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Madrid pavonea de zarzuela

Germán García Tomás
jueves, 31 de agosto de 2023
Por la calle de la Zarzuela © 2023 by Teatro Pavón Por la calle de la Zarzuela © 2023 by Teatro Pavón
Madrid, martes, 15 de agosto de 2023. Teatro Pavón. Por la calle de la Zarzuela. Un homenaje castizo al género chico madrileño. Dirección artística: Alberto Frías. Dirección musical: Carlos Díez. Reparto: con la colaboración especial de Milagros Martín (soprano), María Rodríguez (soprano) y José Julián Frontal (barítono); Guiomar Cantó, Rocío Faus, Eva Marco (sopranos) Andrés S. Joglar (tenor), Mónica Redondo (mezzosoprano), Eliza Lizama (tiple cómica), Ángel Trebiño, Víctor Trueba y Ángel Walter (tenores cómicos). Orquesta Sinfónica de Getafe y Coro Sing Us. Romanzas, dúos y coros de Francisco Alonso, Federico Chueca y Joaquín Valverde, Francisco Asenjo Barbieri, Tomás Bretón, Ruperto Chapí, Amadeo Vives, Pablo Luna, Federico Moreno Torroba, Pablo Sorozábal, Manuel Penella y Agustín Lara.
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Cualquier pretexto resulta oportuno para la puesta en escena de una antología de zarzuela, máxime cuando se trata de un formato que, lamentable y paradójicamente, está en completo desuso a día de hoy en los escenarios españoles. 

Entiéndase o léase el término antología como el espectáculo que José Tamayo estableció en los años 60 y 70 en nuestro país y fuera de sus fronteras, haciendo congregar a lo más granado de los intérpretes patrios para cantar nuestro teatro musical en sus diversas variantes (género chico, zarzuela grande o revista) e hilvanando cada página o número vocal de una forma dinámica y con sentido escénico y argumental. 

Ello requiere unos conocimientos amplísimos del género lírico español y un manejo enorme de sus códigos estilísticos, algo que el director de escena andaluz poseía como ninguno en plena época franquista, sabiendo administrar esas ideas con pericia, oficio teatral y brillante resultado escénico-musical, por más que hoy en día muchos tachen de casposo lo que él hacía, y por ende, lo que la zarzuela representa como género en España al definir nuestras costumbres y nuestra idiosincrasia en su visión más amplia.

Precisamente esa identidad costumbrista asociada a Madrid es a la que se quiso rendir homenaje con el espectáculo Por la calle de la Zarzuela, una antología con todas las letras con cantantes solistas, coro y orquesta pero sin escena ni decorado debida al director teatral Alberto Frías, y que, con motivo de la celebración de la fiesta de la Virgen de la Paloma en la capital, tuvo lugar el mismo día de la patrona de la Villa y Corte, 15 de agosto (Solemnidad de la Asunción en toda España), en un sencillo y recoleto coliseo de la Calle Embajadores, situada en el barrio del mismo nombre, el Teatro Pavón, muy cerca de la Plaza de Cascorro y el Rastro madrileño, zona castiza donde las haya. 

Como particular característica, el centenario recinto, que ha sido remodelado, adolece de una acusada pendiente escalonada que se encuentra en el entresuelo, algo que tuvo que “sufrir” el que escribe estas líneas al situarse su butaca de prensa en la antepenúltima fila, con lo que la visión del escenario quedaba bastante inclinada y a una altura considerable, un emplazamiento al que se llega por escalones de dudosa fiabilidad con los bordes al aire, con lo que el peligro, sobre todo de descenso, es máximo.

Además, para mayor sonrojo y sorpresa para este cronista, la incomodidad se extendió al plano técnico, pues el equipo de operarios de sonido, emplazados en esas estancias superiores, se estuvieron comunicando durante toda la representación las órdenes unos a otros en voz alta tanto presencialmente como de forma remota, lo que incordiaba bastante a la hora de seguir el espectáculo, y que, sentimos decirlo, denotó antes de dar comienzo al mismo una falta de coordinación y de organización pasmosas. 

Parece que el Pavón no estaba acostumbrado a este tipo de incursiones en el terreno del teatro musical. Y ello pese a que este coliseo acogió en su época gloriosa, la década de los 20 y 30, revistas líricas y el estreno en 1933 por la carismática Celia Gámez de Las de Villadiego del maestro Francisco Alonso, cuyo emblemático chotis “Tabaco y cerillas” abrió muy oportunamente esta antología en la voz de Milagros Martín, una de las madrinas y alma mater indiscutible de este espectáculo junto a la soprano María Rodríguez y el barítono José Julián Frontal

Sobre los tres artistas, cantantes de distintas generaciones pero reputados y ampliamente reconocidos en el campo de la lírica española, giró Por la calle de la Zarzuela, cuyo buen hacer y profesionalidad encumbró esta propuesta artística. Esa Colasa del Pavón que entona el famoso chotis estuvo personificada en la gran actriz-cantante Martín como hilo conductor de toda una apología del género chico y la zarzuela grande, con un breve texto hablado que parafraseaba y transpiraba la frescura y el madrileñismo de los grandes títulos del repertorio lírico.

Textualmente, a la vez que “homenaje castizo al género chico madrileño”, el espectáculo se presenta como un “homenaje al género chico, a la zarzuela (entendemos que grande) y a la revista madrileña”, pero esa clasificación no resulta del todo acertada, ya que género chico es propiamente zarzuela, aunque lo sea en un acto, pertenezca al terreno del teatro por horas y su presencia fuera preponderante frente a la ópera española y el género grande en los teatros en una época de nuestra historia, el lapso que va de la década de los 80 del siglo XIX hasta aproximadamente la primera década del XX. 

Y en esa contraposición entre género chico y revista lírica, tras Las de Villadiego, uno de los integrantes del reparto, la soprano Rocío Faus, apostilla a Martín que, además de castiza y tradicional, con sus chotis y pasodobles, la zarzuela también es chic, tras lo que canta con bastante desenvoltura y agilidad vocal en sus picados de corte belcantista el delicioso vals de la bujía de Luces y sombras de Chueca y Valverde. 

Es un guiño simpático a la inclusión de esa palabra en otras obras, además de la citada página que personifica a un elemento lumínico muy preciado en el Madrid de la época (“De las luces soy la que tiene más chic”), como por ejemplo la revista de actualidad La Gran Vía de los aludidos autores, en concreto el número de la gomosa y el sietemesino (“Somos la crem / somos l’elit, y lo más shut / y lo más chic”): aquí el término revista poseía un significado muy alejado de lo que posteriormente tendría, pero en este espectáculo no se entra en detalles clasificatorios.

Precisamente ese icónico título que rinde tributo a la arteria madrileña se ve representado en la "Jota de los ratas", donde los tenores Ángel Trebiño, Víctor Trueba y Ángel Walter regalaron una buena dosis de comicidad que anuló la presencia de los dos guardias, y una realización escénica que no supo aprovechar, no obstante, la de la famosa pieza, así como los dos Tangos elaborados por Chueca en sus distintas versiones de la zarzuela, el de la criada y el de la señora: el de la Menegilda, que lo defendió con óptima dicción la estupenda soprano Mónica Redondo, y el de Doña Virtudes, donde derrochó elocuencia Milagros Martín, demostrando que su voz es ya de una notable gravedad.

Reconocemos que resulta muy difícil seleccionar páginas de zarzuela para una antología madrileña como la que nos ocupa, y muchas que hubiésemos esperado no se incluyeron, pues como dice el dicho: “no están todas las que son pero son todas las que están”. Hubiera venido muy bien repartir un programa con las piezas que integraban la antología, pero no fue el caso. 

Por citar unos pocos ejemplos, no hubo números de zarzuelas chicas típicamente madrileñas que habría estado muy bien que se escucharan como El bateo –pese a anunciarse sorprendentemente en el folleto-, El amigo Melquíades o El pobre Valbuena, y grandes como La calesera, El último romántico o La chulapona, ni sonaron la "Polca de las calles" o el "Vals del Caballero de Gracia", por ejemplo, de La Gran Vía, pero sí se optó por rescatar dos fragmentos de otro título señero de Don Federico y Don Joaquín, El año pasado por agua -¿para cuándo en Madrid una representación completa de esta otra revista de acontecimientos de actualidad?-: otro vals, el de Neptuno, con un Víctor Trueba que parecía más el mencionado Caballero de Gracia de La Gran Vía que dios de los mares (y con sus graciosos comentarios hacia la afición rojiblanca que poblaba sus dominios) y el “dúo de los paraguas” con Ángel Trebiño y Eliza Lizama, que pese a la buena realización escénica con los paraguas no pudo distinguirse con claridad toda la letra de Ricardo de la Vega por el desequilibrio que en algunas ocasiones se producía entre voces y orquesta. Lo mismo le pasó a ese gran comediante que siempre es Ángel Walter, cuyas morcillas no se percibían mientras sonaba el estribillo orquestal de las Coplas de Don Hilarión de la imprescindible La verbena de la Paloma de Bretón, que cantó con chistosa locuacidad.

Excelentes fueron en general las prestaciones de los cantantes de mayor juventud, lo que la oportunidad dada a las nuevas generaciones se agradece, como la citada Mónica Redondo en las Carceleras de Las hijas de Zebedeo de Chapí y en el dúo-habanera junto a Frontal “Qué tiempos aquéllos” de La del manojo de rosas de Sorozábal, y que Martín, en un soliloquio hablado, recordó con nostalgia en primera persona haber cantado tanto el papel de Ascensión, -y qué bonito lo hacía por cierto hace años en La Zarzuela-, así como el interesante timbre y fraseo del tenor Andrés S. Joglar en la romanza de Javier de Luisa Fernanda (“De este apacible rincón de Madrid”) y al lado de la soprano Eva Marco en la Mazurca de las sombrillas de la misma obra, quien también entonó con soltura la Canción de Paloma de El barberillo de Lavapiés de Barbieri.

También brilla Guiomar Cantó en el dúo traducido al inglés para demostrar su carácter internacional “Yo te querré” de la revista 24 horas mintiendo del maestro Alonso que el Teatro de la Zarzuela exhumó en 2018, sin embargo la voz de lírica de la jovencísima soprano no termina de encajar en la canción del ruiseñor de Doña Francisquita de Vives, que sonó densa y casi como la de una mezzo con una impostación poco natural, pues la página requiere una voz más ágil y ligera en el registro superior, y Cantó cargó mucho las tintas, como si estuviera cantando una aria verdiana. 

Y hablando de ópera, lo que resultó un tanto desconcertante por más que sea un hit obligado en un recital de zarzuela, es que la misma Guiomar Cantó junto a Joglar brindaron el dúo de Soleá y Rafael de la ópera española El gato montés de Penella que concluye con el famoso tema del pasodoble taurino para cerrar la primera parte del espectáculo, lo que choca con la idea general de homenaje a la zarzuela madrileña, pues de repente saltábamos, y sin ninguna justificación, a la bendita Andalucía de El Macareno.

Volvemos a constatar que José Julián Frontal es un cantante que se entrega en cada interpretación, y desde aquí nos dirigimos a los teatros de ópera españoles, principalmente el Real y La Zarzuela, para que tengan en cuenta a este barítono, que tanto luchó hace años por reivindicar a los cantantes nacionales, y su excelente grabación de Curro el de Lora de Francisco Alonso con la RTVE atestigua la valía de un artista que la tarde-noche del 15 de agosto bordó romanzas como “Noche madrileña” de La zapaterita del mismo maestro granadino, el “Piropo madrileño” de María Manuela de Moreno Torroba, o los dúos encomendados, el citado del Manojo y el de Felipe y Mari Pepa de La revoltosa de Chapí junto a María Rodríguez. 

Barítono con un centro cálido y forte en el agudo, con capacidad para apianar el canto y mantener la nota en pianissimo, con lo que dota de sincera expresión a sus interpretaciones. La otra veterana, María Rodríguez, sigue avalando su tacha de gran artista pese a frecuentar muy poco los escenarios pero que con su cortijo madrileño El Rincón de la Rodríguez sigue reviviendo el canto lírico. Revistió de hechuras y canto de empaque la "Canción Española" de El niño judío de Luna y se amoldó a Frontal destilando lirismo como Mari Pepa.

La orquesta únicamente jugó el papel de acompañante de las voces, pues no se ofreció ni un sólo preludio o intermedio de zarzuela. Al carecer de foso en el teatro, el hecho de situarse músicos y director dentro del escenario y de espaldas a los cantantes siempre es un inconveniente, pero, pese a alguna preponderancia en los planos orquestales, Carlos Díez sacó buen partido a la Sinfónica de Getafe y al Coro Sing Us –marca productora del montaje-, y dirigió con estilo y adecuación al género, marcando el ritmo preciso a cada página. 

Nos sorprendió el buen empaste y excelente afinación de la treintena de integrantes del coro –baste como muestra la "Ensalada madrileña" de Don Manolito de Sorozábal-, que cantaron con la soltura y cadencia que demanda este género. En los bises se desató el entusiasmo por parte del público, que fue copartícipe del canto, ya que tanto el universal chotis de Agustín Lara, como el pasacalle de los nardos de Las Leandras, y por último las seguidillas de la Verbena, sembraron de euforia colectiva el Teatro Pavón, escenario de una galería de obras y profesionales del arte lírico que hicieron pasar de forma más que agradable el final de la fiesta grande de los Madriles, la dedicada a su castiza patrona, la Virgen de la Paloma.

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