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Un Nessun dorma pasoliniano
Joseba Lopezortega
La vasta producción de Pier Paolo Pasolini traza un amplio arco que abarca desde la poesía y la calma hasta la crueldad y la devastación. Como poeta, dramaturgo, cineasta, novelista, ensayista. Siempre agudo y siempre expuesto, a la intemperie; siempre audaz y dotado de una lucidez incómoda y radical. La mirada de y su discurso son morales y desnudos, sin artificios, construyendo un espejo que todavía atrae, décadas después de su asesinato, no pocos reflejos de odios y repulsas.
“Réprobos” (palabra que vale por sí sola un libreto), se escucha en esta Orgia, coetánea del crudo largometraje Porcile y de Teorema, un triángulo creativo alrededor del fuerte impacto de la sexualidad en el vacuo y artificioso seno de la familia burguesa. Más explícitamente, al modo en que el sexo, radicalmente irracional e incontrolable, causa perplejidad y terror al destruir los equilibrios tácitos (la tradición) de la unidad familiar como crisol de la sociedad y establece sus propios mecanismos de poder y sumisión, su flujo o, si se prefiere en términos cercamos al Pasolini comunista, su tejido de crudas transacciones.
Buscan el sosiego proporcionado por una ley de gravedad moral, pero el hombre y la mujer que protagonizan Orgia están irremediablemente en el vacío, habitan un lugar en que las manzanas no llegan a caer al suelo. Un lugar sin certezas, en el que incluso la vida y la muerte se entremezclan y dejan de ser irreconciliables en un estrecho abrazo. Viven atónitos, boquean como peces en un cubo. Indefensos incluso en su sadismo, despiertan un fuerte sentimiento de piedad.
Todo este material tan pasoliniano, reformulado por como libreto, posibilita una ópera de excepcional interés. ha escrito una partitura brillante, una piel musical inseparable de los textos y plenamente a su altura, que expresa los diversos trances emocionales de las voces protagonistas, pero erigiéndose como una cuarta voz, dueña de su propio discurso musical. Un ejercicio magnífico, en suma, que contó con el privilegio de una formación muy reducida de instrumentistas del Ensemble , seguros e intensos hasta el pasmo, y una impecable dirección musical de Pierre , atento y amable y dotando a toda la representación de equilibrada consistencia y fluidez. Qué gran foso.
En cuanto a las voces, la interpretación de Leigh y Ausrine como pareja protagonista fue fantástica, transmitiendo la gran contradicción entre la vulnerabilidad y la ferocidad en la que oscilan sus papeles. Melrose fue un gran actor y también un barítono de interés, con voz de calidad y emisión franca, mientras que Stundyte, musa de Bieito, fue una actriz de plena entrega y una voz notable, pero quizá no a su altura en otros títulos anteriores.
En cuanto a , su papel fue pequeño pero decisivo, y lo sirvió con una gran calidad en todos los planos. Supo aportar un canto bello y también supo encarnar un personaje sobre el que pesa buena parte de la mirada de un poeta, Pasolini, empeñado en hundir sus manos en la intimidad de las contradicciones.
Por lo demás, el trabajo realizado por Bieito con Orgia es muy, muy interesante. Están en su creación muchos de sus rasgos habituales, y maneja con un gran respeto el material que él mismo ha elaborado. Pasolini fue un coloso. Entre los muebles de un hogar acomodado y habitado por seres tan condenados, grotescos e impotentes como las almas del infierno de El Bosco, y tan enredados en su misma sinrazón, deambula un Pasolini cuya vigencia es deslumbrante 55 años después de haber escrito la pieza teatral.
Orgia es verdaderamente un Nessun dorma radiante sobre un escenario espejo de la ciudad, de cualquier ciudad, un alarido firme y convincente.
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