Rumanía
Festival EnescuEl joven Enescu por un cuarteto 'comme il faut'
Beatriz López Suevos
No es fácil seleccionar lo más interesante entre los abundantes conciertos del Festival Enescu, que para el sábado 2 de septiembre ofrecía cinco conciertos, todos con su atractivo propio. Este del Cuarteto Fine Arts era el primero de la mañana, a las 11, y se enmarcaba en el ciclo de 'Enescu y sus contemporáneos', donde siempre se ofrecen programas apetecibles, especialmente desde el punto de vista español, ya que algunos de los compositores incluídos son prácticamente desconocidos fuera de Rumanía o Europa Oriental.
Pero en este caso había un atractivo aún más obvio que la propia música que iban a tocar. El Fine Arts Quartet es seguramente el cuarteto de cuerda en activo más antiguo: desde su fundación en Chicago en 1946 no han dejado de actuar (en realidad sus primeros conciertos fueron en 1939-40, pero con la II Guerra Mundial no pudieron continuar), aunque lógicamente ha habido algunos cambios -mínimos- en sus componentes. Su primer violín fue Leonard Sorkin (1946 a 1981) y ahora lo es Ralph Evans (desde 1982); ha tenido cuatro segundos violines, aunque el actual, Efim Boico, lleva desde 1983; en las violas se han sucedido un total de once miembros, y el actual, Gil Sharon, se incorporó en 2018; el mismo año que lo hizo Niklas Schmidt, el chelista, que tuvo sólo tres predecesores.
En esta ocasión el Fine Arts Quartet ofreció un programa exclusivamente centrado en Georges Enescu (1881-1955), sobre todo en sus obras tempranas (casi el mismo programa que el Fine Arts Quartet grabó en octubre de 2022 para Naxos) para el que se añadieron 'tres invitados': el dúo de piano brasileño de Gisele y Fabio Witkowski -también colaboradores en el disco-, y el contrabajista rumano Săndel Smărăndescu, quien sólo participó en la última obra del programa, el arreglo de Jacques Enoch de la Rapsodia rumana en la mayor op 11 nº 1.
El concierto se inició con la Sérénade lointaine para trío con piano (1903), una de las obras tempranas de Enescu, que sólo recientemente se han empezado a tocar. Breve, pero encantadora, la Sérénade lointaine es una obra típica del París de la Belle Époque, y permitió ya apreciar algunas de las virtudes de los intérpretes, la afinación impecable y la unidad del conjunto en tempi y dinámicas. Ya son pocos los cuartetos que llevan tantos años juntos, que han creado un sonido propio, y que son perfectamente capaces de sonar como si fueran un conjunto o como un único instrumento.
El Quinteto con piano en re mayor, aunque también juvenil y perdido durante décadas, es una obra de mayor entidad. Compuesto en 1896 por un Enescu de sólo quince años, tiene una clara influencia brahmsiana (Enescu había conocido personalmente a Brahms en casa de su profesor Joseph Hellmesberger, padre, y lo admiraba grandemente), incluso aspiraciones sinfónicas con sus cuatro movimientos, y se aleja de la música de salón que había compuesto ampliamente en su infancia. El Quinteto está dedicado al violinista y compositor Martin-Pierre-Joseph Marsick (1847-1924), quien acababa de convertirse en su profesor en el Conservatorio de París.
Como pianista actuó Gisele Nacif Witkowski, una pianista que me sorprendió muy positivamente, por sonido y musicalidad, además de integrarse perfectamente en el Fine Arts. En muchos momentos el grupo consiguió emular -en pequeño- un concepto orquestal, con el piano sonando como solista frente al bloque de las cuerdas. Para los que no conozcan la obra, destacaría el Andante, una preciosa melodía llevada principalmente por el piano con el cuarteto acompañándole, y el Allegro con spirito final, donde a Enescu se le 'colaron' elementos gitanos.
En este viaje de descubrimiento de la música temprana de Enescu, la tercera pieza presentada, la Aubade para trío de cuerdas, escrita en 1899 y estrenada por el propio compositor como violinista en Bucarest, volvió a ser nuevamente una pieza menor, poco más que una danza con un instrumento melódico -que se va alternando entre el trío- y otros dos acompañando con frecuentes pizzicatti. Lo más interesante de la obra son las partes en que se plantea un ataque y una afinación 'extrañas' para imitar el sonido de los instrumentos tradicionales. La parte final de Aubade cita la Marcha Real, momento en que algunas personas del público se pusieron en pie para honrar a Nicolae de Rumanía (nieto del último rey, Miguel I), presente en la sala, y que al final del concierto intercambió regalos con los miembros del Fine Arts Quartet (especialmente con Gil Sharon, el violista, nacido en Bucarest).
La Pastorale, Menuet triste et Nocturne para violín y piano a cuatro manos (1900) es otro de los 'experimentos' del joven Enescu recién graduado en el Conservatorio de París, quien en sus primeras obras de cámara experimentó con algunas agrupaciones poco usuales. Se trata de tres piezas breves, con cierta conexión temática entre sí, que bien interpretadas -como en este caso- tienen cierto interés. No hay que perder de vista que el Festival Enescu tiene el objetivo explícito de dar a conocer la música de George Enescu y que el que se interprete su música (vocal, camerística y orquestal) en todas las ediciones del Festival no sólo contribuye a crear una tradición interpretativa de su obra, sino también a la proyección internacional de sus composiciones, ya que esas obras son interpretadas por las orquestas y solistas internacionales invitados por el Festival en sus propias temporadas de sus países.
Gisele y Fabio Witkowski como dúo resultaron una sorpresa muy agradable y sonaron realmente coordinados. Su carrera se desarrolla principalmente en América (principalmente Brasil, su país natal, y EEUU, donde trabajan), aunque hayan actuado en todo el mundo, y esta era la primera vez -espero que no la última- que los escuchaba. Por su parte Ralph Evans tuvo ocasión de lucirse como solista y lo hizo, especialmente en la Pastorale inicial que tiene un claro aire 'a lo Bartók' ... aunque Bartók no había iniciado aún su carrera compositiva (salvo algunas piezas juveniles desconocidas) cuando Enescu compuso esta obra. El Nocturne, bastante chopiniano, me pareció la parte más interesante de la obra.
La gran obra del concierto era la Rapsodia rumana en la mayor op 11 nº 1 que sonó en un arreglo para quinteto con piano y contrabajo realizado en 1957 por Jacques Enoch (1900-1990), bisnieto del fundador de la editorial Éditions Enoch & Cie en la que publicó Enescu la mayoría de sus obras tempranas, incluidas sus dos Rapsodias rumanas. En esta ocasión el pianista fue Fabio Witkowski, al que se añadió el contrabajista Săndel Smărăndescu, actualmente miembro de la Orquesta Nacional de la Radio de Rumanía y profesor de contrabajo en la Academia Nacional de Música de Bucarest, que sustituía al contrabajista de la grabación en Naxos de esta obra, el neoyorquino Alexander Bickard.
Escrita en 1901 y estrenada en 1903 en Bucarest, con el propio Enescu dirigiendo la orquesta, la Rapsodia rumana nº 1 es una de las primeras obras de Enescu que se popularizó. De hecho en el concierto de inauguración de esta edición del Festival Enescu 2023 se tocó precisamente su pareja, la Rapsodia rumana nº 2, en su versión orquestal (Orquesta Filarmónica George Enescu, 27 de agosto), muy rica tímbricamente. Esta versión de cámara, al gusto de la música de salón que tanto practicaba Enescu en sus primeros años, permite en cambio apreciar otros elementos de la Rapsodia rumana nº 1, principalmente su inteligente construcción melódica y las referencias a la música tradicional, con ritmos a menudo bailables.
Los aplausos fueron muy abundantes, hubo standing ovation, y creo que muchos de los presentes fuimos conscientes de que escuchar al Cuarteto Fine Arts es un privilegio del que probablemente ya no se pueda disfrutar mucho más, por lo menos con sus actuales componentes. Pero el siguiente concierto empezaba a la 1 del mediodía en otra sala distinta -la de la Radio de Rumanía- y era necesario irse rápidamente y mentalizarse por el camino para escuchar tres compositores más modernos, Doina Rotaru, Britten y Shostakovich.
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