Suiza
Grand Théâtre de GenèveMucho barro y suciedad
Maruxa Baliñas
La producción de Calixto Lady Macbeth para ya no es reciente, la realizó para la Ópera de Flandes en 2014 [leer crítica en Mundoclasico.com], y tenía un gran interés en verla antes de que desaparezca, toda vez que no parece que esté destinada a ser un 'clásico' como las de Zefirelli. La ambientación cambia del -por lo menos originalmente- pueblo tranquilo y principalmente agrícola, aunque los Ismailov sean mercaderes, a ese mundo distópico que tanto gusta a Bieito.
En sus propias palabras, Lady Macbeth del Distrito de Mtzensk:
No es Romeo y Julieta, es el thriller apocalíptico de un amor en un sistema poscapitalista,
que sitúa en lo que el propio programa de mano define como un
laberinto industrial podrido, donde sólo se puede trabajar con trajes protectores contra materiales peligrosos, y que recuerda a las metrópolis contaminadas y ruinosas de Rusia y China … o Detroit.
En este marco, los personajes actúan más o menos según lo esperado, aunque con matices. El atractivo de Serguei, que en las producciones rusas -tanto la actual del Bolshoi de Katerina Ismailova (Rimas Tuminas, 2016) como la de Lady Macbeth en el Mariinski (Irina Molostova, 1996)- tiene mucho de 'atractivo animal', tío guapo y fuerte que no se complica mucho la vida y disfruta de ella, pasa a tener un carácter más oscuro, cercano a la delincuencia y en ocasiones cruel, lo que lo asemeja a Boris Timofievich Ismailov y hace menos creíble que Katerina se sienta atraída por Serguei para alejarse de Boris.
Y en general, la producción de Bieito -como es habitual en él- enfatiza las partes más desagradables, la violencia sexual, el maltrato a los débiles, la falta de empatía, para crear una versión de Lady Macbeth aún más deprimente de lo necesario.
En este sentido, me pareció excesiva y fuera de contexto la escena 7 del tercer acto, cuando la policía detiene al maestro socialista o nihilista, que Bieito aprovecha para introducir una brutal escena de maltrato, humillación, y violación explícita que aporta poco desde el punto de vista narrativo y me parece innecesaria: que la policía zarista era bestial no es ningún secreto, pero denunciarlo así no aporta nada especial a la dramaturgia y acaba despistando al público de lo que está ocurriendo simultáneamente, esa boda abocada al fracaso desde el primer momento.
Igualmente se pierde el sentido de la figura de Julieth
(Aksinia), convertida casi en una máquina sexual sin sentimientos, se supone que debido al trauma de la brutal violación que sufre en la segunda escena, en el primer acto. Tan desdibujada y caricaturesca es su posición dramática que cuesta incluso rememorar su prestación vocal.En el caso de John Daszak, quien canta muy correctamente y muestra bella voz y un buen volumen, pero no acaba de sonar expresivo, de hacer creíble su papel, a pesar de que es un 'experto' en el rol de Sinovi Ismailov, que ha cantado en diferentes producciones y teatros.
(Sinovi Borisovich Ismailov), otro personaje que no alcanza todo su potencial, el problema no parece tanto de la producción como del propioCaricaturesco es el rol de su padre Boris Timofievich Ismailov, cantado por el barítono Dmitry , quien tiene que actuar tanto -y tan exageradamente- que parece no quedarle tiempo para cantar. Incluso su aria pidiendo los champiñones resulta sosa más que amenazadora. Eso sí, fue muy bruto y se murió muy bien.
Queda entonces la pareja principal, Aušrinė (Lady Macbeth) y Ladislav (Serguei), que quedan solos en su protagonismo, convirtiendo al resto del elenco casi en meros comparsas.
Incluso el coro de la casa, el Grand Théâtre de Genève Chorus, ensayado por su director Alan , se muestra más como masa que como unión de individualidades, una opción que permite la partitura de Shostakovich quien no pide un coro grande, pero sí expresivo. El coro funcionó muy bien, vocal y actoralmente, tanto en los tres primeros actos en la hacienda de los Ismailov como en el duro cuarto acto, camino de Siberia.
Gran parte del éxito de esta función se debió a la maravillosa interpretación de Aušrinė Stundytė, quien se mantuvo en escena casi constantemente pero en ningún momento acusó el cansancio, ni vocal ni actoralmente. Si en otras ocasiones que la escuché me pareció que su voz se lucía más en el registro agudo que en el medio-bajo, en este rol de Lady Macbeth -que le exige moverse en un ámbito amplio- no tuvo ningún problema. Se agradece además la claridad de su pronunciación y su controladísima proyección vocal que facilitaron mucho la comprensión del texto, no sólo las palabras, sino también el sentido.
Stundytė participó ya en el estreno flamenco de esta producción en 2014 y desde entonces la ha cantado frecuentemente por lo que su dominio dramático es maravilloso y muestra una en ocasiones portentosa agilidad física y expresiva a la hora de actuar su papel. Pero, insisto, lo mejor de Stundytė fue su técnica y expresividad vocal, creó su papel cantándolo y eso es algo más infrecuente de lo que parece.
A su lado Ladislav Elgr, también participante del estreno en Flandes y muchas de las funciones posteriores, mostró una gran seguridad en su rol de Serguei, aunque como indiqué anteriormente, hubiera preferido un tenor más directo y menos complicado en sus apetencias sexuales.
Vocalmente se lució a lo largo de toda la representación, actoralmente destacó en la escena de la boda -tenso y descontento- y en el acto final.
El director musical, , fue otro de los motivos del viaje a Ginebra para esta representación. Tenía ganas de oírlo en esta ópera que es un buen test de la valía de un director de orquesta, y quedé encantada.
Pérez se lució con la brillante orquestación de Lady Macbeth del Distrito de Mtzensk, pero además fue un concertador muy atento a todo lo que ocurría en el escenario y supo mostrar las tensiones subyacentes en este dramón, a veces bastante complejas precisamente porque Shostakovich cuenta una historia muy difícil, donde hay poco lugar para el romanticismo simplón y mucho para los sentimientos exacerbados, y donde recae en la orquestación gran parte de la creación del drama.
La
, que sólo conocía como 'solista' y en gira, me encantó igualmente como acompañante y tocando en su propia casa.Seguramente tuvo momentos más gloriosos en su historia, la mítica época con
(la dirigió entre 1918 y 1967), pero actualmente -bajo la dirección de Jonathan - sigue siendo una orquesta maravillosa, con un sonido acaso menos personal pero todavía entre las grandes orquestas europeas.Me decepcionó en cambio la relativamente escasa asistencia de público (apenas un 65% en mi zona) que no sé si es habitual en este teatro o se debía a Lady Macbeth en concreto (sea por el título, el director, o la producción).
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