España - Castilla y León

Kilotones de fe

Samuel González Casado
viernes, 30 de junio de 2023
Roberto González-Monjas © 2021 by Marco Borggreve Roberto González-Monjas © 2021 by Marco Borggreve
Valladolid, viernes, 23 de junio de 2023. Centro Cultural Miguel Delibes. Sala Sinfónica Jesús López Cobos. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Kirill Gerstein (piano). Roberto González-Monjas (director). Beethoven: Concierto para piano n.º 1 en do mayor, op. 15. Mahler: Sinfonía n.º 1 en re mayor, Titán. Ocupación: 98 %.
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Buena asociación la de Roberto González-Monjas y la OSCyL, que se tomaron muy en serio el programa 19 y lograron el concierto con el que claramente más disfrutó el público, sobre todo gracias a una gigantesca interpretación de la Sinfonía n.º 1 de Gustav Mahler, una obra no muy original para clausurar la temporada (ya se ha utilizado en este recinto) pero innegablemente efectiva.

El protagonismo se cedió en la primera parte al pianista ruso-estadounidense Kirill Gerstein, que aceptó el reto encantado dado el estilo con el que interpretó el Concierto para piano n.º 1 de Beethoven. El solista lo consideró plenamente romántico y, así, se explayó en el rubato, al que añadió todo tipo de efectos que, dada la obra, no me convencieron. La línea musical de la mano derecha, nunca de gran amplitud, se veía a veces interrumpida por la izquierda, y muchos de los rasgos que el pianista incluyó parecían asuntos aislados, una especie de manera de llamar la atención sobre ciertos pasajes que no tenía correspondencia más adelante.

Aparte de lo anterior, el sonido a veces sonó poco pleno, con algunas notas casi mudas aquí y allá, y digamos que en general el discurso no fluyó, aunque de vez en cuando hubiera algunas frases que funcionaban muy bien a la vez que añadían ese toque de originalidad que, visto de manera general, también es de agradecer. El tercer movimiento transcurrió más satisfactoriamente que los dos primeros, sobre todo porque Gerstein tuvo menos oportunidades de retardar, acelerar o pausar, y sin embargo conservó un toque lúdico y contrastante que al Rondó le iba muy bien. El acompañamiento de González-Monjas fue impecable, y el director vallisoletano entresacó además abundantes oportunidades en las que lucir muy expresivamente a la orquesta. El vals de Chopin que ofreció Gerstein como propina se movió por parecidos derroteros: técnica muy lucida, juego lúdico de contrastes y poca exquisitez sonora.

La interpretación de la Sinfonía n.º 1 de Gustav Mahler fue de menos a más, y alcanzó su cénit en la exposición del cuarto movimiento, tan inteligente (el tempo del comienzo no fue demasiado rápido, lo que favoreció la claridad de la cuerda respecto a la acústica de una sala algo reverberante) como trabajada (maravillosa la inmensidad de matices del tema lírico). En el primer movimiento se había creado un ambiente de misterio en donde la cuerda rindió a buen nivel y no tanto las maderas, con mucha presencia pero en general bastante planas en toda la obra. La conclusión de este Langsam, schleppend, atronadora, presagió el advenimiento del fin de los tiempos que le esperaba al público 40 minutos después.

Mientras, hubo ocasión para un estupendo Kräftig, de rusticidad controlada y muy intencionado rítmicamente, aunque a la orquesta le faltó un peldaño para estar a la altura de las demandas del director; y un medidísimo Frère Jacques et al., impecable conceptualmente en todas las decisiones. En la conclusión de la obra sorprendió la capacidad de González-Monjas para conseguir subir peldaños de intensidad cuando parecía ya imposible. El efecto de ello es que, por mucho que se haya escuchado esta Primera, es bastante difícil no dejarse arrastrar por esos kilotones de fe tan empáticamente transmitidos y que sacan a público y orquesta de cualquier rutina. La respuesta final del respetable, cercana a la histeria colectiva, atestigua lo excepcional de una ocasión que probablemente se tomó desde el principio como lo que era: un esperado y festivo final de temporada.

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