Alemania
Igor Levit, un alpinista del piano
Juan Carlos Tellechea
De haber tenido el doble de capacidad, esta bellísima sala auditorio del ayuntamiento histórico de Wuppertal, de estilo guillerminiano (finales del XIX), también habría estado colmada de público hasta el techo. El concierto de uno de los mejores pianistas del mundo, Igor Levit en el Klavier-Festival Ruhr, es siempre un gran acontecimiento que atrae a espectadores de todas las edades.
El de esta tarde se titula Tristán, y toma el nombre del reciente CD grabado por Levit con el Preludio de Tristán e Isolda, de Richard Wagner, entre otras obras, que interpretó aquí en la transcripción de Zoltán Kocsis, y cautivó al público. Tanto fue así que, absortos en la música, no todos los espectadores se percataron de la transición que hizo hacia la extraña Sonata en si menor S 178 de Franz Liszt, al final del programa.
Dicho sea de paso, Levit y la NDR Elbphilharmonie Orchester, dirigida por Alan Gilbert, iniciarán una gira por España (y Alemania) el 13 de febrero de 2024 con un concierto en el Auditorio Nacional de Música de Madrid, con obras de Béla Bartók (Concierto para piano nº 3) y Johannes Brahms (Sinfonía n º 1 en do menor op 68).
Wagner
El Preludio pierde toda orientación con Levit. El constante aumento de la lujuria fue genial. Un golpe tonal al borde de la inspiración en medio de un desierto de sonido que languidece en el corazón del público. Este ajuste de sonido no es solo una cuestión de gusto. También es una declaración. Al fin y al cabo, Levit también procura aquí experiencias límite. Es un alpinista del piano. Deja claro en qué dirección se dirige. Lo suyo es exponerse, no taparse ni esconderse.
Estira la disonancia más famosa de la historia de la música, por ser la más ambivalente, hasta el punto de ruptura, arriesgándose a agujerear el tejido, para explicarla en la transición sin fisuras a la introducción de la Sonata en si menor de Franz Liszt, de un solo movimiento. La obra principal de la velada, una de las más difíciles de la literatura pianística, retoma las cuestiones ya planteadas en la primera mitad del recital por Johannes Brahms y Fred Hersch: ¿Dónde está Levit consigo mismo, cuándo sale de sí, qué ocurre en el momento de la rotación?
Liszt
La Sonata si menor, con sus dimensiones impresionantes, pertenece a la clase real del pianismo romántico. En última instancia, en esta yuxtaposición Levit deja claro el parentesco musical de
Esta S 178, compuesta en 1853, y que sucede a los Etudes d'exécution transcendante G139 (1851), es un útil recordatorio de que Liszt es también el inventor del poema sinfónico, lo que puede explicar las increíbles inflexiones melódicas y armónicas que transmite cada movimiento de esta Sonata, singular y revolucionaria.
Un acorde enigmático y opresivo inicia el primer movimiento, Lento assai, que despliega oscuras volutas hasta la segunda parte, un Andante sostenuto ensoñador, aparentemente suspendido en una dimensión atemporal. El Allegro energico está lleno de una fuerza feroz que parece querer arrastrar al oyente hacia horizontes inverosímiles. El Allegro moderato – Lento assai devuelve finalmente la serenidad a la platea.
Brahms
Al inicio de la velada Levit interpretó Seis preludios corales op 122 de Johannes Brahms, transcritas para piano por Ferruccio
El oyente cierra los ojos y se imagina una improvisación de jazz, como las que escuchará un poco más tarde en el segundo libro de las Songs without words de Fred
Una rosa
Soliloquios, meditaciones: Tanto aquí como allí, Levit catapulta inesperadamente la música introspectiva, que circula en estrechos pasos tonales, hacia amplias cámaras de eco, intensifica el pulso, deja que pasajes aterciopelados y contemplativos, romantizados con mucho pedal, sean seguidos por verdaderos estallidos de furia con un toque implacablemente martilleante; deriva hacia lo disonante, amontona macizos de acordes.
Se lo ve y se lo escucha a Levit reflexionar sobre la intimidad y la mundanidad de la música, sobre las ambivalencias de toda existencia, desde el motivo de apertura suavemente palpitante hasta la insistencia del motivo de golpe de martillo y el delirio del virtuoso, pasando por las cascadas de escalas deslumbrantemente chispeantes y los torrentes melódicos centelleantes. Al final, todo lo expresivo se apaga en el registro más grave, en esa solitaria nota final después de que los ángeles hayan cantado en lo alto "Es ist ein Ros entsprungen" (Ha brotado una rosa).
El sexto preludio coral "O Welt, ich muss dich lassen" (Oh mundo, debo dejarte), tan mortalmente anhelante como los anteriores, está marcado por un doble crepúsculo hasta el pianissimo al final de cada verso y Levit conserva el gesto de desaparición hasta lo último.
Hersch
Las primeras seis Canciones sin palabras de las 18 que Fred Hersch escribirá para Levit en los próximos tres años, fueron presentadas en esta velada. Las composiciones ("Little Nocturne", "The Old Country", "Canzona", "The Two Minutes Waltz", "Soliloqui" y "Choro de Carnaval") suenan sencillas, pero cálidas. Hay entre ellas una bossa nova ("Canzona") inspirada en las obras de Antônio Carlos Tom Jobim y un "Choro de carnaval", con influjo carioca, muy rítmico, alegre y divertido, en el que Levit se empeña en superar al teclado la agilidad, las travesuras y la picardía del cavaquinho que utilizan los tradicionales chorões brasileños.
En su presentación Levit describió a Hersch de maestro de la exhalación y de las variaciones. Contó cómo el compositor y pianista de jazz originario de Cincinnati (Ohio) lo impresionó en los últimos años, desde que lo escuchó por primera vez en el Village Vanguard, de Nueva York. Hace unos días se volvieron a reunir en Lucerna, donde Levit dirige (comisariamente) el nuevo Klavier-Fest (Festival de piano) internacional de esa ciudad suiza, y tocaron juntos.
La forma en que Fred Hersch frasea, la manera en que sus dedos tocan las teclas y nunca las abandonan del todo, de modo que básicamente parece estar exhalando constantemente...fue para Levit una de las experiencias pianísticas realmente grandiosas, según su propio relato.
Después de todos los excesos románticos, en los bises vino nada menos que Robert Schumann, con "Kind im Einschlummern" y "Der Dichter spricht", de la Kinderszenen, reconfortante, sin lugar a más contemplaciones meditativas y así, entre exclamaciones altisonantes de aprobación, Levit envió al público de regreso a casa. El Levit comunicativo y muy ameno no ha cambiado.
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