Alemania
Klavier-Festival RuhrJulia Fischer y Jan Lisiecki en el Klavier-Festival Ruhr
Juan Carlos Tellechea
Acontecimientos singulares se unieron en esta velada, entre efusivas aclamaciones del público. En la gran sala auditorio del ayuntamiento histórico de Wuppertal, y con el patrocinio de la Jackstädt Stiftung, una de las fundaciones que más contribuyen al fomento cultural en esta ciudad industrial, y Jan tocaron por primera vez juntos en el Klavier-Festival Ruhr.
La violinista cumplió esta tarde uno de sus mayores anhelos, debutar al piano junto a Lisiecki con la Fantasía en fa menor para cuatro manos, de Franz Schubert. ¡Geniales ambos, armonizaron perfectamente en esta presentación! Qué bella y encantadora puede ser la música cuando se interpreta con tanta empatía y al mismo tiempo tanta agilidad, como ocurrió este miércoles. El lenguaje corporal de los pianistas también se correspondía con la estrecha interacción sobre el Steinway D.
Pasión
Su forma de tocar está llena de pasión, sin patetismo ni sobrecarga, siempre bien discurrida. Lisiecki y Fischer ofrecen una interpretación sensible, que celebra cada pieza individual e intenta captar su carácter en la forma de tocarla. Lo consiguen magistralmente. Schubert, aquejado de sífilis (mortal en aquella época), trasluce su estado de ánimo hacia el final de su vida en esta obra, llena de melancolía. Los dos intérpretes escenifican con sensibilidad los contrastes, que especialmente en el primer movimiento (Allegro molto moderato), contienen al mismo tiempo pasajes alegres y serenos, nunca dominantes.
El éxtasis da paso a la desesperación, y la luminosidad a la penumbra. Es esta una pieza fascinante, que Lisiecki y Fischer interpretan con tanta claridad que el oyente percibe de inmediato cómo debería haberse sentido Schubert cuando la compuso unos meses antes de su muerte. Ambos pianistas ambientan así la obra de Schubert sin exagerarla, y tocan el Largo – Allegro vivace – Trio – Tempo I con precisa y enérgica digitación al teclado, maravillando a la platea.
Beethoven
Mas, el primer reto del programa fue la interpretación de la Sonata para piano y violín en mi bemol mayor, op 12/3, de Ludwig van Beethoven, dejando bien claro cómo el gran maestro de Bonn emancipa al violín del piano. Los dos se mostraron muy dispuestos a dialogar en el juego de motivos breves del primer movimiento (Allegro con spirito). Éste evoca a Wolfgang Amadé Mozart, también en la retórica.
Aplausos
El pianista Lisiecki formuló a menudo la música de una manera más suave y contenida, incluso en algunos pasajes del lento movimiento central, en el que Julia Fischer puso en primer plano con fuerza, y a veces con demasiada fuerza, incluso sencillas figuras de acompañamiento. A un primer tema, que el violín y el piano desarrollan en estrecho entrelazamiento motívico, le sigue una especie de tutti con unísono, figuras acordales de gran alcance y opacidades en modo menor. El tema secundario cantabile del violín es retomado fielmente por el piano; siguen virtuosos intercambios de golpes en carreras frenéticas y un galante grupo final, que fue muy aplaudido y con urgencia a su término (sin esperar al Adagio siguiente).
Lo novedoso
El desarrollo aporta algo nuevo, como era de esperar en Beethoven. El entrelazamiento contrapuntístico de las voces, la energía cada vez mayor de las líneas y la inserción de una "escena de canción" del Romanticismo temprano inmediatamente antes de la recapitulación presagiaban ya el espíritu de una nueva época.
Para Beethoven el vínculo con Mozart en el género de la sonata para violín era especialmente evidente, pues ya de joven en Bonn había estudiado las Sonatas Auernhammer (K. 376, etc.) del compositor mayor, publicadas en 1781.
Infinito
En el Adagio en do mayor, este nuevo tono es evidente desde el principio. En lugar de los movimientos Andante, preferidos por Mozart, Beethoven escribió aquí un extenso Adagio con molta espressione, un amplio canto del piano de Lisiecki con solemnes ritmos punteados, coreado por el violín de Fischer con dobles registros. En la constante alternancia de instrumentos, este dúo se expande hacia una dimensión utópica, un "anhelo infinito", como más tarde E.T.A.Hoffmann fijaría en las obras de Beethoven la esencia del Romanticismo. El desarrollo culmina con un recitativo instrumental en modo menor, que ya remite a la Sonata Pathétique para piano en do menor, op 13, escrita poco después.
El rondó final está dominado por un tema de contredanse. A diferencia de Mozart, que habría continuado dicho tema de forma más bien juguetona y elegante, Beethoven hace hincapié en el "desafiante" compás de dos octavas y utiliza todas las posibilidades de desarrollo contrapuntístico extendido. El movimiento culmina con un fugato sobre el tema del rondó de proporciones casi sinfónicas y un acertado redondeo armónico de la idea principal.
Devotos
Tal como se les ve, Fischer y Lisiecki denotan sentir una gran devoción por la música, tanto como solistas como en su interacción con orquestas y directores de gran prestigio. El año pasado actuaron a dúo por primera vez en el 35º Festival de Música de Rheingau y mostraron excepcionalidad en su campo. Con sobresaliente habilidad y alegre virtuosismo presentaron en Wuppertal también la Sonata para violín y piano nº 2 en re menor de Robert Schumann.
El joven pianista canadiense ha venido presentándose anualmente en el Festival de Piano del Ruhr desde su debut en 2015. Julia Fischer, originaria de Múnich y profesora del Conservatorio de Música y Teatro de esa ciudad, lo hace por tercera vez.
Schumann llamaba a su op 121 una ''gran sonata'', lo que hace referencia tanto a su mayor virtuosismo como a su extensión. Debido a sus cuatro movimiento con una introducción lenta, alcanza dimensiones casi sinfónicas. La mayor brillantez se adaptó a las capacidades del violinista a quien iba dedicada,
Magníficos
Como en muchas de sus obras para piano y música de cámara, Schumann dejó que el nombre del dedicatario rondara esta composición de 1851 en forma de letras tonales: del nombre DA(vid), F(erdinan)D extrajo el lema d-a-f-d, que se presenta "breve pero enérgicamente" en las notas altas de los acordes justo al principio: saltando de la re a la cuarta inferior, luego de la fa a la re, finalmente de la a fa.
Al principio del Allegro, las mismas notas vuelven en un registro grave en el violín, apoyadas por un motivo sincopado inquieto en el piano, que Jan Lisiecki ejecuta magníficamente. En la transición, la tercera menor del lema (fa-d) está especialmente acentuada, mientras que el tema secundario lírico está acompañado por el mismo motivo sincopado que el tema principal. El resto del movimiento está totalmente determinado por el lema de cuatro notas y su contrapunto.
Los dos movimientos centrales también están relacionados temáticamente. Tanto el desafiante galope en si menor del Scherzo como su trío "im Volkston" regresan en el Andante en sol mayor. Este último es un movimiento de variación en la técnica de la simple reescritura melódica del tema. La propia introducción del tema en acordes pizzicato del violín, brillantemente tocado por Julia Fischer, despliega una magia sonora que hace del movimiento una perla de la música de cámara romántica.
Dinámica e intensidad
Tras las tres primeras variaciones en la mayor, la cuarta en la menor trae las citadas citas del segundo movimiento. La coda retoma el tema del scherzo, esta vez en una variación mayor sorprendentemente conciliadora. El tormentoso comienzo del final barre de repente este idilio en una tormenta de semicorcheas. Se distribuyen como una oleada unificada en el violín y el piano y se retoman después de dos compases cada una en un brusco motivo de marcha en el piano. La arremetida de este tema desafiante solo se transforma en un triunfante re mayor al cierre del final.
Como las ovaciones no se calmaban, Fischer y Lisiecki optaron por volver a sus puestos, retomar sus instrumentos y emprender el Scherzo en do menor para violín y piano WoO2, de Johannes Brahms, con gran dinámica, intensidad y presteza...así podían haber continuado hasta muy avanzada la noche. El público no quería abandonar la sala por nada del mundo.
Comentarios