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El nombramiento de Edward Said y Daniel Baremboim el pasado día 5 de septiembre como premios Príncipe de Asturias de la Concordia es un reconocimiento a todo un legado de intelectuales comprometidos en la solución, a través de la reflexión, de uno de los conflictos más largos y difíciles de la era postcolonial, el palestino-israelí.Premiar una solución intelectual basada en la convivencia y en el arte es premiar toda una forma de afrontar un conflicto basado en la convivencia de identidades y culturas. Y en ese sentido, el papel de ambas personalidades, ha sido poner de relieve el papel especial que el sentido crítico intelectual debe jugar para superar la diferencia a través de la comprensión crítica.La obra de Edward Said (Jerusalén, 1935) no sólo es la manifestación de una coherencia intelectual de primer orden, sino la manifestación de una de las personalidades intelectuales de más relevancia que han jugado un papel en los Estudios Culturales a partir de los años sesenta del pasado siglo.Said nació en Jerusalén, en los años prebélicos que vivían intensamente la actividad terrorista sionista en la Palestina ocupada por las fuerzas británicas, en el seno de una familia cristiana anglicana acomoda residente en El Cairo, donde realizó sus estudios primarios y secundarios, hasta que en 1951 fue a estudiar a Estados Unidos, donde ha realizado su vida personal y académica hasta la actualidad. Una parte de su obra se centra en el análisis de la figura del intelectual y del exilio, aspectos que centran un agudo acercamiento a las circunstancias contextuales del papel cultural del intelectual desde el punto de vista de la identidad, identidad caracterizada por su desarraigo, o por ese caracter de exiliado perpetuo que debe marcar una visión profundamente crítica e independiente, como lo demuestran sus profundos, sagaces y lúcidos artículos sobre la situación actual en Oriente Medio y el papel del imperialismo estadounidense en relación con el mundo árabe, así como las carencias políticas de este último. El intelectual se yergue así como una figura poderosa y activa dentro del sistema cultural en el que se debe enmarcar sin encontrar acomodo.En ese sentido, la figura de Said está dotada de una enorme coherencia no sólo política, sino también en su labor académica. Su obra ha tenido la relevancia de mostrar en alto grado como los sistemas culturales deben estudiarse en el contexto mayor no sólo de un sistema socioeconómico, sino sobre todo, dentro de las tensiones de los sistemas políticos en que se hallan imbricados, y es claro que una característica del siglo XX ha sido la interrelación política y cultural de los sistemas culturales occidental y oriental, tendente desde el ámbito primero a justificar la acción colonial. Así lo puso de relieve tanto Orientalismo como Cultura e Imperialismo que causaron un profundo impacto en los ambientes académicos norteamericanos y europeos en los años setenta y ochenta del pasado siglo. En dichos libros se colocaban en primer plano los grandes referentes intelectuales que han marcado y marcan el trabajo de Edward Said: el problema de la relación entre sistema literario y sistema político, el foco del contexto colonial y postcolonial en los diferentes sistemas literarios occidentales y orientales, y sus interrelaciones, y el problema de la identidad política, cultural e intelectual en sentido amplio.A riesgos de ser conscientemente sintetizadores, se puede afirmar que la gran labor de Said dentro del campo de la Teoría de la Cultura ha sido el subrayar la necesidad de enfocar cualquier análisis que busque rigor dentro de la idea de la vinculación clave entre sistemas culturales y sistemas políticos. La teoría literaria, sobre todo, ya había avanzado en esos niveles subrayando marxistamente las vinculaciones económicas del arte o la importancia del campo social como elemento generalizador para cualquier producto cultural. El análisis de Said ha subrayado todos estos puntos llevándolos a un enfoque más generalizador, que se engloba con los estudios sobre teoría del poder e imperialismo que desde fines de los años sesenta se dieron en el campo de las ciencias políticas.Frente a otras concepciones teóricas del pensamiento y la cultura, los trabajos de Said insisten de forma particular y relevante sobre la textualidad en sentido amplio, y al tiempo, con una significación de la categoría textual bastante tradicional, en el plano de las creaciones susceptibles de tener un estatuto ontológico determinado y fijo, susceptibles de ser estudiadas, vinculadas y manipuladas hermenéutica y críticamente, por uno o varios sistemas culturales, con los que mantienen una diversidad de relaciones conectivas e inclusivas.El diagrama sistema-producto es en Said sólo una simplificación de un haz de conexiones que se establecen entre el texto y los componentes de los sistemas culturales, que enmarcan además la importancia de los diferentes elementos materiales como células depositarias de características definitorias del sistema tanto para su definición como para su evolución subsiguiente, a través del legado que supone la actualización de la tradición y la canonización textual.El texto, así, no sólo tendrá un papel fundamental como elemento catalizador dentro de un sistema literario y cultural, sino que se enmarca de modo más genérico dentro del mundo, en sus sistemas de análisis y representación a todos los niveles, como un producto incluso en toda una red compleja, definida por la categoría de la worldliness, 'inclusión en el mundo'.Pero lo más interesante de los análisis de Said es que no sólo son lo que revelan, sino sobre todo, lo que suponen de piedra de avance tanto para una comprensión más profunda del texto literario como producto de un sistema, sino también como conformador del mismo sistema, y a veces, pocas, como disconformador de este. Said recupera, por tanto, el texto como base del análisis de la cultura, y subraya su condición indispensable dentro de una serie de procesos explicativos de este dentro de los marcos en los que se haya inmerso desde antes, incluso, de su propia creación. La contextualización, y la contextualización política, se convierte así en categoría de comprensión fundamental de los sistemas culturales, de sus productos textuales, sobre todo, pero también del papel del creador intelectual y artístico de los mismos, como sujeto a todas estas fuerzas relacionales.Al mismo tiempo, el análisis de Said obliga a considerar los sistemas culturales, como complejos en los que subyacen tendencias más propiamente políticas que enlazan con la necesidad de la conservación y mantenimiento general de los sistemas en que se hayan inmersos.Hay otro aspecto recurrente en el análisis de Said que cobra fuerza a partir de todos estos postulados: la importancia del papel del crítico como analista de estos sistemas, y su papel central como revelador de las fuerzas que confluyen en la creación y en la recepción de los productos y productores culturales. En esta compleja red de aspectos relacionales intra y extrasistemáticos, la crítica se yergue como una categoría fundamental de interpretación de elementos del sistema cultural, y por ende, del propio sistema, al que ilumina mostrando tanto sus luces como sus sombras. Categoría de relevancia fundamental como mecanismo de control, equilibrio y comprensión de los marcos sociopolíticos en donde está inmerso un universo cultural determinado.La cátedra de Edward Said en la Universidad de Columbia, abarca, entre otros, los campos de investigación de textos literarios del XIX, y en particular, de los englobados en los sistemas literarios en lengua inglesa, pero también el estudio de diferentes textos musicales, particularmente, la ópera del XIX, donde puede percibirse en el plano concreto cómo los elementos sociopolíticos característicos de las sociedades industriales y coloniales caracterizaron tanto la creación como la recepción de diferentes autores y textos musicales de ese periodo. Said es un espléndido musicólogo, pero ha englobado el estudio textual de los elementos musicales dentro del contexto de los sistemas culturales en que estos han sido marcadamente productivos. El caso de Aida es ejemplar como sustento y conformación de una ideología colonial, pero en modo alguno es el único, y en realidad supone todo un punto de partida para el análisis musicológico desde la perspectiva amplia y abarcadora de los estudios culturales. La identidad musical, por encima de todo, es una identidad cultural, y Edward Said ha sabido, mejor que nadie recordarlo y abrir nuevas y sugerentes perspectivas intelectuales de análisis, investigación, y crítica.
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