Alemania
Esplendor vienés en Múnich
J.G. Messerschmidt

La música clásica vienesa de carácter “ligero” goza de gran aceptación, pero al mismo tiempo se suele subestimar su calidad artística. Nikolaus Harnoncourt, por el contrario, afirmaba que un Strauss no era menos que un Bach. Y no menos convencido del valor de este tipo de música parecía estar el director de orquesta al que se suele considerar como uno de los más geniales del pasado siglo, Carlos Kleiber. Que la forma sea “ligera” y que en el contenido falten alambicamientos pretendidamente intelectuales no implica ni superficialidad ni inconsistencia técnica. Al contrario, añade dificultades que no muchos intérpretes pueden superar. Uno de estos pocos es, sin ninguna duda, Patrick Hahn, un jovencísimo director de orquesta austríaco (tiene 27 años), con un repertorio actualmente centrado en Wagner y en la música del siglo XX (desde Zemlinsky hasta Ligeti), lo que no le impide abordar con extraordinario acierto obras como las del concierto que reseñamos.
Desde los primeros compases de la obertura de El murciélago se advierte una excepcional comprensión estilística de este género. La distribución de planos sonoros y el equilibrio de las familias orquestales da como resultado una versión diáfana, en la que cada instrumento suena en perfecta concordancia con el conjunto de la orquesta. El fraseo es excelente, narrativo, dotado de una dicción elocuente, formando un discurso orgánico, rico en matices y contrastes y siempre unitario. Todo fluye con hermosa naturalidad.
La dinámica está muy bien dosificada. Desde el punto de vista agógico Patrick Hahn demuestra una sensibilidad perfectamente afín a este tipo de composición. El ejercicio del rubato en su relación con los matices dinámicos y con el ductus melódico, el sutil juego de aceleraciones, ralentizaciones y regresos al tiempo justo, siempre íntimamente ligado al fraseo y la acentuación, es un procedimiento indispensable en esta música (¡y que no figura en la partitura!). El intérprete debe poseer una sensibilidad, una intuición y una sabiduría muy especiales para poder realizar este difícil proceso musical, cualidades que se han ido volviendo cada vez más raras, pero que Patrick Hahn posee en abundancia.
Su gran versatilidad se advierte en el súbito cambio de carácter que supone pasar de la obertura de Strauss a la polka rápida Grosstädtisch de Carl Michael Ziehrer. Parafraseando a Nietzsche podría decirse que Strauss es un compositor apolíneo y que Ziehrer (un gran maestro inexplicablemente muy poco recordado) es dionisíaco. En consecuencia Grosstädtisch suena eufórica, vertiginosa, llena de color y de luz.
De regreso a Johann Strauss hijo, el intermedio de Las mil y una noches supone nuevamente un cambio de registro. Elegancia, sutileza, amplio fraseo y un tratamiento muy serio de la pieza, pero manteniendo su ligereza, son las características que definen a esta interpretación. En Ohne Sorgen sobresalen en esta estupenda versión un fantástico sentido del ritmo y un excepcional “instinto” para la danza, de modo que sospechamos estar ante un potencialmente muy buen director de música de ballet.
Dynamiden, del genial Josef Strauss, es, a nuestro juicio, uno de los mejores valses de toda la historia de la música. Puede decirse que es un poema sinfónico en forma de danza, en el que se aplican al vals los logros de Liszt en el género programático, así como reminiscencias armónicas wagnerianas y melódicas de Schubert. La versión ofrecida en este concierto fue técnicamente impecable. El desarrollo fue a partes iguales narrativo y lírico.
El vals Wiener Bürger es quizá la obra más célebre de Ziehrer. Tras la obligada introducción sigue un tema en el que se combinan solemnidad y una cierta rusticidad, aspectos que se concretan en un ritmo contundente, fuertemente acentuado. Si bien este inicio fue interpretado de modo impecable, en los siguientes temas se echó de menos el necesario cambio rítmico y de tiempos. A lo largo de todo vals se mantuvo el mismo carácter, lo que resultó ser un inconveniente, pues impidió apreciar los contrastes presentes en la pieza. Faltó algo del vuelo y del arrebato característicos del autor y, pese a la brillantez lograda, sobre todo en el colorido, se advirtió una cierta pesadez.
En las Antiguos aires de danza vieneses de Fritz Kreisler, Stanko Madić, un apreciable violinista, interpretó la parte solista. Su Liebesfreud fue muy correcto, pero poco matizado. Mucho más cómodo pareció sentirse en Liebesleid, que resultó blandamente melancólico, y más aún en su muy grata versión de Schön Rosmarin. Del cabaretista Georg Kreisler, sobrino de Fritz Kreisler, es la canción satírica Der Musikkritiker, en la que Patrick Hahn sorprendió como pianista y, sobre todo, como estupendo cantante satírico.
No faltaron dos tradicionales canciones vienesas, Erst wann’s aus wird sein de Hans von Frankowsky (compuesta para ser interpolada en la opereta Im weißen Rössl de Ralf Benatzky) y la célebre Wien, Wien nur du allein, de Rudolf Sieczyński. Como solista de canto actuó el actor austríaco Johannes Silberschneider. La interpretación de Silberschneider fue una lección magistral de la difícil agógica imprescindible para interpretar con propiedad la música vienesa tanto popular como clásica ligera. El estudio de una interpretación como ésta debería ser obligatorio para los directores del famoso Concierto de Año Nuevo.
Además de cantar, Johannes Silberschneider actuó como presentador de las obras programadas. En general la presencia de un locutor o moderador en un concierto suele ser un añadido molesto. En este caso, gracias al gran talento de Silberschneider y a los textos escogidos, fue un magnífico complemento humorístico.
Como bis se interpretó la polka rápida Unter Donner und Blitz de Johann Strauss hijo, en la que Patrick Hahn supo desatar nuevamente una danza frenética. La Orquesta de la Radio de Múnich, técnicamente a muy alto nivel, se mostró muy inspirada y una vez más lució una envidiable aptitud para interpretar brillantemente obras de este repertorio.
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