Discos

El mensaje altamente emocional siempre se contrapone al fondo técnico altamente exigente

Juan Carlos Tellechea
viernes, 4 de agosto de 2023
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My Rachmaninoff'. Alexander Krichel (piano). Prélude en do sostenido menor op 3,2 (de Morceaux de fantaisie op 3). Prélude en sol menor op 23,5. Prélude en sol sostenido menor op 32,4. Variaciones sobre un tema de Corelli op 42. Études-Tableaux op 39. Vocalise op 34 (transcripción Zoltán Kocsis). Grabado entre el 19 y el 21 de diciembre de 2022 en el bSharp Studio Berlín. Recording producer, mixing, mastering: Philipp Nedel, Martin Kistner – bSharp.
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Es un álbum por demás personalísimo el que ha grabado esta vez el aclamado y galardonado pianista Alexander Krichel (sello Berlin Classics) con motivo del 150º aniversario del nacimiento y 80º de la muerte del compositor Serguei Rachmaninov, con quien se siente honrado de mantener la conexión artística más emocional de su vida, según confiesa en el folleto que lo acompaña.

Krichel comienza el CD con el "Preludio en do sostenido menor" (de Morceaux de fantaisie op 3) del joven Rachmaninov, a la sazón de 19 años, porque todavía hoy se le pone la carne de gallina cuando evoca el momento en que lo escuchó por primera vez con 10 años en un concurso de piano para niños y jóvenes, interpretado entonces por un participante mayor que él.

Pieza enlazada

El pianista continúa con el Preludio en sol menor op 23 nº 5 y el Preludio en sol sostenido menor op 32 nº 12, estableciendo aquí esencialmente la cadencia para lo que sigue. Sobre la base de un andamiaje arquitectónico estable, pero flexible, introduce al oyente en su ajetreado recorrido hacia sorprendentes miradores con amplios horizontes, dejando a la música su bello misterio y elevándola a un nivel superior de abstracción.

Efusión del alma

El conjunto de los Préludes op 23, concebidos como un homenaje a Frédéric Chopin, y los Études-Tableaux op 39 son dos obras que testimonian paisajes del alma eslava, en interpretaciones en las que el virtuosismo no resta en absoluto profundidad al gesto.

Rachmaninov confió sus más bellas inspiraciones al piano, como instrumento solista, incluso más que en sus ilustres conciertos. El formidable virtuosismo de estas partituras no debe ocultar la búsqueda de expresividad. Tampoco los originales modos técnicos que despliegan deben ocultar una vena postromántica que sitúa al músico entre los grandes contribuyentes al repertorio pianístico de principios del siglo XX.

Sus breves composiciones no hay que verlas como meras piezas de efecto. Los intérpretes actuales lo han comprendido, ya que se esfuerzan por trascender un virtuosismo demasiado evidente. Tal es el arte de Alexander Krichel, cuya innegable garra e increíble facilidad digital dan paso a una búsqueda del color y la expresividad subyacente.

La interpretación del Preludio nº 5 (del op 23) es la mejor demostración de ello. Escrito en 1903, por fin un periodo feliz para el compositor, el conjunto de preludios destaca por su habilidad formal al servicio de una invención temática casi ilimitada, incluso hasta la fantasía. Hay efusión del alma, nostalgia consustancial, atmósferas crepusculares con sabia expresión pianística, lirismo discreto, heroísmo sobre un ritmo de marcha con una escansión muy particular, que se adorna con un interludio lírico central.

Una de las cumbres

Rachmaninov creó un género propio, los Études-Tableaux, una colección de 17 piezas en dos libros, op 33 y 39. Es considerado uno de los géneros de música más importantes del mundo, una de las cumbres de su creación artística para el instrumento, junto con los diversos libros de Préludes. Se trata de piezas breves que, a diferencia de las escritas por músicos como Claude Debussy, carecen de subtítulos. Rachmaninov nunca dio nombre a cada pieza, dejando al oyente libertad para formar su propia imaginación. En todo caso exigen del intérprete una técnica probada combinada con un sentido innato de la interpretación en términos de lirismo.

Los nueve Études-Tableaux op 39, escritos entre 1916 y 1917, están marcados por una difícil situación personal, la pérdida de seres queridos, y un contexto general más tenso, la Primera Guerra Mundial en la que estaba inmersa Rusia. Más desarrolladas que las obras anteriores, son más asertivas en términos de brillantez: un pianismo demostrativo teñido de un fuerte dramatismo, con indicaciones como "Agitato" o "Appassionato".

Caperucita metafórica

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La gama de sentimientos expresados es diferente. Así, el patetismo, con el Estudio nº 6, inspirado en el cuento de hadas Caperucita Roja, en forma de persecución, su apertura en el bajo, intercalada con cascadas de notas agudas, y su continuación con una escansión rigurosa que llega hasta el martilleo.

El nº 8, Allegro moderato, ofrece una seductora línea melódica, cuya sección central en staccato exige una gran agilidad. Este dinamismo cercano a la violencia, se encuentra en el Étude nº 3, extremadamente fluido y que utiliza toda la paleta del instrumento, o en el nº 4, que es fascinante en su repetición del mismo módulo.

Lo elegíaco está presente en el nº2, que utiliza el tema del Dies irae y evoluciona enteramente en un registro meditativo y en ppp. Dos piezas son homenajes a Aleksandr Scriabin. El 5º Étude, "Appassionato", sigue el estilo de los Études de Scriabin, pero también recuerda el estilo propio de Rachmaninov en los famosos conciertos para piano, con su romanticismo exagerado, sus vastas frases hiperbólicas y sus acordes ligeramente pomposos.

Fluir

El Étude nº 7, "lento lugubre", evoca el funeral de Scriabin: una sucesión de acordes iniciales de gran gravedad, seguidos de una digresión más tranquila en la que el tema llevado por la mano derecha es de una inmensa tristeza, prolongada por la mano izquierda en el registro grave del piano. El Étude final, un ''Tempo di marcia'', resuelto, triunfante y muy diferenciado en su fluir, es una especie de resumen del lenguaje de estas piezas tan originales en un movimiento pseudo perpetuo.

Ni que decir tiene que para dar vida a estas piezas se necesita un pianista de talla, como Alexander Krichel. Su forma de tocar es de gran madurez y maestría; sabe encontrar el tono adecuado en piezas de contenido exigente, para hacer aflorar un mundo imaginario y todas las emociones y sutilezas que destila el aristocrático y virtuoso compositor.

Con estos estudios Krichel estrecha su círculo en torno a Rachmaninov. Estas "pinturas" enfatizan la pincelada narrativa; son esculturas sonoras teñidas de color rojo sangre en las que, tal como una vez describiera Rachmaninov sus asociaciones a Ottorino Respighi en una carta:

el mensaje altamente emocional siempre se contrapone al fondo técnico altamente exigente

Sin alardes

En esta grabación, el solista ofrece una paleta sin precedentes, triunfando sobre los acordes complejos, el staccato y el contrapunto cromático utilizados por Rachmaninov, así como toda la gama de matices de un lirismo sin empalagos. Su virtuosismo no es un alarde de demostración, y su poética es la de un músico que sabe reflexionar sobre lo que toca.

Con las 20 Variaciones sobre un tema de Corelli op 42, Krichel salta del principio al final de la producción compositiva de Rachmaninov para piano solo. Lo que Krichel aprecia especialmente de esta obra es el singular flujo de energía que, en su caso personal, fue capaz de sostenerle durante los años de la pandemia. Lo que gusta de ella sobre todo es la plenitud verdaderamente barroca de la experiencia y la visión, la inmersión romántica en la plenitud de la vida misma con todos sus extremos, hasta la visión trascendente y desapegada en un mundo imaginado más allá de la realidad.

Anotada por Rachmaninov en 1931 como su última obra para piano solo en su exilio en Estados Unidos, las Variaciones sobre un tema que Arcangelo Corelli musicó para violín en su op 5 La Follia (que se remonta en realidad al francés Marin Marais), tienen rasgos melancólicos. El compositor crea un carácter austero y nudoso escribiendo solo acordes a dos voces o incluso notas sueltas donde antes habría acordes a cuatro voces. Numerosos autores antes que Rachmaninov ya habían trabajado sobre La Follia, entre ellos Ludwig van Beethoven.

Toque sutil

Pieza enlazada

En lugar de utilizar todo el teclado, Rachmaninov utiliza más el registro medio del piano. Los acordes ya no son tan fáciles de explicar tonalmente y las disonancias se utilizan con más frecuencia que en las obras anteriores. En la primera edición de las Variaciones Corelli, Rachmaninov afirmaba que tres variaciones podían omitirse fácilmente. Hoy en día, a nadie se le ocurriría seguir esta sugerencia. Los intérpretes encuentran la obra demasiado convincente y autocontenida para ello.

La Vocalise última del ciclo de 14 Romanzas para voz y piano op 34 nº 14 (1912) configura el ambiente trágico, como el que se experimenta, verbigracia, en el Tercer Concierto (1909) de Rachmaninov. Esta pieza está concebida como una larga melodía de toque sutil, melancólica y reflexiva, susurrada sin palabras. La transcripción para piano (Zoltán Kocsis) no es una romanza en el sentido de un poema de amor romántico, sino la expresión con gran refinamiento pianístico de un estado espiritual contemplativo.

La grabación de este maravilloso álbum de Alexander Krichel en el b-Sharp Studio Berlin (ingenieros de sonido Philipp Nedel y Martin Kistner) ofrece un sonido cálido y bien desarrollado en un ambiente moderadamente aireado. Capta perfectamente la belleza plástica del piano Steinway D de 1907 en una amplia perspectiva, liberando todos sus armónicos.

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