Austria
Un Falstaff sin panza ... y sin Verdi
Agustín Blanco Bazán
El regisseur Christoph y la escenógrafa Anna decidieron presentar en Salzburgo un Falstaff inspirado por la película de Campanas de medianoche que intentaron combinar con otra del mismo autor y regisseur, La otra cara del viento.
Y como si esto fuera poco, salpicaron esta ensalada con una tercera peli del mismo artista, la documental Me querrán cuando haya muerto.
Pero se olvidaron de Verdi, y les salió un verdadero desastre, de esos que inspiran algo raro en Salzburgo: silbatinas, gritos de desaprobación y broncas por no haber entendido nada, compitieron con algunos desafiantes aplausos de quienes pretendían haberlo entendido todo.
Fue algo tan violento como la tormenta que empapó
a los frustrados festivaleros a la salida de la función que comento.
Ahora bien, ¿Qué ocurrió en escena para provocar tanto jaleo? Tal vez la idea de recrear una filmación de Falstaff en un estudio cinematográfico no era mala. Lo malo fue el caos, tal vez demasiado realista, de idas y venidas de cantantes entre bastidores que a la izquierda mostraban una salita de cine para probar lo filmado, al centro un espacio con una mesa que pretendía insinuar la posada de la Jarretera, y a la derecha una casa con piscina.
La falta de coordinación entre las tres secciones ejemplificó una vez más la caída de un regisseur desprevenido en la trampa de ese escenario “cinemascope” y de ancho pantagruélico, concebido por Herbert von . Ya han advertido regisseurs como Harry o Barrie que quien acepte trabajar en esta Grosses Festspielhaus debe poner especial cuidado en adaptar sus ideas a una unidad dramática coherente. Ello para evitar que la narrativa naufrague en situaciones inconexas, como ocurrió en este caso.
Porque de poco sirvió en materia de unificación el galope de aquí
para allá de “Orson W” un director cinematográfico obeso que monopolizó el uso
de una panza que en esta obra es propiedad exclusiva del protagonista. Y en la
segmentación destructiva del concepto del regisseur colaboró una cantidad de
estatistas que junto a este Orson insistían en confrontar a los cantantes con
instrucciones ampulosamente gesticuladas y también en probar repetidamente los
decorados y utensilios de filmación. Por ejemplo, no sé cuantas veces se
tiraron a la piscina y cuantas se metieron y salieron de una canasta que todos
asumimos como destinada a esconder a Falstaff pero que finalmente no fue usada
para ello.
Otro defecto importante fue la falta de una regie que permitiera perfilar la intensa individualidad que y insuflan a cada personaje. Parecía como si todos ellos, entre confusos y tímidos, estuvieran confrontándose con el caos de un primer ensayo con elenco completo en una filmación. Y no bastaron las buenas voces.
Gerald , un Falstaff sin la panza que el regisseur le había robado para dársela a Orson W, fraseó elegantemente, pero sin convicción. En el dúo con el Ford Simon , ambos cantaron bien pero sin ese sentido de confrontación entre comicidad y drama que hace a la esencia de este gran momento operístico.
Lo mismo ocurrió con la Mrs. Quickly gris y sosa de otra
buena cantante, Tanja Ariane
Verdi también estuvo
ausente en la dirección orquestal prolija pero mecánica de Ingo , que
instruyó un discurso lo suficientemente en forte
como para malograr frecuentemente la proyección de voces. Solo la de Keenlyside
logró ponerse a la par, en “È sogno o realtà?” Por supuesto que en
estas circunstancias no escapó a la Filarmónica de Viena la transmisión redonda
de hasta el más mínimo detalle de la partitura, pero de poco sirvió este
virtuosismo en una interpretación sin mayor diferenciación dinámica o contraste
cromático.
La última escena fue un
verdadero aquelarre, al final del cual Orson W se paseó inesperadamente vestido
de armadura negra. Ello para que quienes sin haber visto Campanas de medianoche habían comprado el programa de mano donde
aparece foto de Orson Wells con un disfraz idéntico. Enseguida rompió la mudez
que había observado durante toda la representación con dos únicas palabras las
famosas “Tutti garbati.” Y el resto se hizo eco de las mimas con una exactitud
solo apreciable en los distinguidos cantantes y los grandes coros y orquesta
ensamblados para esta ocasión. Pero este fue, finalmente, un
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