España - Madrid

Por la noche baila España

Germán García Tomás
viernes, 25 de agosto de 2023
El sombrero de tres picos © 2023 by Ballet Nacional de España El sombrero de tres picos © 2023 by Ballet Nacional de España
Madrid, sábado, 5 de agosto de 2023. Veranos de la Villa. Patio Central del Conde Duque. Ballet Nacional de España. Dirección artística: Rubén Olmo. Estampas flamencas, Hijo del alba y El sombrero de tres picos.
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No resulta muy habitual asistir a una representación de El sombrero de tres picos de Manuel de Falla en su célebre versión definitiva como ballet del año 1919. Es más común presenciar un concierto donde se interprete cualquiera de las dos suites que elaboró a posteriori el compositor gaditano para, al margen de la escena, poder difundir entre el público los números más populares que compuso para el ballet inspirado en la novela homónima de Pedro Antonio de Alarcón, que como obra teatral había sido adaptada por Gregorio Martínez Sierra y su esposa María Lejárraga

Mucho más atípico es si cabe escuchar en directo la música original para la pantomima teatral en dos partes basada en el texto del matrimonio que Falla estrenó en 1917, El corregidor y la molinera, composición que conocemos mayormente gracias a algunas grabaciones discográficas, y que nos descubre el trabajo de rediseño en temas melódicos, ritmo e instrumentación que tuvo la ulterior partitura para el ballet estrenado en el Alhambra Theatre de Londres por los Ballets Rusos de Sergei Diaghilev, el principal impulsor y parte activa de esa metamorfosis músico-escénica por medio del lenguaje del baile.

Pieza enlazada

Ya en diciembre pasado el Ballet Nacional de España de Rubén Olmo nos había ofrecido en el Teatro de la Zarzuela el sobresaliente montaje El Loco, un guion de Paco López estrenado en 2004 que nos contaba la atormentada vida del bailaor sevillano Félix Fernández García, a quien no se le dio la oportunidad de ponerse en la piel del anhelado personaje del Molinero en la première londinense y que le fue arrebatado por el afamado Léonide Massine, lo que provocó al español una enfermedad mental que le llevaría a pasar sus últimos días en un sanatorio de la capital británica. 

Ahora, el Ballet Nacional ha traído a la programación de los Veranos de la Villa su lectura clásica del ballet de Falla en la versión ya histórica de quien fue director del BNE, Antonio Ruiz Soler, figura incontestable del ballet español, que vio su estreno absoluto el 24 de junio de 1958 en el Festival Internacional de Música y Danza de Granada, y que posteriormente pudo recuperarse el 13 de mayo de 1981 en el Teatro Lope de Vega de Sevilla.*

Los espectadores que han llenado el Patio Central del Conde Duque han podido deleitarse con el embrujo y la genialidad de esta propuesta coreográfica debida al maestro Ruiz Soler, paradigma donde los haya de belleza individual y colectiva, de refinamiento en el detalle y de equilibrio a la hora de recrear la simbiosis entre el baile clásico y el flamenco ideada en esencia por Diaghilev, Massine y Falla, una coreografía de movimiento poético, satírico y bravío que además posee el atractivo de contar con los decorados y figurines originales de Pablo Picasso. Para los primeros, paneles dibujados de diseño austero pero efectivo que ayudan a las entradas y salidas y a la agilidad del movimiento escénico, y para los segundos, vestidos sencillos o más abigarrados de multicolor realismo dieciochesco y nobleza rural, ingredientes ideales que engrandecen el clima de cuento y ensueño que en parte tiene esta pequeña historia andaluza entre tres personajes más el pueblo trabajador.

Los bailarines del Ballet Nacional se adecuaron con esmero a las exigencias narrativas así como a la exhibición folclórica, como esa nuclear Farruca de gran espectacularidad en una escena de conjunto, que la Jota final eclipsa con su torbellino de incansable movimiento. Los tres en concreto que dieron vida a los personajes principales recrearon con sumo realismo y virtuosismo escénico la caracterización requerida por la convención, la delicada y resolutiva Molinera, el varonil y aguerrido Molinero y el histriónico y ridículo Corregidor.

Ya nos había regalado un pequeñísimo prólogo coreográfico a la obra del músico gaditano el director de este Ballet, Rubén Olmo, que caracterizado en lo que podríamos considerar como otra cara del Corregidor –casi idéntica caracterización a la que le pudimos ver en El Loco- bailó en solitario con sibilinos y sinuosos movimientos un estreno absoluto en esta edición de los Veranos de la Villa: Hijo del alba, una pantomima de inspiración libre firmada por él mismo, por Diana Noriega y Miguel Corbacho, que utilizaba la sinfonía inicial del Divertimento o suite para el ballet alegórico Le baiser de la fée (El beso del hada) de Ígor Stravinski, composición estrenada en París en 1928 que sigue la tradición balletística rusa y deliberadamente chaikovskiana, que está basada en un cuento de hadas de Hans Christian Andersen.*

Aquí el maestro Manuel Coves –director de presencia muy habitual en montajes de danza- delineó con precisión al frente de la Orquesta de la Comunidad de Madrid los curvilíneos contornos y filigranas, especialmente encomendadas a las maderas, del citado fragmento del compositor ruso. Posteriormente en El sombrero de tres picos Coves brindó una lectura llena de agilidad y ligereza a la vez que de efecto y fiereza en el ataque, con una amplitud sonora en las dinámicas forte a la que ayudó la ampliación de la acústica generada por los micrófonos instalados, y con la participación solista de Sandra Carrasco, cantaora que encontramos un tanto retraída en sus dos episódicas y aflamencadas intervenciones.

Y es que, a colación de ese otro estilo musical omnipresente en esta cita balletística, el flamenco, antes del ballet de Manuel de Falla se nos presentó una galería de cuadros flamencos en lo que es sin lugar a dudas la otra gran baza estilística del Ballet Nacional como ha demostrado en las últimas décadas en multitud de espectáculos dedicados a este arte musical. Como su propio nombre indica, Estampas flamencas es una propuesta de Rubén Olmo y Miguel Ángel Corbacho que vio por vez primera en 2021 el Maestranza hispalense y que acrisola lo más granado del arte flamenco en una realización que parte del intimismo y suspense generado por una inquietante nota pedal sobre la que en un canon despliegan sus frases y quejíos los dos cantaores masculinos hasta la gran espectacularidad e integración músico teatral de todos los palos de este Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.*

Con el equipo de cantaores e instrumentistas (guitarristas y percusionistas) arriba indicados, colaboradores en su mayoría habituales, el Ballet Nacional de España saca al escenario a los bailarines, ya sea a solo, en pareja o al cuerpo de baile, más versados en el zapateado o las sevillanas, con un Zorongo donde despunta la recordada melodía y texto de Federico García Lorca. De entre todos los integrantes que insuflan alma y tronío a esta primera parte del espectáculo, destaca brillando con luz propia el bailarín Eduardo Martínez en la primera estampa, quien dio vida a El Loco en La Zarzuela, y con la exhibición del cuadro femenino que lo cierra se redondea una función de muchos quilates en una vibrante y apoteósica comunión de toque, cante y baile que transpira raza de altura.

Addenda no coreográfica

Como nota anecdótica, deseamos desde aquí denunciar un comportamiento inadecuado por parte del público. Al habitual caramelito que se saca para combatir esa tosecilla o carraspera molestas cuya envoltura de papel genera un ruido insufrible, se une ahora la bolsa de snacks en los conciertos o espectáculos al aire libre como estos que ofrece Veranos de la Villa en el Conde Duque. El hecho de no encontrarse en un lugar cerrado no da ningún derecho a aquellos que vienen a presenciarlos a comer absolutamente nada excepto beber líquido –preferentemente agua, pues nos hallamos en un tórrido verano capitalino- en una actuación en directo como la que aquí reseñamos, pues quizá ciertas personas no son conscientes o no quieren reparar en el hecho de que no nos hallamos en las ferias populares o en el cine de verano de los pueblos, donde la gente se harta a comer patatas fritas y pipas, con el consabido despliegue de cáscaras que sufre la calle o plaza que alberga la proyección.

Como decimos, en este caso estamos ante un espectáculo con música en directo, y la misma organización de este festival municipal debería prohibir que el público accediese al concierto o representación escénica con bolsas de aperitivos, aunque intuimos que no le interesa lo más mínimo ya que en la parte interior del propio recinto se pueden encontrar máquinas expendedoras que ofrecen productos para comer. 

El que esto escribe tuvo que sufrir cómo durante varios minutos que se le hicieron eternos en la fila de detrás un matrimonio se pasaba una bolsa de uno a otro con los ruidos asociados al envoltorio hasta que ambos cónyuges dieron buena cuenta de su contenido mientras sonaban las notas de El sombrero de tres picos, más o menos desde la parte titulada “Las uvas”. Al parecer, a los buenos señores se les hizo la boca agua cuando vieron cómo la Molinera mostraba el racimo de uvas tentando al Corregidor en ese delicioso fragmento de corte popular que corona la primera escena del ballet. 

Como es acostumbrado en él, el cronista de estas líneas es persona cortés y no manifestó en voz alta su queja, no queriendo organizar una discusión por respeto y deferencia a los demás espectadores y a los artistas y ejecutantes de esta inolvidable velada –cosa que la aludida pareja no poseía lo más mínimo-, pero estuvo muy tentado de llevarlo a cabo, a pesar de sus consecuencias.

Notas

1. El sombrero de tres picos. Ballet en dos cuadros. Libreto de Gregorio Martínez Sierra y María Lejárraga, basado en la novela del mismo título de Pedro Antonio de Alarcón. Música: Manuel de Falla. Dirección musical: Manuel Coves. Sandra Carrasco (cantaora). Orquesta de la Comunidad de Madrid. Coreografía: Antonio Ruiz Soler. Escenografía y figurines: Pablo Picasso. Adaptación de escenografía: Jesús Acevedo. Realización de escenografía: Sfumato y Mambo. Diseño de iluminación: Ginés Caballero (AAI). Proyecciones: Emilio Valenzuela. Ballet Nacional de España. Asistente de dirección: Miguel Ángel Corbacho. Bailarines principales invitados: Esther Jurado, Francisco Velasco. Primeros bailarines: Aloña Alonso, Inmaculada Salomón, José Manuel Benítez, Antonio Correderas, Sergio García, Eduardo Martínez. Solistas: Estela Alonso, Débora Martínez, Miriam Mendoza, Irene Tena, Cristian García, Albert Hernández, Matías López, Carlos Sánchez.

2. Hijo del alba. Estreno absoluto. Coreografía: Diana Noriega, Miguel Corbacho y Rubén Olmo. Dirección musical: Manuel Coves. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Música: Sinfonía del Divertimento de El beso del hada de Ígor Stravinski. Diseño y realización de vestuario: Irene del Arco Rey.

3. Estampas flamencas. Coreografía: Rubén Olmo y Miguel Ángel Corbacho. Saray Muñoz, Gabriel de la Tomasa y Juan José Amador “El Perre” (cantaores), Enrique Bermúdez, Jonathan Bermúdez, Diego Losada y Víctor Márquez (guitarristas), Iván Fernández y Roberto Vozmediano (percusión), José Luis Franco (piano). Escenografía y audiovisuales: José Maldonado. Iluminación: Felipe Ramos. Músicas: Martinete: Popular, Zorongo: Enrique Bermúdez, Taranto: Diego Losada, Caracoles: Víctor Márquez. Textos: Federico García Lorca, Gabriel de la Tomasa, Juan José Amador, Quiroga y letras populares.

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