Alemania
Virtuos in die Zukunft
Juan Carlos Tellechea
Wolfgang Amadé Mozart y Ludwig van Beethoven, los clásicos de los clásicos, fueron reunidos otra vez por la Deutsche Kammerakademie Neuss am Rhein y su directora Isabelle van Keulen en el extraordinario concierto de despedida de la temporada 2022/2023, titulado Virtuos in die Zukunft (Virtuoso hacia el futuro), con la presentación del brillante pianista Matthias Kirschnereit. Al término del concierto, Kirschnereit adelantaba en carácter de información exclusiva a mundoclasico.com que en diciembre próximo volverá a tocar en un concierto con el violinista Francisco Fullana. Los detalles serán dados a publicidad oportunamente.
A modo de obertura, este recital comenzó con las Seis danzas alemanas KV 571, estrenadas por Mozart en el carnaval de Viena de 1789, en un marcado contraste con la primera obra principal de la velada, el último concierto para piano de este compositor, predilecto de los dioses, cuya música, estrenada dos meses antes de su prematura muerte, parece levitar aquí, desafiando con éxito la ley de la gravedad.
Sentido mozartiano
Matthias Kirschnereit encara este Concierto para piano en si bemol mayor, K 595, de Mozart, con un enfoque enjundioso, agradablemente sólido, pero también con un aire etéreo, feliz, muy bien puntualizado (Allegro). No hace falta aumentar el volumen de la música en el Larghetto. Los sonidos de Mozart suenan claros y suaves; éstos, al igual que sus melodías, tienen siempre un efecto tranquilizador en el oyente; a veces también alegre, edificante, juguetón y estimulante, hasta el Allegro final.
La dirección (y primer violín) de Isabelle van
Cada nota de Matthias Kirschnereit es acompañada y apoyada por el colectivo en una maravillosa y armoniosa sonoridad. Van Keulen, sentada junto al pianista y en estrecho contacto con la orquesta escucha atentamente sus tonos y melodías, así como la interacción. Hay una relación de estrecha confianza entre ellos.
Bises
Las efusivas ovaciones y las exclamaciones de aprobación fueron incontenibles y apenas pudieron ser aplacadas con el Nocturno en do sostenido menor op póstumo, de Frédéric Chopin, y ''Mouvement', del Cuaderno nº 1 de Claude Debussy. De haber dependido del público, Kirschnereit podía haber seguido tocando más bises, al menos cuatro más, pero el programa contemplaba un intervalo antes de que la orquesta se abocara de lleno a la Segunda Sinfonía de Ludwig van Beethoven.
La Segunda
La esencia misma de una interpretación, especialmente de una obra cardinal como una sinfonía de Beethoven, por no decir una demasiado conocida, es renovar el interés, dar una sensación de tal espontaneidad que se escuche como si fuera la primera vez. Varios factores contribuyen a ello.
En primer lugar, la interpretación instrumental, y aquí la Deutsche Kammerakademie Neuss am Rhein, con su experiencia, tiene mucho que decir: una frescura tonal sin igual, una precisión extrema en el ataque y, sobre todo, una homogeneidad que deja atónito a más de un oído habituado a las obras del genio de Bonn. La espacialización de los instrumentos permite un equilibrio perfecto y hace que el contrapunto concebido por Beethoven tenga todo su alcance. En esta sala de la Zeughaus de Neuss se respira intimidad. La orquesta pule además todo lo que podría sonar brillante.
Por supuesto, el toque de la directora y primera violinista es la piedra angular. Puede decirse que la dirección de Isabelle van Keulen atempera la colosalidad de muchas páginas beethovenianas con auténtica claridad. Revela, a través de tempos más rápidos, hasta qué punto el ímpetu está en el corazón de esta obra, impregnadas de un pensamiento revolucionario.
Un crítico vienés de la época veía en la Segunda Sinfonía de Ludwig van Beethoven una obra colosal, de una profundidad, potencia y erudición artística como muy pocas, que dejaba claro al público ya antes de la Sinfonía nº 3 (Heroica) que había que estar preparado para algo que vendría en el futuro de este compositor universal originario de Renania. Esto sigue siendo cierto hasta hoy en día, aunque hayan transcurrido exactamente 230 años desde el estreno. Las obras del genio no envejecen ...
Los ritmos son marcados, casi atornillados en algunos puntos, pero la textura es siempre transparente. La energía, a menudo desbordante, sostiene una visión nada académica, alejada del patetismo. Así que la generosidad del sonido es a menudo difícil de resistir. No es que la suavidad, que obtiene sobre todo de las secciones de viento madera, quede relegada a un segundo plano. Permanece asombrosamente constante.
Hay que decir que con estos muy buenos instrumentistas no hace falta subrayar la absoluta finura del acabado sonoro. Si una palabra tuviera que resumir el estilo de Isabelle van Keulen, sería dramaturgia en la sucesión de secuencias, donde la amplitud exige necesariamente el relax, que ella proporciona como una genuina directora escénica. Otro estallido de bien merecidas ovaciones clausuró este maravilloso concierto de fin de temporada de la Deutsche Kammerakademie Neuss am Rhein.
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