España - Cataluña
Y a ti te encontré en la calle
Josep Mª. Rota

La
función empezó de nuevo con retraso, diez minutos. Esta vez no por
culpa de la compañía, que ahora sí llegó a tiempo, sino porque
queda claro que los accesos son insuficientes para que el público
pase por el control de entradas y ocupe sus localidades. Para más
inri, solo había un taquillero, que despachaba entradas y abonos no
solo para para esta, sino para otras funciones también.
Esta vez la Fundació Òpera a Catalunya apuntó muy alto con Il trovatore. No hace falta repetir la boutade de Toscanini sobre lo de las cuatro mejores voces del mundo. Il trovatore es una de las óperas más populares del repertorio y el público espera ver a cuatro protagonistas en el extremo de sus emociones y en el extremo de sus voces también. Y con las notas añadidas, no escritas por Verdi pero imprescindibles ('La pira').
Una vez más, los responsables musicales y técnicos lo lograron y ofrecieron un espectáculo muy acertado en su conjunto, que mereció la aprobación del público. El nivel vocal de la función fue correcto, sin que nadie desentonara, como ya nos tienen acostumbrados los de Sabadell. El movimiento escénico, como siempre, estuvo cuidadísimo, muy convincente. Coro y Orquesta, yunque y arpa incluidos, resultaron eficientes bajo la experta mano del maestro Daniel Gil de Tejada.
A diferencia de la Butterfly pasada, que se solucionó bellamente con una tarima y cuatro puertas correderas, Il trovatore presenta ocho cuadros con espacios y ambientes muy diferenciados: el palacio de la Aljafería, el jardín, el campamento gitano, el convento, el campamento, la sala junto a la capilla, la torre y la mazmorra. La escenografía de Sabadell se basó en cuatro imponentes columnas y dos tramos de escaleras. A dichas columnas se le añadían elementos escénicos que simulaban paredes, puertas, rejas o ventanas. Las columnas podían desaparecer y mostrar solamente sus bases. Todos estos cambios de escena se imaginan complicados y obligaron a bajar el telón cada dos por tres. Fruto de estos cambios de escena fue la pausa innecesaria entre los actos tercero y cuarto, que alargaron el final de la función de tal manera que una parte considerable del público abandonó la platea aun a oscuras segundos después del telón final.
Y yo me pregunto: ¿por qué no volver a los decorados pintados? El trampantojo produce un efecto en perspectiva que muchas veces supera al objeto tridimensional. Un telón de fondo, un rompimiento, un forillo detrás de un ventanal son más sugerentes y, por encima de todo, más teatrales. Claro, el problema es doble. Hoy en día, las óperas se representan en palacios de congresos o plazas de toros, que carecen de telar, con pinta y barras, y de los correspondientes tramoyistas y jefes de maquinaria. Por otra parte, muchos teatros modernos tampoco disponen de estos equipamientos y de un sistema de luces capaz de iluminar los decorados. Este Il Trovatore de la Fundació Òpera Catalunya está recorriendo Sabadell, Tarragona, Granollers, Manresa, Sant Cugat del Vallès, Reus, Girona y Vic, de manera que escenografía debe adaptarse a los diferentes espacios.
Il trovatore no permite ni un segundo de aburrimiento. Desde la narración de Ferrando hasta el hachazo final, un continuo de arias, dúos, tríos, coros y concertantes mantienen al espectador en vilo. Una historia truculenta, llena de odio y venganza, en la que muere hasta el apuntador (después de las muertes de Leonora y Manrico, uno se imagina ya la hoguera para Azucena). Pero también llena de amor. No solo el amor inflamado entre Leonora y Manrico; también el del Conde por Leonora, un hombre de guerra, un sanguinario, que solo piensa en un amor posesivo y celoso, pero que canta 'Il balen del suo sorriso' como un adolescente a su amor platónico. ¡Y una ópera sin dúo de amor entre tenor y soprano! Sí, 'Deserto sulla terra', 'L'onda de' suoni mistici' y el 'Miserere' podrían serlo. Sin embargo, el gran dúo de amor no llega hasta el acto cuarto, el gran dúo de amor materno-filial 'Riposa, o madre: Iddio conceda men tristi immagini al tuo sopor', cuando Manrico vela el sueño ominoso de Azucena. Porque “madre no hay más que una.”
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