Estudios literarios

Requiem para una viuda celosa

Agustín Blanco Bazán
viernes, 4 de agosto de 2023
Borges y Bioy en La Biela © 2023 by Agustín Blanco Bazán Borges y Bioy en La Biela © 2023 by Agustín Blanco Bazán
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El desorden dejado por María Kodama, la viuda de Jorge Luis Borges fallecida el pasado marzo, no acaba de asombrar a muchos en el mundo literario argentino. No sólo obvió testamento o instrucciones claras sobre un legado que, como heredera universal, manipuló en contra de amigos y colaboradores de su marido, sino que hasta logró sorprender a todos post mortem, cuando los hijos de su hermano se presentaron en condición de herederos. Porque la viuda insistía en que era hija única y con similar obsesión de exclusividad y monopolio estigmatizó cuentos y antologías trabajados por Borges en colaboración con otros escritores. Entrevistas y aún dedicatorias de poemas que fueron suprimidas en ediciones posteriores a su muerte. También hubo batallas judiciales que Kodama libró con autores, periodistas, editores, y hasta con quien por décadas había sido la empleada doméstica del escritor.

Pero contra Adolfo Bioy Casares Kodama fue aún mas lejos: no sólo trató de destruir una amistad para ella inaccesible, sino que se explayó pública y repetitivamente contra Bioy, dificultando así la evaluación de una colaboración literaria de extraordinario valor. Sólo en 2022 fueron publicadas las obras conjuntas de Borges y Bioy en un volumen editado por la Editorial sudamericana bajo el título de Alias

Fotografía de A. Bioy Casares. © 2023 by Archivo Blanco Bazán.Fotografía de A. Bioy Casares. © 2023 by Archivo Blanco Bazán.

Mi interés sobre el tema es en parte personal. Con Borges conversé ocasionalmente cuando era director de la Biblioteca Nacional en Buenos Aires y en algunas ocasiones sociales. Con Bioy tuve una amistad más profunda, también compartida con su esposa, Silvina Ocampo. Pero como se trató de una amistad más personal que literaria, mis datos sobre la enemistad de Kodama tienen poca relevancia en comparación con los aportados por periodistas, editores y discípulos que trabajaron profesionalmente con los dos escritores. 

Sea como sea, también soy lector, y por ello no puedo dejar de quejarme contra la trama sostenida por muchos años frente a la legendaria colaboración alabada por expertos como Donald Yates: “Es probable que en las letras hispánicas no haya otra colaboración literaria más notable y a la vez menos estudiada que la de los dos argentinos, Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares …” “Esta colaboración es algo así como la apoteosis de una amistad inquebrantable, renovada de manera constante y feliz según las circunstancias”, añade el editor Michel Lafon, citado por Fabiana Sabsay, una académica de la Universidad de París 8, autora de una tesis doctoral y varios artículos sobre el génesis y la importancia de la obra conjunta de los dos escritores.

Una amistad de fusión y una colaboración única.

En uno de estos artículos Sabsay caracteriza el trabajo conjunto de Bioy y Borges como “una metamorfosis, una mezcla, una fusión y finalmente una simbiosis” a través de la cual los dos autores parecieran generar “una nueva identidad […], un nuevo autor de estilo propio.” Sabsay ha analizado con detenimiento las circunstancias creativas del recurso a un tercer escritor que según las circunstancias Bioy y Borges se divertían bautizando con nombres diferentes, entre los cuales el de Honorio Bustos Domecq sobrevive como el más célebre.

En su ensayo autobiográfico publicado en The New Yorker en 1970 y traducido al castellano como su Autobiografía, Borges comenta que al final Bustos Domecq 

nos dominó con mano de fierro, y para nuestra diversión al principio y luego para nuestra consternación, terminó siendo alguien totalmente diferente a nosotros con sus caprichos, retruécanos, y su elaboradísimo estilo de escritura.”

Emir Rodriguez Monegal corta por lo sano al llamar simplemente “Biorges” la metamorfosis aludida por Sabsay. Porque este juego de invenciones de escritores ficticios reflejaba la fusión de creatividad aludida por Sabsay. El mismo Borges ha aludido a ella en su Autobiografía: 

“Uno de los principales acontecimientos de esos años (y de mi vida) fue mi amistad con Adolfo Bioy Casares. Nos conocimos en 1930 o 1931, cuando él tenía diecisiete años y yo poco más de treinta. En esos casos siempre se supone que el hombre mayor es el maestro y el menor el discípulo. Esto puede haber sido cierto al principio, pero años más tarde, cuando empezamos a trabajar juntos, Bioy era el verdadero y secreto maestro […] Al contradecir mi gusto por lo patético, lo sentencioso y lo barroco, Bioy me hizo sentir que la discreción y el control son más convenientes. Si se me permite una afirmación tajante, diría que Bioy me fue llevando poco a poco hacia el clasicismo […] Me han preguntado muchas veces como se hace para escribir una colaboración. Creo que exige el abandono conjunto del yo, de la vanidad y quizás de la cortesía. Los colaboradores deben olvidarse de sí mismos y pensar sólo en función del trabajo. De hecho, cuando alguien quiere saber si tal o cual broma o epíteto salió de mi lado de la mesa o del lado de Bioy, sinceramente no lo sé.”

Bajo la supervisión de Kodama, la despedida de los dos amigos sólo pudo restringirse a una escueta llamada telefónica registrada por Bioy en su diario del 12 de mayo de 1986:

“Hoy hablé con Borges, que está en Ginebra. A eso de las nueve, cuando íbamos a tomar el desayuno, llamó el teléfono. Silvina atendió. Pronto comprendí que hablaba con María Kodama. Silvina le preguntó cuándo volvían; María no contestó a esa pregunta. Silvina habló también con Borges y volvió a preguntar: ‘¿Cuándo vuelven?’ Me dio el teléfono y hablé con María. Le comuniqué noticias de poca importancia sobre derechos de autor (una cortesía, para no hablar de temas patéticos). Me dijo que Borges no estaba muy bien, que oía mal y que le hablara en voz alta. Apareció la voz de Borges y le pregunté cómo estaba. `Regular, nomás´, respondió. `Estoy deseando verte´, le dije. Con una voz extraña, me contestó: `No voy a volver nunca más´ La comunicación se cortó. Silvina me dijo: ‘Estaba llorando’. Creo que sí. Creo que llamó para despedirse”.

Portada del libro 'Borges' (2006) de A. Bioy Casares en la colección 'Imago Mundi' de la editorial Destino. © 2006 by Editorial Destino.Portada del libro 'Borges' (2006) de A. Bioy Casares en la colección 'Imago Mundi' de la editorial Destino. © 2006 by Editorial Destino.

Esta cita escrita un mes antes de la muerte de Borges figura en los diarios de Bioy escritos entre 1947 y 1986 editados por Daniel Martino, a quién el escritor designó como su editor y albacea literario. A una primera impresión de 1663 páginas salida en 2006, siguió otra más concisa (691 páginas) y con glosario en 2010. Martino prepara una nueva edición y el interés por la obra ha justificado una traducción al inglés a la espera de publicación. No es para menos, porque se trata de un registro fascinante de los diálogos entre dos amigos cuya conmovedora despedida telefónica es un momento fugaz en comparación con la luminosidad del sentido del humor que caracterizaba la complicidad de ambos.

Silvina aludía frecuentemente a las risas que se oían desde la habitación donde Borges y Bioy se encerraban para colaborar y divertirse el uno con el otro. Dudo que alguien los haya visto reírse a carcajadas en público porque en estos intercambios no cabían terceros.

“¡Que malos eran!” han exclamado algunos incapaces de entender a estos dos escritores inseparables, no solo en su afinidad hacia un universo de libros en ediciones e idioma diversos sino también como dos cínicos geniales por su honestidad tan incómoda como implacable. Porque Borges y Bioy veían cualquier banalidad, aún la más inofensiva, con irreductible sorna y espíritu crítico.

Y como nada ni nadie escapaba al escrutinio de Bioy, era inevitable que también Kodama fuera aludida en sus Diarios:

"María es una mujer de idiosincrasia extraña; acusaba a Borges por cualquier motivo; lo castigaba con silencios (recuérdese que Borges estaba ciego); lo celaba (se ponía furiosa ante la devoción de los admiradores); se impacientaba con sus lentitudes. Junto a ella vivía temiendo enojarla... Creo que con María podía sentirse muy solo".

Kodama contra Bioy

Comentarios sobre Kodama mucho más críticos que éste han venido circulando por décadas entre amigos y colaboradores de Borges. Pero frente a Bioy no quedó más remedio a la viuda que abandonar su empecinado y silencioso trabajo contra Biorges para pasar a la agresión personal. Lo hizo en una en una entrevista publicada por la revista Orsai en 2013: 

[Bioy] Es un traidor. Un amigo abre su alma con vos. Según tengo entendido, eso es lo que hace a una amistad. Y cuando tu amigo se va, no podés escribir todo lo que tu amigo dijo, sabiendo que vas a quemarlo con media humanidad, y sabiendo muy bien que querés que eso se publique después de que vos mueras, y de que él muera. Ya eso es sospechoso. Ahora bien, conociéndolo a Bioy, ¿él escribía lo que realmente Borges le decía, o ponía en boca de Borges lo que él no se animaba a decir de sus colegas? ¿Sabés cuál era el epíteto con que Borges se refería a Bioy? Cobarde. Ese era el concepto que Borges tenía de Bioy. Y solo un cobarde hace lo que él hizo”. 

Kodama insistió en su reproche durante una entrevista televisiva en el 2019, reproducida parcialmente en La Nación de Buenos Aires también y en otros medios, por ejemplo, El País de España y El Mercurio de Chile. En estas oportunidades incurrió en el lapso freudiano de transferir sus propios celos al aludir a los que ella creía ver en Bioy Casares. 

Otras víctimas 

Es importante señalar que la tirria de Kodama contra Bioy se extendió a muchos otros allegados a Borges. Diez años después de la muerte de éste, una estrecha colaboradora suya, la escritora María Esther Vázquez, publicó Borges, esplendor y derrota, una biografía premiada que incluye alusiones concretas e inevitablemente hostiles a Kodama. Según Vázquez, los encuentros cotidianos mantenidos por más de medio siglo entre Borges, Bioy y Silvina terminaron cuando en 1984 Kodama “le exigió a Borges que no fuera más a lo de Bioy y Borges dejó de ir.”

La biografía alude también a una celosa manipulación post mortem: la dedicación del célebre Poema de los dones a la misma Vázquez que había figurado en todas las ediciones de El hacedor fue suprimida por orden de Kodama. Así lo confesó el editor a la agraviada, que también agregó reflexiones sobre las relaciones de Borges con las mujeres, compartiendo en este sentido la repetitiva apuesta a un escritor incurablemente inclinado al sometimiento y la victimización.

Aparte de descargar su animosidad personal con Bioy y otros confidentes de Borges, Kodama se empecinó en protagonizar varias contiendas legales, varias de ellas sin éxito. Contra el escritor Pablo Katchadjian, perdió una demanda por plagio después que este usara el cuento El Aleph para publicar una versión “engordada” que sumaba frases al Borges narrador. También perdió otro juicio contra el periodista y ensayista Osvaldo Ferrari en la cual querelló por los derechos de los diálogos que éste había mantenido con Borges entre 1984 y 1985 y que fueron publicados en tres libros. Pero logró sin embargo conseguir la prohibición de la publicación en francés de 120 cintas de diálogo entre Borges y Jean Pierre Bernès, editor de Borges en la Pléiade de Gallimard.

¿Es todavía imposible una edición crítica de la obra de Jorge Luis Borges?

Es importante señalar que aparte de las obras de Biorges la colaboración entre los dos escritores se extendió a las recopilaciones mencionadas por Borges en su Autobiografía, 

de cuentos fantásticos y de cuentos policiales; escribimos artículos y prólogos; anotamos a Sir Thomas Browne y a Gracián; tradujimos cuentos de escritores como Beerbohm, Kipling, Wells, y Lord Dunsany…”. 

También escribieron reseñas y estudios críticos indispensables para analizar un proceso histórico que Fabiana Sabsay define como la introducción de dos géneros literarios, el fantástico y el policial en el ámbito cultural del Rio de la Plata y que autores como Vargas Llosa han alabado como una novedad en la literatura latinoamericana.

Y no se trata solo de Bioy, sino también de colaboraciones de Borges con otros escritores. La escritora y periodista Beatriz Sarlo declaró una vez que mientras Kodama viviera sería imposible hacer un estudio serio de la obra borgiana; y por supuesto que la viuda se apresuró a demandarla, pero también en este caso volvió a perder. Sarlo tiene razón al menos en un sentido: hasta el día de hoy no existe una edición crítica en castellano de las obras de Borges, no sólo las escritas en colaboración con otros sino aún las suyas propias. Es así que Kodama se encargó de impedir que Jorge Luis Borges pueda hoy ser apreciado como ocurre con su contemporáneo Ítalo Calvino, o con Ernest Hemingway, Francis Scott Fitzgerald, Marcel Proust o Virginia Woolf.

“Warts et all!”

Tal vez un arma indispensable para terminar con esta censura son los diarios de Bioy, porque nos permiten conocer mejor a Borges, no sólo en relación a la colaboración entre ambos, sino en la erudición e incomparable visión crítica de la literatura de todos los tiempos y en todos lados que unía a los dos amigos. Quien se acerque a ellos se sentirá inmediatamente atraído por la infinitud de su contenido. Y, sin duda, su lectura incitará no solo admiración, sino también molestias y desacuerdos. Pero también estos dos personajes ya históricos merecen una apreciación contextual capaz de encuadrarlos en los tiempos que vivieron, los lugares que habitaron y la peculiaridad de situaciones que animaba sus chanzas y reflexiones. También ellos tienen derecho a una valoración desapasionada e inteligente.

“Warts et all!” “¡Pínteme con verrugas y todo!” pidió Oliver Cromwell a su retratista, y este “¡con verrugas y todo!” ha pasado a ser entre los usuarios de la lengua inglesa un antídoto esencial frente a la hipocresía y la falsedad. Contra ambas se refugiaban Borges y Bioy Casares, siempre empeñados en exponer el ridículo o el desatino de cualquier pretenciosidad para regocijarse con un sentido del humor implacable hasta para con ellos mismos. Porque, lo demuestran entrevistas, los diarios de Bioy y las dos autobiografías, pocas cosas divertían más a Bioy y Borges que criticarse a sí mismos. Lo hacían a fondo, tal vez como uno de esos juegos en que parecían apostar a ver quién de los dos llegaba más lejos.

Requiem

“Creo que la amistad es la pasión que salva a los argentinos.” Contra esta creencia de Borges luchó empecinadamente su viuda para alejar de él a su amigo mas entrañable. Pero tal es la pasión que los argentinos sienten por la amistad que uno de los mas emblemáticos cafés de Buenos Aires, La Biela, decidió recrear a Borges y Bioy sentados juntos en una mesa a la cual algunos se acercan para sacarse una foto con ellos.   

Adolfo Bioy Casares. © 2023 by Mariano Roca.Adolfo Bioy Casares. © 2023 by Mariano Roca.

Con Maria Kodama sólo intercambié algunas conversaciones durante una visita que hizo con su marido a Londres. La recuerdo como alguien de trato agradable y totalmente entregada a la única gran reliquia universal viviente que los argentinos podíamos exhibir en la segunda mitad del siglo XX. Curiosamente, fue Bioy quien mejor supo insinuar en sus diarios la importancia que Kodama tuvo en la vida de este ciego perdido en el mundo después de la muerte de su madre: un amor complejo y contradictorio; pero amor al fin, a los ojos de un Bioy que observaba sin prejuicios y describía con implacable ecuanimidad a todo el mundo, incluidos él mismo y sus allegados más cercanos. “Tal vez debería dejarla…Estoy siempre deseando estar con ella y, cuando estamos juntos, deseo que pase el tiempo y se vaya”, confió Borges a Bioy un día. Pero, ¿qué tal esta otra entrada?: “Reconoce que María es lo mejor, lo único que le ha pasado en la vida y que a su lado fue muy feliz.”

En algunas entrevistas Kodama trató de justificar sus trifulcas judiciales asumiendo el apelativo de “samurái” para definirse como empeñada en defender la pureza del legado de su marido. Y cuando le preguntaban quién se haría cargo de este legado cuando ella ya no estuviera, la heredera bromeaba sobre su intención de vivir doscientos años. ¡Qué diferencia con Borges, que insistía en aludir a su muerte todo el tiempo!  Es en este sentido que su soneto “ya somos el olvido que seremos” queda como un incomparable epitafio universal. Fue tal vez inspirado en poemas como este que, durante una entrevista con público grabada para la televisión inglesa, el escritor Frank Delaney tuvo la imprudencia de acercarse al oído de un Borges siempre reticente a cualquier sensiblería, para preguntarle, con voz algo melosa: “Borges, ¿a dónde va Borges después de la muerte?” “¡Espero que a ningún lado!”, le contestó, con risueña displicencia, el amigo y cómplice de Adolfo Bioy Casares. 

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