Suiza
Una Pauline de pleno derecho
Alfredo López-Vivié Palencia
Parece que a Kirill Sinfonía nº 4
(Omsk, 1972) le gusta ir al archivo y desempolvar partituras raras. Ya en 2018
para estrenar su mandato como titular de la Filarmónica de Berlín interpretó la
de Variaciones
Mozart t, y
este curso 2023/2024 lo inaugura con las de Max . Suele decirse que esta obra es la más interpretada de
su autor, aunque tal vez sería más apropiado decir que es la menos olvidada
(catálogo organístico aparte). Nunca la había escuchado en concierto -y dudo
que vuelva a hacerlo-, aunque me ha gustado conocerla en directo.
Reconozco que la pieza,
estrenada en 1915, está muy bien hecha: Reger no fue un gran orquestador, pero
en esta partitura no hay borrones sonoros; el juego con el tema mozartiano
(comienzo de la Sonata KV 331) es de auténtica orfebrería a lo largo de las
ocho variaciones y la fuga; y lo más importante, resulta muy ilustrativo
comprobar cómo el autor va progresivamente aventurándose en terrenos armónicos
resbaladizos. También suele decirse que Reger habría llegado muy lejos en ese
campo de no haber fallecido tempranamente; sea como fuere, en esta obra dejó
claro que fue un intrépido explorador.
Petrenko y los Berliner
dieron una interpretación de lujo. En el preludio ya me pareció increíble el
fraseo del oboe (
Sobre Ein Heldenleben se ha escrito mucho: que si Richard
Bastó el arranque de la obra
para saber que la interpretación iba a ser de gran altura. Qué ímpetu de las
trompas y la cuerda grave para presentar el tema del héroe y qué “crescendo”
tan poderoso hasta la pausa que da paso a “los críticos”. Aquí Petrenko no dio
una visión especialmente satírica, sino que hizo jugar a las maderas más bien
en el terreno de la rumorología y el cuchicheo, en una versión muy ligera pero
de limpidez sonora impecable. Y después entró Pauline. La violinista letona
Vineta Sareika-Völkner es la flamante nueva primera concertino de la orquesta
desde el pasado mes de marzo; y Petrenko no ha desaprovechado la ocasión para
ponerla a prueba en una parte que cualquiera que aspire a ese puesto debe saber
tocar incluso del revés.
Sareika-Völkner superó el
examen con matrícula de honor. Por supuesto que las dificultades técnicas no
fueron un obstáculo; lo importante es que encarnó las diversas facetas del
personaje como nunca había escuchado hasta ahora: sonido grande, pausas
profundamente respiradas, energía a raudales para espantar a los enemigos, y un
afecto cargado de ternura para su ilustre “compañero” (qué belleza de fraseo en
la escena de amor). Todo el mundo dice que Frau Strauss era una mujer de armas
tomar, aunque nunca lo sabremos del todo porque la familia Strauss guarda a
buen recaudo la correspondencia entre Pauline y Richard. Pero estoy bien seguro
de que Sareika-Völkner supo escudriñar entre las líneas de la partitura hasta
donde Strauss quiso dejar ver.
La “batalla” no fue
especialmente cruenta (no era la intención de Strauss), y Petrenko dirigió con
precisión a su ejército en esta parte que sonoramente es algo vulgar pero que
técnicamente resulta dificilísima (mención de honor para los truenos del
veterano timbalero
Hasta que volvió Pauline para
acompañar al héroe en el último viaje. En mi opinión, ese dúo sereno entre el
violín y la trompa es de lo mejor que compuso Strauss en toda su vida (por
cierto, lamento no poder identificar al instrumentista, que no fue
Después de haber tocado el cielo con la mano, qué menos que aplaudir en pie y desgañitarse en gritos de “bravo!”
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