonia nupcial de ambos. En otra ocasión, Patricia ofreció uno de estos Hyperludes como bis; no recuerdo cual. Fue cuando visitó el Palau de la Música de València junto a Gustavo Gimeno y la Orquesta Filarmónica de Luxemburgo.
Por su parte, Veintimilla convierte los cinco números en un soliloquio en el que asoma el caos urbano que el compositor representa llenando su escritura con giros melódicos, saltos interválicos, variedad de ataques, sorpresivos cambios de intensidad, quiebros y cambios de color, velocidad y carácter. El segundo y el cuarto Hyperludes rezuman cercanía al cante jondo, un préstamo que a la solista le sienta muy bien, ya que declara sentir afinidad por el flamenco. Y, si el cuarto número destaca por su introspección, el quinto sobresale por la quietud que transmite, por el carácter vocal de su ejecución y el dominio de la polifonía. Uno de los mejores momentos de la grabación.
El encuentro de Lucía con
fue fortuito. Afincada en Londres, la joven estudiante necesitaba trabajar para costear sus gastos y entró como babysitter en casa de este compositor cinematográfico, a quien no conocían anteriormente. Marianelli es autor de músicas como las de Ágora, de Alejandro Amenábar, Orgullo y prejuicio o Expiación, por la que obtuvo un Oscar. En cintas como Jane Eyre, vierte un marcado neorromanticismo, salpicado constantemente por danzas neobarrocas como las seis que forman la Suite escrita para Lucía. Así, tras el vendaval bachiano que es el “Preludio”, prosigue una “Allemanda” con sabor auténtico, “como las de antes”, en la que se genera un bucle repetitivo muy bien resuelto por la solista. La “Corrente” resulta elegante y con gracia. La “Sarabanda” queda un tanto melancólica; otoñal, como la película homónima de Ingmar Berman. El “Minueto” es muy British: asoma claramente el tándem Purcell-Britten, y cierra la Suite una espléndida “Giga”.Otra de las sorpresas que encierra este registro es la recuperación de una sonata desaparecida de Eugène Ysaÿe. Philippe Graffin, su descubridor, encontró casualmente un borrador “muy claro y bien elaborado” que Ysaÿe había entregado a uno de sus amigos antes de morir. A partir de él, Graffin editó la partitura y completó el tercer movimiento guardando fidelidad al autor. Como la Sexta sonata del opus 27, esta Sonate posthume está dedicada al gallego Manuel Quiroga.
La violinista la ha querido incluir en este cedé como reconocimiento a la influencia del músico belga en el desarrollo de la técnica moderna del instrumento. El resultado es una deliciosa mezcla de modernismo, ingenio técnico y fantasía expresiva. El arranque es evocador. En el segundo movimiento destaca la intensidad del fraseo y el sonido grande y equilibrado del violín. El tercero se erige en un caprichoso juego virtuosístico sobre unos tempi bien sentados por la intérprete y, en definitiva, en una brillante conclusión para un trabajo interesante y cuidado.
El proceso de grabación y producción, que produce un sonido natural y espacioso, también tiene que ver con esas geografías físicas y humanas de las que estamos hablando. El responsable de Aria Classics es Fernando Arias, conocido de la protagonista “de los años de Asturias”. De ella pronto tendremos más noticias, esta vez, como directora del Festival Internacional de Música de Cámara de La Serranía (València) que este verano dirigirá en el pueblo de sus abuelos: Alcublas.
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